"Las Bodas Químicas 25"
-Tercera Jornada VII-
Rosacruz, la Filosofía Metafísica del Pueblo, o de como la Sabiduría mística llega a más personas que una colección de argots eruditos.
Los argots son propios del lenguaje utilizado en las especialidades o disciplinas universitarias. La Física, la Medicina, la Filología y la propia Filosofía, por poner algunos ejemplos.
Todas las disciplinas poseen sus particulares y complicados argots, lo que significa, lamentablemente, que solo un Físico entenderá a otro Físico, un Médico entenderá a otro Médico, un Filólogo a otro Filólogo y, naturalmente, un Licenciado en Filosofía a otro Licenciado en Filosofía; este Sistema, basado en argots, ha contribuido a tejer un aura esotérica, a la que, los no iniciados, no pueden acceder; dicho de otro modo, si no se conoce el argot adecuado, es imposible interpretar la literatura científica, médica, filológica o filosófica...
Los argots son algo necesario para simplificar los trabajos de investigación, dado que se crean palabras simples para explicar conceptos complejos que solo podrían ser explicados, al Público, mediante estructuras constituidas de oraciones compuestas. Así, si un libro científico, pongamos por caso, estuviese constituido de mil páginas, con mucha probabilidad, para acercarlo al lenguaje común del Pueblo, debería de exponerse en varios libros de otras mil páginas.
Por ello, en el caso de los profesionales de la divulgación, los autores deben de realizar un gran trabajo de síntesis exponiendo sus trabajos en un lenguaje claro y asequible para una mayoría de la Población y utilizando, en muchas ocasiones, analogías, alegorías, metáforas y parábolas para intentar hacer comprender, de forma aproximada, un determinado texto.
Es evidente que un Trabajo Científico resultará útil y práctico para aquellos preparados para descifrarlo; pero, los trabajos de divulgación, aún no sirviendo para nada práctico, pueden proporcionar información, meramente teórica, para todos aquellos que desean saciar su curiosidad; pero, a cambio, los lectores de los trabajos divulgativos deben de confiar en la veracidad de lo expuesto por los divulgadores, mientras que el científico o experto sabrá, con su lectura, si lo que se le cuenta es correcto o erróneo.
La Rosacruz debe de mostrar su Gnósis a todo el Mundo, al menos a la mayoría de la Población, y donde encontraremos grandes conocedores de Ciencia y Filosofía; pero también analfabetos funcionales; es decir, que aún conociendo un lenguaje básico y la aritmética suficiente para afrontar su día a día cotidiano, sin embargo, no poseen la Formación Universitaria suficiente como para conocer, con soltura, determinado o determinados agots.
El mismo Jesús, del mismo modo que los rosacruces, tuvo que hacer uso de las parábolas y alegorías; para poder, mediante ejemplos cotidianos, hacerse entender.
Y bueno, esa es la principal diferencia entre las Enseñanzas Rosacruces y la Metafísica Académica. Esa es la causa de que los rosacruces, siempre, se anden por las ramas, mediante mitos y otras argucias de comunicación, utilizando un lenguaje sencillo; pero, a poco que se realice un mínimo esfuerzo, de interpretación, se hallará, con facilidad, lo que se nos trata de transmitir.
Por lo tanto, es fácil de distinguir un trabajo Rosacruz dirigido a todo el Público y otro erudito dirigido a una determinada Élite intelectual; porque, mientras el Rosacruz está redactando con un lenguaje sencillo y asequible, adornado de figuras literarias, el trabajo académico será imposible de entender sin un intérprete de por medio y que conozca el argot a la perfección.
Se trata, por otro lado de un error, demasiado común, el ocultar las verdades de la Filosofía Rosacruz, tras algún tipo de argot, ya sea éste académico o esotérico, creado a exprofeso.
*
Después "de mi respuesta, la virgen" pidió la opinión de los demás. Mi relato les había hecho pensar, y un compañero habló así:
"Hace poco, en mi ciudad se condenó a muerte una doncella. Pero el juez tuvo piedad de ella y proclamó que quien quisiera podía defenderla entrando en combate con otros para probar así su inocencia. La doncella tenía dos pretendientes, y uno de ellos se presentó armado a la espera de un rival. Más tarde apareció el otro, pero como llegó tarde, tomó la decisión de presentarse al combate y dejarse vencer para salvar la vida de la doncella. Cuando la liza acabó, ambos pretendieron a la doncella. Decidme, caballeros ¿a cual de ellos la entregarías?"
La virgen no pudo por menos que decir: "Creía ser yo la que os enseñaba y ahora me habéis cogido en mi propia trampa. Desearía saber si hay alguien más que quiera tomar la palabra"
Un tercero contestó:
"Así es. Nunca nadie me ha contado nada semejante a lo que me ocurrió a mí mismo. Resulta que, en mi juventud amaba a una bella joven y, para lograr su amor, solicité la ayuda de una anciana, gracias a la cual conseguí mi propósito. Pero los hermanos de la joven nos descubrieron cuando estábamos los tres juntos. Se pusieron tan coléricos que quisieron matarme. Al final de muchas súplicas, me hicieron jurar que tomaría a ambas alternativamente como mujeres legítimas, cada una un año. Ahora decidme señores. ¿por cual comienzo, por la joven o por la vieja?". (Maldita Gracia)
Esta historia nos hizo reír y, aunque se escucharon algunos rumores y cuchicheos, nadie se pronunció.
