jueves, 22 de diciembre de 2011

KAOS QUÁNTICO, Libro III: Horizonte Quántico, La Enfermera Fantasma

Todos necesitamos alguien fuerte a nuestro lado. Los hombres ahora lo saben. El mito del Hombre fuerte está superado. La mujer es el sexo completo de la Especie y quién más preparada está para sobrevivir ante la adversidad.

Almirante José Contreras (Gran Maestre de la Orden del Ánfora)

(Dimensión Alpha Omega)

La Enfermera Fantasma



– ¡Laura, Laura! ...¿Dónde estás Amada mía? No me dejes por favor.


–Está delirando Doctor.

–No tiene importancia, enfermera, es una reacción natural al tanque de recuperación y a la anestesia sinérgica. Nuestro ilustre paciente se repondrá, en su totalidad, en cuestión de muy pocas horas.

– ¿Dónde está la Enfermera Laura? – Desperté encontrándome acostado en el lecho de lo que parecía ser el Hospital General de la Armada Espacial.

–Ha estado delirando, Capitán Humberto; pero ya ha pasado todo, de verdad, el Doctor Pérez dice que ya está prácticamente recuperado – Hizo un gesto, señalando brevemente, con el índice de la mano derecha hacia su acompañante.

–Por favor, ¿Donde está Laura, Señorita?

–Cálmese Capitán, yo soy su médico – Me tomó la mano el Doctor– En éste Centro Médico no trabaja, que yo sepa, ninguna enfermera denominada con dicho nombre.

–Tiene razón el Doctor – Intervino la enfermera para corroborar las palabras de su superior.

–Pero… pero – tartamudeé –, yo la he visto, se lo aseguro.

–Hace tan sólo un instante estuvo aquí acariciándome el cabello y enjugando mi abundante sudor con un suave pañuelo.

–Es natural, querido amigo – intervino el médico –, que en el estado de shock en el que usted se encontraba, haya podido tener alguna ilusión o ensoñación.

–Se lo juro Doctor, era absolutamente real – Reafirmé mis palabras anteriores, llegando al punto de casi gritar.
 
–No lo dudamos Capitán; pero ahora debe usted descansar.

–Luego hablaremos; mientras tanto, Señorita Ruiz –miró taxativamente a la bella auxiliar –, vaya a recepción e intente descubrir si alguna mujer ha entrado en éste hospital y en ésta estancia.

– ¿Que características físicas tiene su…  ¿Cómo se llama?   ¡Laura! – me interrogó el Doctor, dirigiendo su inquisidora mirada hacia mi echada persona– ¡Escuche Enfermera!

–Es bellísima, perdone usted, Señorita.

–No, no, por favor, No tiene importancia ¡Debe usted quererla muchísimo?

–Creo que sí.

–Díganos – continuó el Doctor con cierta impaciencia – ¿Cómo es de estatura, su color de pelo, forma de su cara?, que sé yo.

–Perdonen ustedes, comprendo que su tiempo es muy valioso. Laura tiene la cara finamente ovalada y sus ojos son de un verde más brillante que las esmeraldas. Su cabellera es de un raro color rojizo que pudiera parecer teñido; pero ella me confirmó que dicho tono era absolutamente natural consecuencia, quizá, de alguna mutación genética familiar.

–A pesar de su estatura – continué –, entre uno sesenta y cinco y uno sesenta y ocho, su inusual delgadez la hace parecer mucho más alta. Sobre todo cuando se la observa desde la lejanía. Sus brazos y piernas se encuentran perfectamente torneados y tanto su pronunciado busto, como sus caderas contrastan con lo estilizado del resto de su figura.

–No sé, su nariz, su boca, Capitán intente describir sus facciones.

–Doctor, ciertamente, no sabría expresar tamaña belleza con palabras. Viene a ser algo así como el reflejo de un alma pura y cristalina. La perfección más elevada que pudiera yo imaginar; pero sin llegar a la frialdad marmórea de esas expresiones insípidas de las pasarelas de la Holovisión... Una nariz pequeña, un poco acaballada, que le concede un cierto grado de personalidad. Sus labios son carnosos pero menudos.  Su dentadura es como una hilera de perlas de un blanco inmaculado y la profundidad de su mirada pareciera no ser de éste Mundo.

–Creo que con estos datos ya tenemos suficiente. Vayamos fuera Señorita. A usted, Capitán Romero, le conviene descansar. Intentaremos encontrar a esa Laura; pero considere,  igualmente, lo que le comenté anteriormente. Su Laura podría,  muy bien, ser una obsesión del estado de delirio por el que ha pasado – habló en voz baja dirigiéndose a la enfermera –, parece que todavía no se le ha pasado del todo el efecto sinérgico. Vaya parrafada estilo Shakespeare.

–No he dejado de tenerlo en cuenta Doctor, muchas gracias por su preocupación –dije aparentando no haber escuchado.

– ¡Ah! ...Otra cosa Capitán. El Almirante Contreras viene hacia aquí para preocuparse por su salud. Ya le he comentado que su situación se encuentra estabilizada. Parece apreciarle mucho.

–El bueno de Pepe.–El doctor puso cara de asombro cuando mencioné, con tanta familiaridad, el nombre de mi Superior y Padrino; pero tan sólo fue un brevísimo gesto en un más breve instante 

- luego nos veremos Capitán – El médico salió por la puerta,  siguiendo los pasos de la enfermera Ruiz.

*