"Las Bodas Químicas 18"
-Segunda Jornada y IX-
A algunos les llega la desgracia sin ser avisados, enfermando miserablemente y las víctimas se preguntan desconsoladas del por qué de su terrible sufrimiento.
La enfermedad, el dolor y la muerte, en uno u otro momento de nuestras vidas, nos alcanzará a todos y cada uno de nosotros; pero hay veces, según las circunstancias, en que nuestro sufrimiento no es parte del guión de nuestras vidas; sino, como consecuencia del terrible castigo de nuestro propio Ser Interior, al haber convertido, nosotros, su Vida y la nuestra en un terrible suplicio.
Muchos creen que su sufrimiento es consecuencia de algún tipo de maldición. Una suerte de mal de ojo dirigido por nuestros más aférrimos enemigos, sin darnos cuenta de que, tanto nuestro mejor Amigo como nuestro peor Enemigo lo llevamos dentro.
Los seres humanos somos una suerte de criados multitarea y actuamos a modo de anfitriones para los espíritus que llevamos dentro; es decir, que nos cabalgan como simbiontes. De nosotros depende tanto el alimento como el crecimiento de nuestro Amo y Señor. Somos el vehículo de manifestación de un Ser eterno e Inmortal que procede del Pleroma.
De nosotros depende que al Señor le interese o no mantenernos vivos y ello, solo depende de nosotros; es decir, de lo laboriosos, obedientes y disciplinados que seamos; pero también, de nuestro comportamiento honesto y honrado para con los demás. Recordemos que nuestros semejantes también vienen siendo cabalgado por el mismo espíritu que nos monta a nosotros.
Muchos de esos acongojados sufrientes que son incapaces de mirar fuera de sí mismos, si lo hicieran sabrían cual es el verdadero motivo de la terrible enfermedad que, inevitablemente, los conducirá a su terrible extinción. Ya hablamos, en parte, de ello, el rencor y el odio que nos envenena por dentro al, ¡Ojo, no se lo pierdan!, desearle algún mal a alguno de nuestros semejantes.
Si con la mano derecha golpeamos con fuerza a la mano izquierda, le haremos mucho daño; pero también se lo hacemos también a nuestro Ser y, como consecuencia, los efectos negativos también los sufrirá la mano que golpea.
Entonces, viendo el Espíritu la Maldad e ineptitud ignorante de nuestra Personalidad, decidirá prescindir de nosotros y castigarnos por nuestros delitos cometidos contra él, porque como hemos visto, no solo vive en nosotros sino en todo lo existente.
Y no decimos, ni mucho menos, que sea la única causa de todas las terribles enfermedades que aquejan a los seres humanos; pero a poco que seamos reflexivos y miremos en nuestro entorno, veremos qué ese coraje que le tenemos a esa persona odiosa a la que le guardamos rencor, es la verdadera causaa de que estemos enfermos y suframos de forma innecesaria. Nadie nos ha maldecido. La maldición siempre procede de nosotros mismos, aunque seamos incapaces de darnos cuenta.
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"Transcurrió más de una hora sin que nos abandonase nuestra luz, cuando apareció un paje de los que ya habíamos visto antes, llevando un fardo de cuerdas, y nos preguntó si estábamos seguros de querer permanecer allí. Respondimos afirmativamente con un suspiro y el paje nos llevó hasta un lugar en el que nos ató. Luego se marchó seguido de nuestras luces, y allí quedamos en la penumbra de la noche atados y abandonados. Comenzamos a sentir una gran angustia y yo no pude reprimir las lágrimas. Permanecimos en silencio sumidos en la pena y el dolor, a pesar de que no nos habían prohibido hablar. Éramos conscientes de que las cuerdas nos ataban los pies y las manos, de tal modo que nadie podía cortarlas, y mucho menos intentar quitárselas. Me consolé pensando en los que ahora descansaban en sus aposentos y mañana recibirían en justicia su castigo, mientras que yo solo sufría una noche. Pese a mis dolores y, sumamente cansado, me dormí. Mis compañeros, en cambio, no pudieron hacerlo. Tuve un sueño y, aunque su significado tal vez no sea importante, creo que puede ser útil recordarlo.
Me veía en lo alto de una montaña y, a mis pies, se extendía un valle inmenso. En este valle se había reunido una gran muchedumbre y, cada persona estaba suspendida por un hilo que caía del cielo, y se ataba a la cabeza.