Un cuarto invitado contó:
"En una ciudad vivía una noble dama que era querida por todos, especialmente por un joven caballero. Este joven era muy insistente y, para quitárselo de encima, la dama le dijo que accedería a sus deseos el día en que pudiera llevarla, en pleno invierno, a un jardín lleno de verdor y de rosas, y le ordenó que no se presentara más ante ella hasta ese día. El caballero recorrió el mundo en busca de alguien capaz de hacer tal milagro, hasta que un día encontró a un anciano que le aseguró lograrlo si a cambio le entregaba la mitad de su fortuna. Llegaron a un acuerdo y el anciano hizo el milagro y el joven invitó a la dama al jardín. Éste aparecía colmado de fresco verdor y engalanado de rosas. De modo que la dama no pudo por menos que recordar su promesa. Ella le pidió al joven que le permitiera ver una sola vez más a su esposo. Cuando se encontró con él, le confió llorando lo sucedido. El Señor, con absoluta tranquilidad respecto a la fidelidad de su esposa, la mandó de vuelta junto a su pretendiente, estimando que, a un precio así, la merecía. El joven caballero, al saber de aquella actitud del esposo y temiendo cometer un gran pecado ante mujer tan honesta, la mandó de vuelta con su marido. Cuando al anciano supo todo lo sucedido, decidió, a pesar de ser pobre, devolver lo cobrado al joven. Decir, señores, ¿cuál de todas esas personas es la más honesta?"
Todos guardaron silencio, pero la virgen solicitó la intervención de más invitados. Un quinto tomó la palabra:
"Señores no me alargaré en mi discurso: ¿Quien es más feliz, el que ve el objeto amado o el que no deja de pensar en él?"
La virgen contestó: "El que lo ve". "No", repliqué yo. Y estaba a punto de abrirse un debate, cuando un sexto invitado intervino:
"Señores, tengo que casarme. Puedo hacerlo con una doncella, una viuda o una casada. Ayudadme a elegir y yo os ayudaré a resolver las cuestiones anteriores."
*
Parece que seguimos en pasos perdidos y en un ambiente jovial y distendido. Las respuestas que se producen, aquí solo veremos algunas, son a cada cual más disparatadas y algunas hasta con un sentido del humor falto de todo sentido del humor.
Seguimos con el mismo error que apuntaló Rosentkreutz. La cuestión es que la opinión de la decisión final no podemos ofrecerla nosotros, sino la persona implicada en ello; lo contrario, sería una falta absoluta de respeto al Sentido Común. A parte de que la cuestión es absolutamente surrealista y contraria a cualquier tipo de legalidad. Este asunto no recibe respuesta alguna.
En el primer relato que aquí vemos; de antemano, la decisión debe de ser siempre de la Pretendida, pensemos nosotros lo que pensemos o hagan los pretendientes lo que hagan.
La tercera respuesta es tan disparatada que casi no merece algún comentario, salvo que los egos asistentes se rieron cuando, maldita la gracia que tiene, pareciera un relato sacado de la Celestina. En ninguna cabeza cabe que los hermanos de la Joven vayan a emitir una sentencia tan incongruente y contraria a los intereses de su Hermana.
En el cuarto relato, se solicita a los invitados que determinen cuál de ellos es más honrado, cuando en el fondo son todos y cada uno de ellos tontos de remate. En primer lugar, la Dama, en lugar de decirle que iría con su Pretendiente cuando la ranas criasen pelos, es lo mismo, podría haberle dicho, simplemente, que está casada y le es fiel a su marido. Es idiota el encoñado pretendiente por ofrecerle la mitad de su fortuna al anciano por realizar tal milagro. Es idiota el marido de la pretendida por entregarla a su pretendiente por creer que la merece por haber pagado una fortuns, es idiota el pretendiente, doblemente, por desistir de su pretensiones tras haber pagado, y es rematadamente idiota el anciano por devolver el dinero por un trabajo ya realizado. Sin comentarios
La última de las contestaciones, aquí expuestas, la más corta, sigue adoleciendo de impropiedad, pues nadie puede ayudarlo en tales cuestiones, además la casada debería de quedar descartada, pues ¿Que alguien me diga?, ¿Como pudiera alguien casarse con una persona ya casada?, salvo que se encontrase divorciada, en cuyo caso ya no sería una mujer casada. La decisión de elegir solo la puede tener él y, por supuesto, la decisión final de éste asunto no se encuentra en él sino en la Doncella o la Viuda que serán las que tengan que decidir cómo acaba todo esto.
Nos cuesta trabajo sacar algún tipo de enseñanza de estos relatos, salvo que los egos se creen graciosos sin serlo, inteligentes sin serlo y ocurrentes sin tampoco serlo.
Hasta el momento, la única respuesta coherentes es la que ofreció nuestro narrador en el anterior pasaje; pues aquí, ni la virgen da en el clavo cuando indica que es más feliz quien ve a su amada que quien piensa en ella. La escueta respuesta de Rosentkreutz, en este asunto, podría parecer un juicio de valor; pero lo cierto es que no tuvo ocasión de finalizar su argumentación.
Pobre amor sería aquel que depende de estar viendo a la persona amada. Es más razonable pensar que el Amor y, por lo tanto la felicidad, no depende de ver a nuestro amor con nuestros ojos o tenerla delante nuestro, sino de que la tengamos, presente, constantemente en nuestros pensamientos, pues la unión física es una unión temporal y solamente parcial. La Unión mental es permanente y para siempre, incluso aunque el objeto de nuestro amor muera o desaparezca.
Aralba Pensator Minister, Frater R+C