miércoles, 3 de noviembre de 2021

Lección 20, Tercer Grado, Primera Orden

  "Las Bodas Químicas 20"


-Jornada Tercera, II-


Alegorías no son hechos así como lo intrínseco no se puede confundir con lo extrínseco. 


¿Qué problema tenemos, que no entendemos de qué va la cosa? Las personas soñamos, viajamos a otros mundos e intentamos recrear, aquí, las historias vividas mientras estamos en trance. Entonces, ¿cual es el problema?, el intentar recrear un episodio espiritual de otra dimensión como un episodio material en éste Mundo.


Así, las alegorías simbólicas de los planos internos las intentamos dramatizar, aquí, mediante ceremonias y rituales que, en verdad, no sirven, no funcionan y ¿qué sucede con eso?, que estamos perdiendo nuestro valioso tiempo. Y aquí ni estamos para perder el tiempo ni nos lo podemos permitir.


La Vida es extremadamente corta, un suspiro en verdad, y vamos a misa, nos metemos por una o dos horas en un templo, o asistimos a una logia para disfrazarnos con túnicas y mandiles ridículos o cantamos canciones y oraciones que terminan impregnadas en las paredes del edificio, sin llegar a donde creemos que deberían de llegar, ni cumpliendo algún objetivo práctico.


Aquí estamos para vivir, mantener la Especie viva y cumplir con nuestro divino objetivo. Un objetivo que, aunque no tengamos consciencia de ello, viene programado en nuestros genes y que distinguiremos en forma de una Vocación inapelable e indiscutible. 


Intentar recrear nuestro Mundo de origen, el Pleroma, en éste Plano de existencia, no solo es inútil sino que solo sirve para seguir perdiendo nuestro valioso tiempo. Vivan su vida, cumplan con sus objetivos y no ignoren su vocación de Servicio a la Humanidad; el resto les sobra, de veras.


Es por ello que no debemos de confundir las ensoñaciones con la realidad. Está bien que contemos nuestras experiencias oníricas. ¿Quien podría impedirlo?; pero cuando intentamos hacerlas realidad en éste Mundo Espacio-Temporal es como si estuviéramos rasgando el tejido del epacio-tiempo, intentando traer aquí lo que es de allá y que aquí jamás podrá cobrar verdadera existencia.


Por favor, no perdamos el norte. Intentemos recordar quienes somos en realidad. Seres encarcelados, en ésta jaula sin barrotes, por propia voluntad en busca de arreglar algo que primero averiamos. 


Como espíritus, somos eternos e inmortales; pero el Ser que en verdad importa, dentro de nosotros, perdió su vehículo de manifestación cuando éste Mundo tomó forma y cobró vida. 


Exacto, estos cuerpos que tenemos ahora son provisionales mientras, con nuestra ayuda, el Espíritu intenta reconstruir su Cuerpo perdido. 


Si nos dedicamos a encerrarnos en el templo, a leer planchas absurdas, cantar ingenuos coritos y elevar, al aire, nuestras oraciones a grito pelado, estamos despistándonos de nuestro verdadero objetivo de reconstruir lo que otrora se disgregó y, he ahí el quiz de la cuestión, ¿Como realizar esa reconstrucción?, viviendo la vida según nuestra programación y dejándonos llevar por nuestro Ser Interno, que se nos manifiesta mediante la intuición. Hagamos caso a esa sorda voz de la consciencia y sincronicémonos con nuestra sagrada Vocación.


Todas aquellas organizaciones que intentan exprimirte como una naranja, sacándote los cuartos y haciendo uso de tu valioso tiempo; que tú, por otro lado, entregas gratuitamente, son sectas peligrosas que hacen que mires para todos lados menos para donde, en realidad, debes de mirar. 


Nunca mirar atrás, siempre adelante siguiendo la guía de tu Ser Interno. 


Intentar traer el Mundo Divino, que un día abandonamos, a éste Sanatorio-Prisión, es mirar atrás; es pararnos, volver la vista atrás y paralizarnos como estatuas de sal. 


Está bien, que recordemos lo que somos en verdad, lo que un día fuimos; pero no debemos de perder la verdadera perspectiva de la Realidad. 


No, esto ni es el Paraíso ni jamás podremos transformarlo en ello, del mismo modo que una montaña de moñigas de vacas, por mucho que las modelemos, jamás podrán formar una vaca de verdad.


