sábado, 10 de marzo de 2012

KAOS QUÁNTICO, Libro IV: Cosmogénesis; La Justicia

8 – La Justicia

Desconocida dama, hijo mío, para el común de los mortales y que posee características propias de la Sacerdotisa, la Emperatriz y en menor medida del Emperador; pero que solo alcanza su máximo esplendor en el arquetipo del Héroe, los Amantes. Ella se mueve en tres niveles de existencia, el espiritual, el de la naturaleza y el humano.


Los simios proto-hombres legislan sin cesar sin saber lo que realmente están haciendo. A esa legislación, propia del Emperador, no se la puede denominar como Justicia pues solo usa la espada para allanar el camino y permitir que puedan hacerse realidad los designios del Sistema.


La Falsa Justicia del simio-hombre está sujeta a la simpatía y a la antipatía, a las casualidades y coincidencias del Destino. Por lo tanto, cualquier atisbo de la expresión Justicia solo puede ser fruto de la más pura casualidad. Esta justicia es pura indecencia.


La Naturaleza posee, desde su origen, una serie de Leyes naturales inquebrantables, aunque sorteables temporalmente, que están representadas en la balanza de causa y efecto. Toda causa produce un efecto, que además volverá a poner en marcha nuevas causas así hasta el infinito. Por lo tanto, las causas que las criaturas ponen en marcha, dentro del seno de la Emperatriz, siempre regresan a su origen amplificadas. Por lo tanto, si se ponen en marcha causas positivas o negativas, nos retornarán, sin ninguna duda, con la misma polaridad pero amplificadas. Esta justicia es totalmente ciega y no diferencia entre individuos o circunstancias. Quien se mete en el territorio de caza del tigre, a sabiendas, es consciente de que indefectiblemente será cazado.


Lo que la gente conoce como Justicia, hijo mío, no es la Justicia que la Sacerdotisa impregnó en la Emperatriz y mucho menos la fáctica  del Emperador. La Justicia de la Sacerdotisa es implacable pues se encuentra por encima del Bien y del Mal. Su fuego abrasa y disuelve todo aquello que no case con los designios originales del Mago hacedor. Esa Justicia solo tiene una dirección y no conoce ni maldad ni benevolencia; según el concepto humano, incluso la Justicia en la Emperatriz sería terrible. Era tan joven y bueno y sin embargo fue devorado por el tigre ¡Que injusticia! De la justicia del simio-hombre, mejor no hablar de ella porque produce vómito.


Lo que la gente entiende como Justicia, en este mundo, es propio de Hércules, el Héroe, del ayuntamiento entre el Hombre y la Naturaleza. Esa Justicia, utópica en este plano de existencia, no es ciega ni usa la espada de forma indiscriminada. La balanza está siempre equilibrada con las circunstancias particulares de los individuos. Su magnanimidad es solo digna de los dioses y su función correctiva solo es efectiva si el espíritu del Héroe la imparte. Aquí, la consciencia del Semidiós, comprende que no tiene ningún sentido la violencia o la fuerza a la hora de impartir la Justicia divina. La pena capital no puede estar nunca justificada, pues aquí pierde el sentido que los simios-hombres le han concedido.


El Hombre, por naturaleza, es inmortal y está condenado a regresar a este plano existencial una y otra y otra vez. Aunque su memoria siempre es cercenada, en su génesis siempre quedan las causas pendientes y estará condenado a repetir los errores una y otra vez si no son corregidos en alguna actuación. Por lo tanto, cuando se ejecuta a algún individuo, en nombre de una falsa justicia, lo único que se está haciendo es aplazando el problema hacia otro escenario, no solucionándolo como es el fin original de la Justicia pensada por el Mago.


