Después de infructuosos intentos, la Ciencia lo consiguió. Las comunicaciones con civilizaciones del Espacio se realizó; y el contacto con ellos se hizo posible. Cuando llegaron, les mostraron a la humanidad su alto nivel tecnológico en materia culinaria. Los humanos fueron convertidos en ganado para alimentar a una especie hambrienta, salvándola de su extinción.
Roberto Beltrán (Ingeniero)
En Casa de Berta
Don Roberto Beltrán se encontraba sentado en su asiento de piel y los codos apoyados sobre una enorme mesa de despacho en caoba Cubana.
Su rostro, claro como el culo de un recién nacido, estaba surcado por una multitud de arrugas brevemente marcadas. Su cabeza, de cabello blanco, se encontraba coronada por una brillante calva, de la frente hasta la coronilla, contrastando con una tupida barba recortada y de color plata.
Cubría su cara con sus enormes y rugosas manos, dejando ver tan sólo sus brillantes ojos de color azul, enmarcados por el carmesí de unos párpados propios de la vejez. Su nariz aguileña y afilada era dulcemente flanqueada por unas pequeñas y traslúcidas lágrimas que resbalaban, inocentemente, serpenteando unas marcadas ojeras.
Tras su asiento de ejecutivo puede ver, al otro lado del enorme ventanal, un majestuoso paisaje de montaña cuyo cielo azul, flanqueado por algunas tenues nubes, estaba bañado por la claridad de la media mañana. Unas pequeñas aves, entre aviones, golondrinas y vencejos, iban y venían cazando sus insectos favoritos, con el fin de reponer fuerzas para afrontar una próxima nidada.
En el quicio de la puerta de entrada al despacho, en el que está el anciano, se encuentra apoyado un jovencito de tez morena y de unos quince o dieciséis años de edad. Su expresión denota preocupación. El Abuelo, parece triste y no cabe duda de que, está sollozando a pesar de que comprende, perfectamente, que intenta reprimir sus visibles sentimientos. El Joven es consciente de que su abuelo no ha tenido la oportunidad de verlo aún.
Don Roberto Beltrán recoge de encima de la mesa un pequeño espejo, cuyos bordes dorados bellamente labrados, recuerda con toda claridad, que su procedencia es sin duda alguna hindú.
Tras apartar las manos de su húmedo rostro puede contemplarse asimismo y los pensamientos se empiezan a agolpar ante la mirada interna de su memoria. Recuerda su primer encuentro con el difunto Armando Arpegio, aquel Doctor que en una primera aproximación le mereció toda su confianza. Aquel Profesor “chiflado” que le mostrara, sin rubor, unas recónditas paranoias.
Recuerda que le comenzó a seguir el juego, un poco por curiosidad; pero sin tomarse en serio aquella antigua y prolongada disertación, breves horas después de haberse producido aquel accidente tan extraño y surrealista.
El Doctor Arpegio no había llegado a realizar todas sus preguntas, dándose por satisfecho con las amplias explicaciones que le había dado Roberto y a continuación le contó una extraña historia que puso en alerta al Joven.
–Roberto, me alegro enormemente de haberte conocido; llevo obsesionado, desde hace unos cuantos años, hasta el punto de llegar a creer que me encontraba bajo los efectos de algún tipo de paranoia con...
“¿Considera qué estamos siendo manipulados por algo o por alguien?” Se contestó Roberto con el pensamiento.
– ¡Efectivamente Roberto!– sonrió expresivamente el anciano como no dándole importancia al silencio del joven –, es harto difícil de concebir qué es lo que está sucediendo.
–En los ratos libres que tengo, como Ingeniero de telecomunicaciones, me ha dado por investigar posibles señales extrañas, en frecuencias que hasta el presente pocos han utilizado, y he creido encontrar algo que toma significado después de lo que a usted le estoy escuchando.
–Amigo Roberto, ¿te importaría que mantuviésemos algún tipo de reuniones sobre este tema con alguna asiduidad y mayor detalle?
–Creo Armando, que es una idea genial. Un profesor doctor en psiquiatría y un ingeniero, aficionado radio montador, investigando un extraño caso de “manipulación electrónica” –pensó–, digno de algún episodio de fantasía o ciencia ficción, no está mal.