Luchemos por lo posible. Intentar salir de ésta Prisión; pero para ello se deben de cumplir dos requisitos imprescindibles. En primer lugar, lo hemos repetido muchas veces, debemos de salir todos juntos. No hay modo de que podamos escapar de forma individual y, en segundo lugar, para hacer eso posible, la jaula prisión sin barrotes debe de desaparecer. 


Tenemos que destruirla en tanto que se trata de una proyección mental de nuestra divina Consciencia. La Humanidad es un Ser Colectivo disgregado en una infinitud de individualidades ilusorias. 


Nuestro Universo también es una ilusión holográfica proyectada por nuestras mentes; pero hay un problema. Mientras todas y cada una de las individualidades no seamos conscientes de éste hecho y no nos movamos sincronizados hacia el Objetivo de destruir la farsa y salir todos juntos, todo seguirá igual o, incluso, peor. 


Está bien que mantengamos alguna ilusión para poder seguir vivos y cumplir con nuestro Sagrado objetivo; pero no desviemos nuestra atención hacia sumideros seudo iniciáticos que no conducen a alguna parte, salvo a distraernos para despistarnos y que sigamos quemando nuestro corto y valioso tiempo.


*


"Cuando acabó la prueba, un capitán se acercó a nosotros, los pobrecitos atados de dos en dos, y dijo: "Señora, si os parece bien, podríamos pesar a los que confiesan no estar preparados, sin que corran peligro alguno, por si entre ellos se hallara algún justo".


Esta solicitud me entristeció aún más, pues ahora ya no podía tener el consuelo de haberme librado de sus burlas o de haber evitado que me echasen de la balanza a latigazos. Estaba convencido de que los prisioneros preferíamos pasar diez noches como la anterior en la sala, a soportar el fracaso de la prueba. La virgen dijo que sí a la propuesta del capitán y tuvimos que aceptarlo. Así que fuimos desatados y colocados al lado de la balanza. La mayor parte de mis compañeros no pasaron la prueba, pero fueron apartados de manera tranquila, sin bastonazos ni burlas.


Mi compañero aguantó el peso y pasó la prueba en quinto lugar, para su satisfacción y alegría del capitán. La virgen le trató según lo acostumbrado. Los dos compañeros que le siguieron no la superaron.


A mí me tocó en octavo lugar. Me subí al platillo temblando; mi compañero, ya vestido de terciopelo rojo, me animó con una mirada de afecto, y la virgen me sonrió. Aguanté todas las pesas; entonces, la virgen mandó a tres soldados que se subieran al otro platillo para alzarse, pero no lo lograron. Así pues, un criado proclamó en voz alta: "Es él". Otro contestó: "Sea, pues, liberado". La virgen dio su aprobación y recibí, además de los honores habituales, permiso para liberar a uno de los prisioneros. No dudé en elegir al primero de los emperadores que se subió a la balanza y cuyo fracaso tanto me apenó. Le libraron de las ataduras, recibió los honores y lo llevaron hasta nosotros.


Cuando terminó la prueba, que el último de nuestro grupo no superó, la virgen reparó en las rosas que antes estaban en mi sombrero y ahora llevaba en las manos; envió a su paje a pedírmelas y yo se las entregué con gran alegría. Eran las doce del medio día y aquel primer acto concluyó con el toque final de las trompetas invisibles.


Cada sección acompañó al juicio a sus prisioneros. El consejo estaba formado por cinco miembros, además de nosotros. La virgen era la presidente y nos preguntó nuestra opinión sobre el castigo que merecían los cautivos.


Como primera medida se solicitó la muerte para todos, aunque algunos habían acumulado más motivos por presentarse allí a sabiendas de que no reunían las condiciones requeridas, bien conocidas por todos. Otros propusieron que siguieran en cautividad. Pero estas propuestas no fueron aceptadas ni por la virgen ni por mí. Al final, el primer emperador, un príncipe y yo hicimos una propuesta que fue aceptada. Un grupo sería liberado con discreción; un segundo grupo sería despedido con mayor humillación; los del otro grupo serían despojados de sus vestidos y arrojados fuera, y los del último grupo serían azotados y expulsados por los perros. En cuanto a los que se habían declarado indignos y renunciaron a pasar la prueba, serían puestos en libertad sin recibir ningún castigo. Los que se habían comportado de manera inapropiada en el banquete serían encarcelados o bien condenados a muerte, según la gravedad de su conducta.


