Por fin, el sentido común imperó entre los políticos del Mundo y los dineros que eran invertidos en la costosa investigación espacial fueron desviados, con el fin de paliar el hambre de los más necesitados. Una noche, sin previo aviso, una piedra cayó del cielo y el Hombre, con sus guerras, desapareció.
Berta (Inteligencia Artificial Doméstica)
Descubriendo el Misterio
Roberto Beltrán se ha quedado dormido mientras contemplaba una de tantas películas de educación sexual explícita. La pequeña pantalla de plasma, que se encuentra frente a su cama, sigue encendida mostrando algunas escenas consideradas, antaño, como muy duras.
Su cuerpo permanece relajado y espatarrado. Mientras tanto, unos leves ronquidos no dejan lugar a dudas de que se encuentra profundamente dormido. Sobre la cabecera de la cama se encuentra un anagrama, perfectamente enmarcado, del Árbol de la Vida, de la Cábala Judía. Perteneciente, con mucha probabilidad, a algún tipo de organización discreta o secreta. Dos ángeles guardianes, con apariencia de mujer, desplegando sus alas, parecen proteger a unos niños en diversas situaciones de peligro.
En un esquinazo del dormitorio se encuentra una mesa de trabajo, que por los artilugios electrónicos que contiene, tanto sobre las baldas como sobre su superficie, debe tratarse de un completo laboratorio electrónico de aficionado. Dos osciloscopios, generadores de funciones. Otros medidores y algunas fuentes de alimentación completan un diverso y surtido aparellaje.
Justo en el centro de la mesa se encuentra un dispositivo amorfo que muestra sus entrañas cargadas de componentes microelectrónicos. Terminado; pero experimental y de un tamaño medio. Se trata del misterioso trabajo que lleva a medias con el Profesor Arpegio.
– ¿Roberto, hijo, has localizado algo importante desde nuestra última conversación?
–Armando; creo que tengo que pedirte disculpas. Tu apariencia de anciano profesor despistado me confundió. Debo confesarte que, un poco, te seguí el juego sin creer demasiado en tus paranoias, entre comillas…, ya sabes…
–No te lo reprocho, Roberto; pero dime ¿qué has encontrado?
–Ahora voy al grano. Tú me comentaste que, en un estado profundo de sueño, se hace evidente la presencia de nuestro subconsciente; y es a ese estado al que se debe de llegar cuando se pretende hipnotizar a algún paciente.
–Efectivamente–Interrumpió brevemente Arpegio.
–Pues bien, Armando, considerando que nuestro cerebro funciona eléctricamente, tanto en forma receptora como emisora con diferente y sutiles ondas electromagnéticas, que tu me comentaste que se trataba de las frecuencias ¿alfa, beta y theta?, me puse a trabajar en ello; pero sin dejar de considerar aquello que te comenté, de unos mensajes cifrados, los cuales había descubierto hace ya algún tiempo y que intuía, en aquel momento, podría tratarse de algún tipo de conversaciones extraterrestres.
–Jodioporculo, ve al grano de una puta vez–Exclamó Armando con una clara actitud de impaciencia, haciendo uso de la gran confianza que había logrado desarrollar, con su discípulo, durante los últimos años.
Roberto sonrió, ante la exclamación de su peculiar oyente, y continuó con su discurso.
–Alguien nos está bombardeando con mensajes que solo pueden ser interpretados por nuestro subconsciente. Eso ya es evidente. Se trata de una señal de muy baja frecuencia que está montada en una portadora de microondas propias de los satélites de comunicaciones. Algunos de los mensajes que he encontrado son puramente comerciales; pero otros, esto si es grave, se trata de manipulación política y militar.
–Si no hubiese estado tan seguro de ello, habría exclamado ¡No jodas!
–Sí Armando, tengo que pedirte disculpas por haber dudado de ti, en un principio. Debes reconocer que tu actitud rebosaba de paranoia; pero ahora encajan muchas cosas en este tenebroso puzzle. Ahora podemos comprender esos mensajes extraños que escuchaba en el andén del metro, estando bajo los efectos del alcohol; pero sigo sin entender por qué entonces sí y ahora no.
–Es muy fácil Roberto. No debes de olvidar que, en el fondo, el alcohol no es otra cosa que una droga que te mantenía en un estado alterado de consciencia y de ese modo podías recibir los mensajes que en realidad iban dirigidos a la otra personalidad oculta que todos tenemos, nuestro subconsciente; cosa que por otro lado, te protegió contra ese suicidio involuntario al que te llevaban dichos mensajes.
– ¿Cómo involuntario?, ¡Arpegio, había una voz que me decía...!
–Disculpa que te interrumpa, querido niño; pero nada de lo que tú me has contado me hace presuponer que hubiese un claro mensaje de suicidio. Según mi hipótesis se trata de un efecto secundario derivado de encontrarte ante un dilema; algo así, como les sucede a los computadores, los cuales se bloquean bajo esas mismas o parecidas circunstancias.
–Ahora entiendo Armando. Yo debía de comprar un vehículo de alta cilindrada y elevadas prestaciones; pero que me era imposible de adquirir, por una cosa tan simple como falta de poder adquisitivo. Eso habría producido una guerra interna, entre el destinatario del mensaje, el subconsciente que no da valor económico a nada, y la consciencia de vigilia que sabía perfectamente que eso era inalcanzable.
–Eso es Roberto. No digo yo que sea exactamente así; pero resulta evidente que debe de acercarse mucho a la verdad. Las personas que actuaron en el suburbano, de una forma tan irracional, debieron de haber sido afectadas por lo mismo que tú; pero ellos no tenían alterada su consciencia ni mermadas sus facultades locomotrices. Su subconsciente les llevó al suicidio y ninguna borrachera, “in extremis”, pudo evitarlo… Pero tú has comentado que había mensajes militares y políticos ¿cómo es eso?