–Ya veo, telecomunicaciones, sí me lo dijiste. Escúchame con atención Hijo, ¿Es posible descubrir algún tipo de frecuencia electromagnética, modulada con ciertos mensajes, y que estuviera afectando a nuestro subconsciente sin que nuestra consciencia tuviese noción de ello?
–Como Psiquiatra, esa es su especialidad Doctor Arpegio– el Joven puso cara de póquer no sabiendo que contestar a ese anciano que, en algunas ocasiones, daba la impresión de encontrarse más loco que una cabra–, en mis experiencias personales con esos “presuntos mensajes extraterrestres de los que le hablé”, me he encontrado con extraños datos que nunca he logrado ubicar; pero lo que usted, tú me estás diciendo me inquieta en extremo y da que pensar.
–Efectivamente, Roberto, esa es mi especialidad, como tu bien dices; pero parece que los hados han movido ficha para que podamos encontrarnos ¿Te importaría ocupar parte de tu valioso tiempo en ayudarme a descubrir que es lo que se encuentra detrás de esas macabras situaciones?– El Doctor hizo mucho hincapié, incluso repitiéndose, en lo importante que era esa investigación para él; pero mucho más para el resto de la humanidad.
El Joven permaneció pensativo solo durante un momento, como preguntándose que ya había escuchado aquello hacía un instante y luego dijo.
–Ya se lo he dicho, no sé si se trata de una Locura suya o de una verdad oculta; pero le aseguro, Arpegio, que si hay alguien ahí, moviendo los hilos de nuestras vidas a su antojo, lo descubriremos y se lo haremos pagar caro. Por supuesto que le ayudaré.
Había sido una conversación en la que el viejo profesor le solicitaba una ayuda que solo la tecnología podía proporcionarle. La biología es la biología; pero los cuerpos biológicos están influenciados por componentes químicos, ambientales y electromagnéticos. Piensa en la cantidad inmensa de radiaciones microscópicas, que a modo de diminutos alfileres, están atravesando, continuamente, el tejido animal del que estamos formados.
Las ondas de radio, entre otras, siguen siendo invisibles y diminutas para cualquiera de nuestras células; pero son muchos los componentes del núcleo que son sensibles a modificaciones accidentales, tales como el ácido desoxiborribonucleico ADN o el ribonucleico ARN, componentes principales del código genético de los seres vivos, siendo aniquilados o modificados por miles de millones.
El Ser, en su totalidad, es inconsciente de dichas matanzas porque la propia célula es muy prolífica ante situaciones agresivas. La radioactividad siempre ha convivido con la Vida, y la propia Vida modifica sus aptitudes gracias a dicha causa; pero lo que existe hoy en día es una locura, una aberración. Las Células, ante tan titánicos ataques, entran en un proceso caótico y procrean de forma incontrolada hasta que terminan muriendo en compañía del propio Ser que las contiene. Esto no es otra cosa que el cáncer.
De todo eso era plenamente consciente Beltrán; pero de ahí a aprender a utilizar las señales eléctricas, en sus diversas frecuencias, para manipular la mente humana, sin que el Ser fuese consciente de ello, consideraba que había un abismo en esa dirección.
Nadie dudaba de que todos los medios de comunicación habían sido utilizados, desde su nacimiento, (radio, televisión, cine, telefonía, prensa y literatura), para manipular las tendencias morales o de consumo del Ser humano. Roberto no creía en algo más allá de eso; hasta que, como Santo Tomás, metió los dedos en la llaga realizando unos experimentos en el taller que tenía ubicado en su domicilio.
Recuerda que fue entonces cuando tomó plena consciencia de la magnitud de tan terrible afrenta para con la humanidad.
El Joven Roberto, se encuentra de pié, tras terminar de leer un voluminoso libro de tapas rojas. Su delgadez desnuda era solo adornada por las sinuosas curvas de sus desarrollados músculos. Roberto Beltrán, cuando se encontraba en su domicilio, solía pasar la mayor parte del tiempo en cueros, estuviese solo o en compañía de otras personas. De hecho, siempre invitaba a quienes solían visitarle a que se despojasen de sus atuendos. Era un naturista convencido, como gran parte de los habitantes de la República.