La virgen aceptó nuestra decisión y mandó que se diera de comer a los presos. El juicio se fijó para las doce de la mañana y el consejo se disolvió. La virgen se retiró a sus aposentos y nos sirvieron un almuerzo frugal, pidiéndonos que nos conformáramos hasta que todo hubiese terminado; también nos dijeron que más tarde podríamos ver a los novios, lo que nos alegró mucho.


Trajeron a los prisioneros y los colocaron según su rango, rogándoles que guardasen la compostura, aunque en esos momentos ya habían perdido su soberbia. En honor a la verdad, debo decir que aquellos de mayor rango mostraron mayor resignación, pues el castigo que iban a recibir, aunque duro, también era justo. Los criados seguían siendo invisibles para ellos, pero no ya para nosotros, según comprobamos con alegría.


La suerte nos había sonreído, pero no nos creíamos mejores que ellos y les dábamos ánimos diciendoles que sus castigos serían leves. Querían conocer su sentencia, pero recordamos que se nos había obligado a guardar silencio, y no le dimos esa información. Pero los consolábamos y les dábamos vino con el deseo de que se alegrasen.


Nuestra mesa estaba cubierta con un mantel de terciopelo rojo y la vajilla era de oro y plata, lo que sorprendía a unos y otros. Antes de sentarnos, dos pajes nos mostraron de parte del novio un Vellocino de Oro con la figura de un León Alado y nos pidieron que nos vistiéramos con él para la comida. De igual modo, nos pidieron que honrásemos el prestigio de la Orden a la que, desde ese momento, ya pertenecíamos y en la que ingresaríamos más adelante en solemne ceremonia por medio de su Majestad. Recibimos el Vellocino y prometimos someternos a todo lo que Su Majestad nos ordenase.


Un paje tenía una lista con la dirección de nuestros domicilios. Yo decidí no ocultar donde vivía, pues eso hubiese sido una prueba de orgullo, un pecado que impide pasar la prueba de la cuarta pesa.


Nos sentíamos muy felices y bien tratados, así que preguntamos a los criados si podíamos llevar comida a los presos. No pusieron inconveniente, de modo que los criados, que aún seguían siendo invisibles para ellos, les sirvieron en abundancia. Ellos no sabían de donde provenía la comida y pedí servirlos yo, pero un criado me dijo que no lo hiciera. Me informó de que si me veía hacerlo algún paje, le informaría a S.M. (Su Majestad) y éste me castigaría, pero como nadie lo advirtió salvo él, me aseguró de que no diría nada. No obstante, me recordó la importancia de guardar el secreto de la Orden y, al decírmelo, me dio un empujón contra mi silla. A pesar de la sorpresa, le agradecí su advertencia."


*


Bueno, parece que ya comienzan a concretarse algunas cosas importantes. Se comprueba lo que ya habíamos imaginado. Christian Rosentkreutz estaba llamado a ser, al menos, uno de los elegidos. Se confirma la grata sorpresa que les anticipó la virgen, al darles una oportunidad de pasar la prueba a aquellos que no se consideraban, a sí mismos, preparados y, ello, sin sufrir algún tipo de castigo y represalias.


Recuerden, mis amigos, que toda ésta alegoría no sucede en el mundo de los efectos que conocemos como real, no nos cansaremos de recordaos esto, dado que muchos, demasiados creemos, han sido los que han intentado convertir estas experiencias y rituales espirituales en algo visible y tangible con nuestros sentidos materiales. No seamos ingenuos, no se hablaría de pena de muerte si fuesen personas reales. Aquellos que son condenados a muerte no son otros que egos sin semilla espiritual, meros egregores sin alma que salieron de la mina como escoria tras haber sido purificado el mineral.


Christian Rosentkreutz pasa la prueba en octavo lugar. El ocho representa la cinta de moebius de los ciclos que se repiten sin interrupción y que representa a la Eternidad. Claro, Rosentkreutz era ya un elegido antes de nacer, del mismo modo que se le ofrece la oportunidad de salvar a uno de los pomposos egos que fueron incapaces de pasar la prueba. Al parecer, el primer Emperador había dejado una profunda impresión en Rosentkreutz; pero no podemos determinar el verdadero motivo, aunque podemos imaginar que se trata de uno de los dos señores entre los que se encontraba, nuestro Protagonista, en la mesa y que, al contrario que el otro, se comportó amablemente con él.


