Dice alguna mala Religión que Lucifer es el Príncipe de las Tinieblas; pero lo cierto es que también es el Príncipe de este Mundo y que su nombre significa Luz. Si hay alguna divinidad Griega que se le asemeje, ese es Prometeo que Robó el Fuego del Olimpo para calentar a las heladas personas de la Tierra. Lucifer es un Arcángel caído en desgracia; pero con la transformación del Hombre se completará su propia redención. Lucifer es uno de los Hombres Verdaderos.
Pasaje de la Biblia Luciferina (Libro de la Rebelión Cap: 5 Vers: 2)
(Dimensión Alpha Omega Año 0, antes de nada)
Star Light no era comandante, cabo, ni tan siquiera alguien importante dentro de la comunidad humana. Laura Estrella Luminosa había sido hasta hace muy poco tiempo nada más simple ni nada más importante que eso Laura Estrella Luminosa.
Poco sabía éste, ésta, ésto..., caramba, esperen que intente explicarme, porque da la casualidad que Laura Estrella Luminosa no poseía alguno de los sexos en particular; tampoco carecía de ellos pues Laura era andrógino, al igual que el resto de sus congéneres.
Ustedes se preguntarán ¿es una historia del futuro?, pues miren por dónde no lo es.
Volverán a preguntarse, ¿es una historia del pasado?, la contestación es la misma que la anterior.
Ya, cansados de indagar, interrogarán, ¿es una historia del presente?.. –caliente, caliente–, ¡caramba!, miren por dónde, nos vamos acercando a la solución exacta...; pero esta tampoco es la correcta. Entonces, hartísimos de no recibir una respuesta adecuada, se pondrán a leer, sin más, esta historia que aunque no puedan creerlo ha sucedido aunque nadie sabe ni dónde ni cuándo, ni en que lugar.
Hace ya, o hará, muchos eones que los seres humanos se habían, o se habrán, desentendido del cuerpo físico; en realidad, podían, aquí lo dejo, disponer del vehículo corporal que quisieran e incluso se encontraba, dentro de su capacidad, la posibilidad de replicar cuerpos carnales, diversos, durante brevísimos periodos de tiempo, unas veinticuatro horas fisiológicas. No era por nada en especial sino que los hombres, habituados a existir conscientemente en forma de purísima energía, encontraban tremendamente claustrofóbico y aburrido el mantener durante largos periodos una misma vestimenta.
A los humanos, contemporáneos de Pequeña Buscadora, jamás se les podría hablar de la Tierra su planeta de origen pues, en realidad, no tenían conocimiento de su existencia.
Hace ya tantos eones que dejaron su planeta natal como eones hace que abandonaron sus cuerpos carnales. Ciertamente, estos hechos no fueron debidos a ninguna causa mágica, extraña a ellos, ni tan siquiera, esa mutación se había producido por un aumento de la inteligencia; ¡qué va!, simplemente, un día, comprobaron que podían cambiar de cuerpo a voluntad y este hecho se convirtió en una agradable e innovadora moda.
La necesidad de procreación fue abandonada por innecesaria e inútil. Ellos eran energía y habían existido desde siempre; por lo tanto, parecía absurdo crear otros cuerpos para los hombres-energía..., todos los hombres-energía existían, sin más, y eso era todo.
Viajaban ininterrumpidamente por los diversos universos intentando, por medio de experimentos genéticos, el avance de la inteligencia en seres atrasados y que se encontraban necesitados de alguna ayuda, suplementaria, para continuar su evolución.
Nadie les mandaba hacer las cosas. No obstante, todo se hacía y nadie se preguntaba el porqué; era algo inevitable como si fuese una tendencia innata, en el mundo energético, inherente a la constitución humana. Hace ya, algún tiempo –el tiempo para los humanos energía no tiene el mismo significado que para los seres con cuerpos físicos–, una pequeña colonia de científicos estaba trabajando en sus menesteres, de manipulación, en el planeta Alpha II.
Su objeto de atención se centraba en unos evolucionados primates a los que denominaban homius. Estos eran una raza de animales muy avanzados que encontrábanse en la frontera de la civilización; no obstante, los humanos estaban convencidos que un empujoncito, en su evolución, no les vendría nada mal para poder ser depositarios de la Inteligencia de Gestar. Los homius eran unos seres muy belicosos aunque prudentes, cobardes, y gracias a eso habían logrado sobrevivir en el complicado y salvaje ecosistema de Alpha II.
Los compañeros de la amorosa Laura, mantenían enjaulados a algunos homius que habían sido, previamente, seleccionados por sus innatas características y que los hacían aptos para la experimentación genética: relativa mansedumbre, nobleza. Grandes, dentro de lo que cabía, dosis de paciencia y sobre todas estas cosas, porque eran especímenes muy maleables.
Pequeña Buscadora Vra un Ser muy sensible y amoroso; en realidad, todo lo que sucedía a su alrededor le concernía y nada, absolutamente nada, le era ajeno. A Laura le daba una tremenda lástima ver sufrir a los homius encerrados en aquellas jaulas semi materiales. Realmente, ella los quería y lo hacía de veras.
