miércoles, 3 de noviembre de 2021

Lección 14, Tercer Grado, Primera Orden

  "Las Bodas Químicas 14"


-Segunda Jornada V-


Dualismo vs Monismo. Existen dos formas contrapuestas de entender a la Divinidad. Una es la exotérica, externa, propia de las religiones oficiales, y en la que a Dios y todo lo que tiene que ver con él se lo entiende como algo separado de su Creación y, por lo tanto, también del Hombre. 


A ésta forma errónea de entender a Dios vamos a denominarla Dual. La otra, es la esotérica, interna, en donde Dios y su Creación se entienden como una sola cosa inseparable. Este modo correcto de entender a Dios, vamos a denominarlo monista.


El Sistema Dual es propio y consustancial de estar viviendo en un Mundo Ilusorio que no es otra cosa que una proyección mental de nuestro verdadero Ser. 


Donde reside la Dialéctica, es natural que sus moradores comprendan su Universo y lo trascendente como algo exterior a Dios; es decir, una proyección externa de él. El error consiste en pensar que esa proyección ilusoria es algo externo y separado de la Divinidad. Solo es una mera percepción mayestática de la Verdad y que, inexorablemente, transformamos, mentalmente, en nuestra particular visión de la Realidad y confundimos, ésta, con la única Verdad posible: Que tú, yo y todo lo existente somos una Unidad inseparable con Dios.


El Sistema Monista, de Mónada, solo es comprensible si viajamos hacia nuestro interior más profundo, evadiendo la mayestática realidad de la proyección exterior del Mundo de lo Dual. 


Solo en ese interior podemos descubrir la Verdad y entender la auténtica Realidad y que no se encuentra sujeta a la ilusión de nuestra visión dual que reproduce nuestra Mente.


Es por ello que Jesús, el Profeta de Cristo, una única unidad desde el punto de vista Monista, nos dice en el Evangelio, que debemos recogernos en silencio para poder hablar con él, con nosotros mismos, con nuestro interior más profundo donde solo existe el Punto o Singularidad que es Dios y en la cual existimos todos en forma de ideas. 


Es, por decirlo así, lo que entendemos por la realidad como el Sueño del Creador; pero donde el propio Creador es el sueño del Alma de Dios y donde el Alma de Dios tampoco es otra cosa que el sueño del Dios absoluto e incognoscible que los gnósticos conocían como el Pleroma.


No se trata de ver al Hombre como un Ser separado de su Demiurgo Creador, a éste de algo diferente al Eón Sofía y a ésta como un sujeto aparte del Pleroma. En Verdad todo pertenece a una misma cosa, el Pleroma innombrable e indefinible, aunque los humanos lo separemos, y lo etiquetamos para luego enlatarlo, de forma individual y separada, con el fin de obtener cierta comprensión de la Verdad. 


El problema de todo ese proceso de disección mental es que es erróneo, falso y solo nos induce a la equivocación, inmersiva, dentro del Mundo mental de la dualidad.


La Dualidad separadora es producto de un proceso mental inducido por la naturaleza dialéctica de nuestra propia Mente. 


No existe nuestra Mente, ni la Mente de los otros. Existe solo la Mente de Dios y su Esencia, digamos su Cuerpo, es de lo que todos nosotros, como meras ideas intangibles, estamos constituidos. 


Nuestra realidad es el resultado de un proceso mental y que podríamos denominar, correctamente, como la proyección de los pensamientos de la Mente Divina.


Por lo tanto, tengan en consideración esto cuando vuelvan a observar con sus ojos la Realidad. Lo que ustedes ven es parte de ustedes mismos, un reflejo de una parte de ustedes; porque del mismo modo que el ojo no puede verse a sí mismo sino su reflejo invertido en el espejo, así nos vemos, a nosotros mismos, en todo aquello que nos rodea; pero el problema consiste es que no somos capaces de reconocernos como nosotros mismos y lo separamos etiquetándolo como el Otro o lo otro. Eso que veo, no soy yo, no es parte de mí, es algo externo a mí. En eso consiste la Dualidad y por ello tenemos, por la naturaleza de nuestra constitución y de nuestro entorno, la sensación ilusoria de ser una cosa aparte de la única Cosa que en verdad existe, Dios.


*


"Al pasar por la puerta di mi nombre, y fue anotado en un pergamino destinado al que sería el esposo. Solo entonces me entregaron la verdadera medalla distintiva del invitado. Era más pequeña que las anteriores, pero más pesada, y en ella se veían grabadas las letras S.P.N. (Sanctissimi Patris Nostri).


Seguidamente, me ofrecieron unos zapatos nuevos, pues el suelo del castillo era de mármol blanco. Yo, por mi parte, le di mis zapatos viejos a uno de los pobres, en este caso un anciano, que estaba sentado frente a la puerta.


Al poco, dos criados con antorchas me condujeron a una estancia y me pidieron que me sentara en un banco. Así lo hice, después de que ellos hubieran colocado sus antorchas en unos agujeros que había en el suelo y se marcharan.