Es ahora cuando la virgen cae en la cuenta de las rosas rojas que nuestro protagonista porta entre sus manos y que son aquellas mismas cuatro que, en origen, portaba en su sombrero. Las rosas rojas representan el apasionamiento del alma material, de ahí que sean cuatro, y permite que pase a manos de la Virgen, la cual a cada instante, va tomando mayor protagonismo, dado que, al contrario que los pajes y los criados, ella viene siendo tratada con gran nobleza y dignidad. Dejamos que nuestros lectores vayan elucubrando su verdadera identidad, hasta que nos sea mostrado.


A continuación, a los elegidos se les entrega un Vellocino de oro para que, a partir de ese momento, lo porten con honor y gallardía. Este Vellocino es el dorado traje de bodas del que hablan los rosacruces. Hemos entregado, en sacrificio, todo nuestro ser material, lo poco que tenemos y a cambio recibimos el dorado traje de bodas, previo a la definitiva transformación en el Ave Fénix que deberà surgir resplandeciente de sus cenizas; pero eso es otra Historia que no concierne a Rosentkreutz, como ego, y que se contará mucho más adelante. Se le confirma que ha sido recibido en una Orden y que, en breve, se producirá la ceremonia de presentación.


La vocación de Servicio, de Minister, sale a relucir en nuestro Iniciado en los prolegómenos del Proceso, cuando solicita, a un paje, el poder ser él mismo quien proporcione los alimentos a los desgraciados prisioneros. El paje no tiene inconveniente alguno; pero le indica que sea prudente y mantenga el secreto, pues de enterarse, Su Majestad, podría ser severamente castigado.


Aquí creemos que lo importante no es que el uno o el otro realicen un determinado trabajo, sino que cada cual realice su trabajo correspondiente; pero bueno, ya veremos si este acto de buena voluntad de parte de nuestro Protagonista, pudiera traerle algún tipo de consecuencias. Fijaos que esto del Secreto es una analogía similar a la de "Lo que haga tu mano izquierda que no se entere la derecha y viceversa". Esto quiere decir que nunca, jamás y bajo ningún concepto debemos de hacer obstentación de nuestras buenas acciones. Esa Vocación de Servicio, en caso de airear, con orgullo, nuestros actos, quedaría mancillada y perdería cualquier valor. 


El Secreto, como una prueba de disciplina aquí no se contempla, dado que nuestro Protagonista no tiene reparos en dar la ubicación de su propio Domicilio. Esto me recuerda la actitud legítima; pero que no termino de entender de qué algunos amigos no hayan deseado salir fotografiados en público y a nuestro lado. ¿Qué temen?, ¿por qué actúan de esa manera? Me temo que, todos ellos, poseen un concepto equivocado de lo que es el Secreto. Salir al lado de un verdadero Hereje como es Aralba quizá, crean, que pudiera perjudicarles tanto en su vida profana como iniciática. En fin, creo que se encuentran equivocados; pero ellos sabrán lo que hacen. 


No hay que tener miedo, hay que salir al Mundo y mostrarnos como lo que somos. Dignos Estudiantes de las sagradas Enseñanzas Rosacruces. Quizá, si lo hacemos, nos llevemos una agradable sorpresa. No hay por qué avergonzarse ni por lo que somos, ni por lo que hacemos, ni con quiénes nos juntamos. Sentirse avergonzado de salir al lado de alguien es una verdadera ofensa contra dicha Persona. ¿Puede eso entenderse?


La mayoría de las organizaciones esotéricas ritualísticas utilizan estás analogías como guión para desarrollar sus visibles ceremonias; pero mis amigos deben de tener en consideración que ninguna dramatización teatral, ninguna, puede sustituir a la verdadera y legítima iniciación interior. 


Todo lo que no sea interno es jugar. Jugar a iniciarse como los niños cuando juegan a policías y ladrones o a indios y soldados. Como entretenimiento, momentáneo, no tenemos nada que objetar; pero convertirlo en un sucedáneo de la Iniciación verdadera nos parece erróneo, una pérdida de tiempo y, en consciencia, un Delito de negligencia contra Cristo nuestro Señor. 


Aralba Pensator Minister, Frater R+C