La corrección de la Señora Justicia, levemente andrógina, hijo mío, siempre es impartida con magnanimidad, considerando las circunstancias particulares o colectivas que han motivado al individuo a actuar de alguna manera impropia, respecto a alguna legislación natural o divina; pero nunca humana. El simio, no el Hombre, ni está autorizado ni está capacitado para impartir Justicia y mucho menos para legislar. Solo el Hombre verdadero, consciente de su divinidad, el Héroe que se ha vuelto uno con la Naturaleza, podrá convertirse en Juez de sí mismo.


Concepto Quántico Alma - Espíritu

Quizá esta sea una de las cuestiones más controvertidas, difícil de explicar y que más malos entendidos ha provocado. Algunas religiones y filosofías apenas generan alguna diferencia entre ambos conceptos y es por lo tanto fácil asimilarlos como si se tratara de un solo concepto; en otras ocasiones simplemente se intercambian los términos. Para las personas versadas en las diferentes concepciones, no les debe suponer problema alguno saber de lo que se está tratando en cada caso; pero a los legos les produce una especie de indigestión mental que termina por hacer que huyan de dichas elucubraciones.


El Espíritu es un Ente divino e inmortal que nunca ha tenido un principio y jamás tendrá un final. En algunas filosofías se trata de la parte divina que el hombre posee; por el contrario, el Alma, en origen, es mortal y no se trataría más que de una especie de órgano intermediario entre el espíritu y el cuerpo que está ocupando.


El Espíritu Humano no es nada más y nada menos que un subconjunto del Espíritu Universal y se manifiesta individualmente mediante el Yo. El Alma es lo que permite vivir, moverse y reproducirse a los cuerpos sintientes; pero también es lo que permite que el Espíritu pueda manifestarse a través de su cuerpo vehicular. El cuerpo por sí solo no podría contener al espíritu que es energía pura y sería destruido; por ello necesita de la intermediación del Alma que está compuesta, siempre en origen, por una porción muy pequeña del propio espíritu y el resto por sustancia etérica, materia sutil, que pertenece al propio mundo de la materia.


En un principio, el Alma es, como dijimos, casi totalmente material y por lo tanto mortal; es decir, cuando el individuo deja este mundo, el Alma muere y se transforma con el propio cuerpo biológico. El Espíritu se despega de su vehículo y retorna a los planos espirituales donde suele habitar sin un cuerpo material definido. En estos casos, el Alma es el receptáculo del yo personalidad y que está constituido por múltiples capas defensivas y kármicas, a modo de una cebolla, que se han ido adhiriendo en el transcurso de la propia vida y de las diferentes reencarnaciones; pero como el alma es mortal, entonces ¿De donde viene ese Karma si el Alma se desintegró con su cuerpo? El Espíritu al abandonar el cuerpo se lleva, a modo de bíos, solo la información esencial del Alma y cuando regresa a este u otros mundos retoma su historia vital, personal, donde la dejara recubriendo su nueva Alma de los materiales densos que conocía de vidas anteriores.


Conforme transcurre la existencia experiencial, el Espíritu diminuto, Yo semilla, que vive como un simbionte en el Ser Humano, primero despierta y va creciendo hasta hacerse grande. Según esto va sucediendo, las diferentes capas, yoes,  se van desprendiendo del Alma y van dejando lugar al Yo creciente o Espíritu Humano que va ocupando ese lugar. Solo cuando el Espíritu tiene el suficiente control sobre su cuerpo es cuando va sublimando el alma a niveles en que, llega un instante, que deja de ser un órgano de carácter material para convertirse en algo substancialmente espiritual. Es solo entonces, cuando el Alma, ahora sí, se vuelve una con su Espíritu y por lo tanto en inmortal.


El cuerpo denso, material, siempre acabará en la tumba; pero llegados a este punto, el Alma se ha convertido en el vehiculo, traje espiritual del Hombre, Yo Espiritual. Ese es el Corpus Christi, Vestido de Bodas o Santo Grial y Fénix de los pensadores antiguos. Solo entonces el Hombre puede moverse, junto con su consciencia, sin ningún tipo de cortapisas, por los diferentes universos, materiales y espirituales.

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