De repente, oí un ruido y me di cuenta de que varios hombres se me venían encima, pero como no los podía ver, no puse resistencia. Resultó que eran unos peluqueros; yo les dije que no hacía falta que me zarandean, que me prestaría a lo que quisieran. Se apartaron y uno de ellos, que seguía siendo invisible para mí, me cortó el pelo de la coronilla (tonsura romana), pero me dejó las mechas canas de la frente y las sienes.


Durante un momento tuve miedo y me asusté al verme así asaltado, pues pensé que Dios me había abandonado a mi suerte a causa de mi poco juicio.


Los peluqueros invisibles recogieron con mucho cuidado el cabello cortado y se fueron; los dos criados de antes regresaron y se rieron de mi susto, pero no bien había comenzado, sonó una campana que, según me explicaron, nos convocaba a una reunión.


Después de atravesar muchos pasillos, puertas y escaleras, los criados que me precedían con sus antorchas me llevaron hasta una gran sala. Allí se había reunido un número considerable de invitados. Podía ver emperadores, reyes, príncipes, nobles, señores, plebeyos, ricos y pobres, todos se daban cita en la sala.


Pensando en todo lo que me había pasado, quedé sorprendido. Me dije que esto era una locura, que por qué razón había sufrido tanto con el viaje. Allí se hallaban compañeros a los que yo conocía bien, cuyos méritos nunca había apreciado. Allí estaban todos y yo, con mis súplicas y oraciones, había llegado el último y a duras penas. Fue sin duda el diablo quien me inspiró estos pensamientos y otros por el estilo, a pesar de que yo me esforzaba por sacarlos fuera de mi cabeza.


Los que me conocían me llamaban por mi nombre: "Hola, Hermano Rosacruz, ¿tú también has venido?". "Sí, Hermano, respondía yo, la Gracia de Dios me lo ha permitido". Muchos se burlaron de mi respuesta, pues pensaban que no era procedente para aquella ocasión mencionar a Dios. Pregunté qué camino habían escogido -algunos siguieron el de las rocas-. Pero antes de hallar respuesta, sonaron unas trompetas que anunciaban la hora de la comida. Cada uno se sentó según su rango y condición, y yo encontré asiento a duras penas en la mesa de los pobres."


*


Parece que va quedando claro que es nuestro propio Señor, quien nos ha convocado a ésta, ciertamente, oposición a convertirnos en servidor suficiente y elegido entre los muchos llamados de entre toda suerte y condición. El Rey requiere que el nombre de Christian Rosentkreutz, al igual que los del resto de invitados convocados, y que han llegado a tiempo, tras superar las preliminares pruebas del Camino, sea inscrito en un pergamino para que no exista confusión y, por el contrario, sí constancia de ello. Ahora se nos confirma, definitivamente, tras pasar, nuestro místico viajero, por los dos portales previos, que Rosentkreutz ha sido llamado a servir al Sagrado Padre Nuestro; es decir, Dios. El Rey es Dios, el Espíritu que se manifiesta, en nosotros, mediante su esposa, el Alma. Es hora de que se descubra nuestra vocación sacerdotal de servicio y ministerio en los planes de Dios. Aquí, termina Christian por desprenderse de lo poco antiguo que le quedaba; sus zapatos, y que representa a los últimos y naturales apegos a la Tierra, a la Materia, a éste Mundo.


Aparecen en escena dos criados para asistir a nuestro Protagonista acompañándolo hasta un banco iluminado por las antorchas que, previamente, llevarán prendidas. Estos dos criados no son otros que el Interés y la Voluntad por descubrir la Luz; pero sin levantar los piés del suelo; de ahí que las antorchas sean dejadas en el suelo y no en las paredes.


El primer servicio que recibe de su Real anfitrión es un peculiar corte de pelo, la tonsura romana, que posee dos significados diferenciados; pero que se complementan a la perfección. La tonsura comenzó siendo un símbolo de esclavitud y sumisión para terminar convirtiéndose en sinónimo de la primera Iniciación Sacerdotal. No sabemos si es consciente, en ese instante, de su significado; pero ya no nos queda la más mínima duda de que nuestro Amigo ha sido llamado para convertirse en un fiel servidor de Dios.


Los mismos asistentes de antes conducen al invitado del Rey a una reunión constituida de todo tipo de gente de muy diversa clase y condición. Todos ellos son egos seleccionados para intentar superar las pruebas y convertirse de llamados en elegido.


Aún, a nuestro carismático Personaje le cuesta creer que tenga méritos suficientes como para estar allí entre gente, supuestamente, tan importante, que cuando dice que se encuentra allí por la Gracia de Dios, se burlan de su humilde manifestación. Entendemos, con lo anterior, que muchos de los egos que allí se encuentran, creen que están por méritos propios y no por una misteriosa decisión divina; pero bueno, ya conocen ese dicho de "El último en reír rié mejor"


Nuestro Amigo no es alguien precisamente optimista, estarán de acuerdo conmigo. Tampoco es que sea una persona rica en bienes materiales, pues no tiene donde caerse muerto; pero tiene algo muy importante, Fe y Esperanza.


Aralba Pensator Minister, Frater R+C