Todas las personas estaban colgadas a distintas alturas, y las había que tocaban la tierra con los pies. Un hombre volaba por encima de toda esa muchedumbre, con una tijera con las que cortaba los hilos sin orden aparente. Los que estaban cerca de la tierra caían casi sin hacer ruido, pero los que caían desde arriba lo hacían con un ruido terrible y producían un temblor en la tierra al darse contra la tierra. Algunas veces los hilos bajaban hasta el suelo antes de ser cortados. Ver estas caídas me alegro, pues me recordaba a los que pretendían asistir a las bodas que eran arrojados a tierra para su vergüenza. También me alegré al ver a los que se habían quedado en tierra y su hilo era cortado sin ruido. Me encontraba tan a gusto contemplando este espectáculo, cuando un compañero me empujó y me desperté sobresaltado y de mal humor. Reflexioné sobre el sueño y se lo conté al hermano que estaba acostado a mi lado. Me escuchó atentamente y deseó que fuese un buen presagio. El resto de la noche lo pasamos hablando de esta esperanza y deseando con todas nuestras fuerzas la llegada del nuevo día."
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Desde Chrétien de Troyes, con sus historias del Grial, hasta Miguel de Cervantes, en su Don Quijote, nos han mostrado la antigua tradición de Guardar las Armas, por parte de los caballeros andantes. La diferencia con nuestro Protagonista y sus ocho compañeros es que los Caballeros hacían esto como un ritual para cargar, con sus propias almas, sus armas; eso a nivel esotérico, en el sentido exotérico se entiende bien que se trata de no dormirse para que nadie te las robe, pues ¿Qué sería de un Caballero, en una contienda, sin sus necesarias armas?
Por temor o prudencia, nuestros amigos, los nueve, no marcharon a dormir, como el resto de sus crecidos compañeros, sino que se quedaron para reflexionar antes de decidir marcharse o quedarse. De algún modo están guardando sus desconocidas armas antes que dejarse caer en las manos de Morfeo y que, a la mañana siguiente, pudieran llevarse la mala sorpresa de encontrarse desnudos y desarmados.
Esta noche nos recuerda el periodo de reflexión nocturno, en vigilia, que algunas organizaciones rosacruces utilizan, dentro de sus rituales de Iniciación del Primer Grado de Templo. Lamentablemente, esa tradición de dividir la Iniciación en dos días, con una larga noche de por medio, se ha ido perdiendo hasta casi desaparecer por completo.
Nuestros nueve amigos quedan solos bien amarrados, entendemos que por su bien más que para que no escapen. Quizá, ese posible intento de escape nocturno del Palacio pudiera conducir a un desastre; pero entendemos que eso es así porque los pajes invisibles de la Gnósis marcharon, con el Paje, de allí cargando sus antorchas. Esas luces representan la Gnósis, luego los nueve quedan a solas consigo mismos como meros egos en medio de la obscuridad.
Esa es la causa principal de que Christian Rosentkreutz pase del miedo a su presunta mala suerte, a la alegría por imaginar lo mal que les irá a aquellos narcisistas que se burlaran de su humildad y pobreza. Evidentemente, esos pensamientos no son propios de un iniciado, sino de alguien a quien se le ha desposeído, aunque de un modo temporal, de la luz del Espíritu.
Al final, la debilidad del ego hace que nuestro Protagonista termine durmiéndose y donde el verdadero protagonismo se lo lleva un sueño verdaderamente profético de lo que podría venir en los próximos días.
"Mientras más alto uno se eleve más dura será la caída". Ese dicho, tan conocido, resume la totalidad del sueño de Rosentkreutz. Unos egos se ven más elevados que otros. Unos pocos, incluso, ni han despegado del suelo. Esos hilos que los mantienen sujetos por la cabeza nos indica dos cosas muy importantes; en primer lugar, la naturaleza mental y mayestática de la apariencia de poseer el poder o la humildad; pero está claro que cuando la mano imparcial del destino va cortando los cordeles, es cuando comprendemos que esa altura era mera ficción y que las consecuencias de haber llegado tan alto pueden ser desastrosas.
Esa altitud no solo es el reflejo del engreimiento sino también de la riqueza material adquirida y de la posibilidad de tener un elevado nivel social, gracias al que se pueda mirar a los demás como vasallos; es decir, por encima del hombro.
Aquellas personas humildes, al ser cortados sus cordeles, no sufrirán daño alguno pues se encuentran en el suelo de la humildad; pero aquellos que se encuentran obesos de orgullo, según su escalafón correspondiente, recibirán en la caída, un daño directamente proporcional al de su poder y nivel social conseguido.
Sí, porque al que mucho le haya sido dado, también mucho se le requerirá. En éste sentido, todos los que están elevados del suelo son meros piratas que han intentado tomar el Cielo por asalto y, en consecuencia, terminan siendo estrellados en su vano intento. Por el contrario, quienes con humildad y esperanza se han conformado con poco y han entregado hasta el último gramo de lo que les fuera dado; es decir, que están liberados del lastre de sus apegos, seguirán íntegros y sin daño visible para poder pasar al siguiente grado. Los engreídos estarán tan dañados al precipitarse al vacío que les será imposible el que pudieran recuperarse y continuar con el proceso iniciático.
Aralba Pensator Minister, Frater R+C