En muchas ocasiones, sus congéneres, la habían visto llorar del modo que lo hacen los seres-energía, palideciendo su espectro cromático y acrecentándolo rítmicamente, produciéndose cambios visuales de una melancolía extrema. Ella procuraba, en lo posible, que no se la contemplara en dicho estado para evitar que sus compañeros entraran en un estado depresivo inducido; no obstante, esto era algo que no siempre conseguía.
También reconocía que la vida de los congéneres de los homius, que se encontraban, bien protegidos, en aquel laboratorio, no era en absoluto agradable; a pesar de la aparente libertad de la que disfrutaban en el exterior. Alpha II era un planeta donde los depredadores caminaban a sus anchas y los homius parecían ser sus presas favoritas.
El proceso de mutaciones genéticas que los seres humanos estaban provocando en estos semi inteligentes simios era lento pero seguro. Laura Estrella Luminosa, a medida que pasaba mayor tiempo en compañía de los homius, iba encariñándose dramáticamente de ellos. Ella comprendía la soledad de esos compañeros de laboratorio y también entendía del porqué de su continuo mal humor, que de vez en cuando hacía mella en ellos, con especial violencia, cuando se consideraban maltratados o necesitados de una libertad que se les negaba.
Un día, nuestra protagonista, llevada por su gran amor hacia los homius, incumplió la premisa fundamental de los humanos-energía e interfirió, de forma personal y directa, en la evolución de estas criaturas y..., bueno, no nos precipitemos al comentar los acontecimientos.
Laura Estrella Luminosa, como de costumbre, se dirigió hacia el laboratorio de investigaciones biológicas y con un ligero impulso mental abrió la puerta y penetró en su interior. Éste estaba iluminado con unos grandes focos, inmateriales, de energía fotónica activa.
Al fondo, de la estancia, se encontraban dos de los ejemplares, más hermosos, de primates que habían sido capturados. Cuando ella les llamó se encontraban durmiendo plácidamente; su voz era de una contextura finísima y agradable al oído de los simios, asemejando una melancólica melodía musical. Los homius se incorporaron y sus voces pudieron oírse, si a esos gruñidos podía llamárseles así.
Ug..., Grunggg, Urg –estos eran los sonidos que Laura Estrella Luminosa escuchó y que, inmediatamente, interpretó; bueno, en realidad no había necesidad de esto, pues los humanos comprendían los pensamientos de forma telepática, perfectamente, por muy primitivos que fuesen estos.
Tranquilos, tranquilos, queridos –musitó la humana, emitiendo ondas electromagnéticas audibles mientras su cuerpo energético variaba su frecuencia de vibración dentro del espectro cromático–, vosotros sabéis que yo os quiero y que jamás sería capaz de dañaros.
Los homius entendieron el mensaje bivalente, telepático y acústico, haciendo que sus gráciles rostros reflejaran una especie de sonrisa cargada de tranquilidad y satisfacción.
Laura Estrella Luminosa, como solía hacer habitualmente, se acercó a sus amigos
¿irracionales? y, en pocos segundos, fue replicando un cuerpo semejante al de estos. El humano se había convertido en un homius andrógino pues no se podía decir si era macho o hembra, esto quedaría a la elección de Laura Estrella Luminosa cuando ella lo creyese oportuno.
Llevaba mucho tiempo luchando, consigo misma, pues en su interior había una gran atracción a intervenir corporalmente en las manipulaciones genéticas. Quisiera, en el fondo de su corazón, intentar un intercambio de fluidos con sus amados homius.
Ella, en sus vidas anteriores y en la actual, había mantenido relaciones, íntimas, con los más diversos seres de la galaxia, pero nunca, nunca, con especímenes susceptibles de manipulación genética. Ahora era distinto, entonces era por el mero placer físico lo que la impulsaba a encarnar un cuerpo pero, en estos momentos, era por Amor por lo que estaba dispuesta a contravenir las leyes de la evolución dictadas por los más sabios de los hombres-energía.
Ella se sentía impulsada, por una fuerza superior a su propia energía, a romper dichas leyes..., a ser portadora genética y manipuladora directa de una nueva forma de vida. Sabía que los científicos humanos se encontraron con graves problemas al intentar cambiar el código genético de estos primates, pues eran seres en la frontera de la inteligencia, pero ella había conseguido encontrar la solución a todas las trabas que la ciencia no había podido romper.
Laura Estrella Luminosa, sola, ella sola conseguiría lo que los más grandes energi-cerebros no habían podido lograr.
Sabía Laura Estrella Luminosa que debía darse prisa, pues la incapacidad, por indolencia, de mantener un cuerpo replicado hacía, a todas luces, imposible sus propósitos pero, al menos, lo intentaría...
Estuvo hablando, durante largo rato, con los inteligentes simios; estos discutían entre sí y parecían enfadarse con Laura Estrella Luminosa, sobre todo la hembra que estaba realmente inquieta.