–Armando, algunos mensajes eran evidentemente comerciales, no vamos a volver sobre ello; pero otros decían claramente cual debía de ser el comportamiento de los receptores, ante unas próximas elecciones, pretendidamente democráticas, en África. Otros mensajes iban dirigidos a ejércitos rivales para que depusieran sus armas de forma pacífica. Los mensajes, Armando, son tremendamente claros y puedes escucharlos, descifrados, cuando tu quieras. Permíteme un simpático trabalenguas que viene a cuento tras lo que tú acabas de aclararme. ¡La consciencia, me consta que no es consciente del hecho!; ¡pero el subconscientes, es plenamente consciente de dichos mensajes!
Con dos “Scáneres”, tanto el Profesor Arpegio como el Ingeniero Beltrán salieron a la calle para realizar una triangulación de aquellas extrañas señales, cuyas radiaciones estaban investigando, con el fin de poder contrarrestar sus lamentables consecuencias.
Evidentemente, según comentara Roberto al Anciano, las señales eran emitidas desde la tierra, recibidas por los satélites de comunicaciones y reenviadas de nuevo a Tierra; pero ¿dónde se encontraban los repetidores? Todas las triangulaciones, siempre, llevaban a los mismos sitios.
Objetos publicitarios situados en las vías públicas de todas las ciudades y pueblos del mundo entero. Grandes balaustres, que soportaban un letrero luminoso así como un termómetro y reloj digital, eran los encargados de repetir la señal hacia todos los cerebros de los viandantes o de aquellos ciudadanos que se encontraban, falsamente protegidos, dentro de sus cálidas y seguras viviendas o de sus puestos de trabajo.
*
De repente, la mente del durmiente Roberto rompe con los pensamientos de hechos pasados recientemente y se sitúa en el salón de la vivienda. La luz de la estancia es tenue y Beltrán no se encuentra solo; sino en compañía de una bella joven. Los dos están desnudos. Ella a horcajadas sobre él. Su movimiento de vaivén así como el jadeo de ambos muestran, con rotunda evidencia, que se encuentran en pleno acto marital. El rostro de la mujer solo se vislumbra al trasluz.
– ¿Porqué paras? Tere, ¡mi Amor!
–Mi ansiado y amado Roberto, algo tienes sobre el brazo…
Con sus inmensas uñas, de color carmesí, arrancó una especie de insecto semejante a un verde pulgón; pero que al instante saltó hacia la oscuridad como si se tratase de algún tipo de saltamontes o algo parecido. Uno tras otro, los invertebrados fueron arrancados del brazo de Roberto por las expertas manos de su amada compañera. Ella seguía a horcajadas sobre su amante, con una parte substancial de amor, en su interior.
Cuando acabó, Teresa le dijo algo muy extraño a Roberto.
–Estos insectos amado mío, se encontraban sobre una parte sana de tu cuerpo. En el resto está creciendo un importante cáncer.
En ese mismo instante, Roberto se sobresaltó, como no entendiendo lo que sucedía a su alrededor. Encendió, de golpe, la luz y ambos dieron un grito de pánico. Ella saltó de su anterior posición, situándose al lado de Roberto, abrazándose a él como si el mismo infierno hubiera sido presenciado por sus desencajados ojos, dejando al descubierto la causa de sus desvelos.
La sala se encontraba infectada de todo tipo de arácnidos, aves y negros roedores. Las ratas pululaban por el suelo, mientras extrañas mutaciones entre cucarachas y saltamontes, de un tamaño exageradamente imposible, se encontraban aposentados en todos los lugares elevados de la estancia. El amplio mirador se encontraba entreabierto. Una inmensa águila real se había apostado, miedosa, sobre el timón de la Bounty. Todos se protegían, dentro de la vivienda, como si huyeran de algo maligno y demoníaco.
La pantalla de plasma seguía encendida mostrando, con la misma crudeza, las escenas explícitas propias de una película de ficción sexual.
Roberto se encontraba sudando, como si su organismo se hubiese liberado de ingentes cantidades de adrenalina. Era evidente que sus sueños se habían mezclado con una extraña pesadilla, cuyo significado, con toda probabilidad, jamás llegaría a comprender. Su órgano del placer se había encogido ante tamaño susto.
– ¡Berta, Berta! ¿Me escuchas?
–Si, Roberto, ¿Te sucede algo, quieres que llame a los servicios de Emergencia, te pongo una manzanilla?
– ¡No!, no es necesario, amiga mía. He tenido una pesadilla. ¿Has notado algo extraño?
–Nada que pueda tener alguna importancia, querido Roberto, tan sólo...
– ¿Tan sólo queé?–Interrumpió Roberto a su Ordenador.
–Durante un par de minutos se fue la luz; pero enseguida entró en funcionamiento el generador auxiliar.
–Eso lo explica todo Berta, ¡eso lo explica todo!
Berta permaneció en silencio. A pesar de tratarse de un sistema de inteligencia artificial, era lógico que tuviese limitaciones y que sus conversaciones nunca trascendieran de lo cotidiano.
Roberto tenía un sistema de alimentación eléctrica auxiliar, soportado por baterías y dedicado al Sistema de Seguridad primario; pero el cual no cubría la jaula de faraday que lo protegía de las influencias electromagnéticas exteriores. Roberto comprendió, enseguida, que durante los pocos minutos sin suministro eléctrico, había permanecido expuesto a las vibraciones electrónicas que investigaban él y su amigo Arpegio.
No existía otra explicación. De hecho era la única explicación posible.
*