-Queridos amigos –dijo la humana–, yo os daré la libertad si me permitís que os dé parte de mi vida y a cada uno por separado. Seguían los gruñidos y gritos de desaprobación.
-No quiero –continuó–, aprovecharme de vosotros y ni tan siquiera sacar algo de placer físico; sólo quiero daros algo de mí y dejaros algún recuerdo para que vuestros descendientes no vuelvan a ser esclavos ni comida para las alimañas.
Los homius preguntaron a Laura Estrella Luminosa, ya más complacidos, qué es lo que quería de ellos y tras su respuesta afirmaron encontrarse a su disposición, pues ellos también la querían y deseaban amarla.
-Saul ven aquí –llamó al macho.
Éste, obedeció inmediatamente y se acercó al homius Laura Estrella Luminosa que de andrógino había pasado a ser una apetecible hembra ante el asombro de los dos primates.
El macho se abalanzó sobre Laura Estrella Luminosa y penetró en una luz que amorosamente le envolvió sacándole moléculas y genes en una estampida, magnificente, de luces y colores tamizados y mezclados con una música que tan sólo podía nacer del centro de las estrellas. Todo duró un breve tiempo hasta que el extenuado homius fue abandonado a su soledad con un murmullo cargado de amorosa comprensión.
Saúl una vez realizado su trabajo, y ya envuelto en una melancólica tristeza podía pensar y ser consciente de haber sido amado por una diosa.
-Eso es, Saúl y Flor –se dirigió Laura Estrella Luminosa hacia los homius–, quiero que tengáis un hijo mío y que yo pueda tener un hijo vuestro. Cuando nazca la criatura, Flor, tú la amamantarás y le proporcionarás el cariño materno necesario para su correcto crecimiento; pero después deberéis entregármelo para que los humanos le adiestremos en las artes y en las ciencias. Saúl, Flor, nuestro hijo será el nexo de unión entre nuestras diferentes especies.
Dicho esto, Laura Estrella Luminosa llamó a Flor y ésta pudo comprobar cómo las cualidades femeninas de la diosa se transformaban en poderosos atributos masculinos y tanto ella como Saúl pensaban cómo deberían llamar a su amoroso cuidador si él o ella. Sus pensamientos no podían ir más allá de esto...
En los breves instantes que duró la transmutación del humano, la poderosa energía que era, produjo en el interior de su organismo replicado profundas transformaciones génicas sobre el ficticio óvulo que había sido fertilizado por Saúl.
Flor se dirigió sumisa hacia el nuevo macho y penetró en un torrente de excitación casi mística donde la hembra no sabía si le había llegado la muerte, o la felicidad se había instalado en cada una de las partículas que conformaban su velludo cuerpo y de repente se sintió llena y llena de algo superior al placer, Flor era consciente de que su cuerpo se había transformado convirtiéndose en el receptáculo para el nacimiento de algún dios.
La mutación se había realizado y ya no había vuelta atrás. “ Terminado el tripartito acto de procreación, Laura Estrella Luminosa besó cariñosamente a los dos homius y surgieron de sus brillantes ojos, replicados, unas luminosas lágrimas y pensó: lo hecho hecho está.
De sobra sabía que debería hacer frente a un terrible castigo cuando los jefes humanos se enterasen de lo sucedido.
La luminofilia, con motivos reproductores, estaba castigada con la expulsión del universo material.
Poco a poco, su remedado cuerpo, se fue esfumando ante los atónitos ojos de sus amados homius. Jamás podría volver a tocarlos, besarlos o amarlos físicamente; pero su conciencia se encontraba tranquila. Laura Estrella Luminosa, haciendo uso de su energía primordial, abrió la jaula de los primates y, mentalmente, les solicitó para que salieran de ella.
Sois libres, amigos, y recordar que lleváis en vuestro interior algo que nos pertenece a los tres; cuidad de él y yo estaré siempre con vosotros, hasta que la futura raza de los homius sapiens esté preparada para sobrevivir en el medio hostil de Alpha II.
Los ojos de los homius se deshicieron en un amargo llanto y, por momentos, parecía que no quisieran irse al encuentro de la libertad. No, si está implicaba la separación de Laura Estrella Luminosa.
¡Vamos, largaros! –les dijo Laura Estrella Luminosa de forma insistente–, ya os he dicho que estaré siempre, siempre, con vosotros aunque seáis incapaces de verme.
¡Adiós Pequeña Buscadora! –escuchó, mentalmente, la despedida de sus amados homius.
Adiós Flor, adiós Saúl –contestó la humana.
Hemos infringido –continuó–, las leyes de la naturaleza y castigo recaerá sobre mí. Sólo os pido una cosa, si es un bebé me gustaría que le llamaseis Adán y si fuese una bebita Eva.
Dos figuras desaparecieron en la espesa obscuridad de la noche de Alpha II.
Saúl y Flor sabían, dentro de su corazón que su planeta sería como una segunda tierra pues su retoño sería una persona y podrían, algún día, en algún momento, llegar a ser Seres humanos; pero ¿cómo les llamarían si fuesen gemelos?
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