El salón, donde se encontraba, tenía forma triangular y estaba adornado a modo de nave náutica. Sus lámparas eran claramente marineras y hasta un timón con el nombre de La Bounty se encontraba en pié al frente del mirador de proa.
A estribor se encontraba una gran biblioteca cargada con libros de diferentes géneros: Esotéricos, de consulta, ciencia–ficción y universitarios. Dicha pared solo poseía un claro; donde un gran espejo ocultaba, en su interior, una pantalla de plasma de unas cincuenta y dos pulgadas de diagonal con los bafles debidamente camuflados. Algún adorno que otro rompía la armonía de todo aquel papel impreso y bellamente encuadernado.
Unos pequeños monos del Tao adornaban las estanterías por un lado, con sus respectivas manos en sus ojos, orejas o boca. Shiva y Satki, dioses hindúes de cuatro brazos, en diferentes estatuillas de bronce por otro. Otra imagen impresa de Kalí, la Satki de la Edad del hierro, o de la venganza femenina hindú, con la cabeza ensangrentada del ario invasor, en una de sus manos y una corta daga en otra, resbalando sangre de su afilada hoja. Su cintura está cubierta con un cinturón confeccionado con los ensangrentados cráneos de otros tantos varones.
A babor, un pequeño reloj de cuco ponía un pequeño toque de la Selva Negra alemana. Un completo sistema informático era rodeado por otra enorme librería cargada de una multitud ingente de libros técnicos de electrónica y radio electricidad.
Cursos por correspondencia de prestigiosa procedencia así como otros tratados universitarios, debidamente actualizados, y una diminuta vitrina. Como adornos, en esta parte del mobiliario, se encontraban diferentes aparatos de medición que, por obsoletos, habían dejado de cumplir su función, antaño principal como útiles de laboratorio, así como una valiosa colección de cronógrafos de pulsera y antiguas cámaras fotográficas.
En la Popa de la sala, a parte de la necesaria y amplia entrada podía contemplarse un calendario azteca así como un secretísimo grabado esotérico que representaba la constitución mística del Universo.
– ¡Berta!, Si eres tan amable reduce la luminosidad de la sala.
Berta era el nombre con que el Ingeniero Beltrán había bautizado al Sistema Inteligente de la Vivienda. Como todo sistema informático de la época estaban bajo su responsabilidad, tanto la seguridad como el confort del habitáculo. Redujo la luz del salón y a continuación preguntó con una voz melodiosa y claramente sensual. Así había sido programada.
– ¿Así está bien Roberto?
–Cojonudo Berta, muchas gracias; si puedes aumenta un poco más la temperatura de la caldera. Tal y como estoy tengo un poco de frío.
– ¿Te valen veinticinco grados Roberto?
–Muchas gracias Berta así está perfecto.
Considera que está, no a punto de haber dado con la clave, ya que eso sucedió hace ya varios meses; pero sí de conseguir la suficiente miniaturización como para que su objeto pueda ser llevado por cualquiera sin que sea demasiado evidente. Su vivienda estaba completamente a salvo de cualquier invasión de radiofrecuencias manipuladoras ya que la había equipado con una especie de jaula de faraday, pararrayos con forma de malla, que desviaba cualquier radiofrecuencia no deseada hacia tierra. El diminuto efecto personal debería conseguir parecido objetivo.
–Berta –preguntó Roberto a su electrónica ama de llaves–, ¿Seguimos inmunes a cualquier invasión electromagnética?
–Si, Roberto, en el exterior de la casa hay una gran afluencia de dichas radiaciones; pero aquí te encuentras seguro.
–En caso de que surja alguna anomalía, en dicho sentido, ¿me tendrás informado?
–Evidentemente, mi querido Roberto.
–Gracias de nuevo, Berta.
El Ordenador contestó con un leve no hay de qué y a continuación se silenció.
Roberto Beltrán se acerca al paisaje marino, en el que hay gaviotas sobrevolando el oleaje de unas bravas aguas. Chocando contra la costa, se dejan ver, las ondas acuosas, tras el amplio mirador que se encuentra flanqueado por el Timón de la Bounty.
La luminosidad del exterior contrasta con la penumbra del interior; pero al abrir el mirador, nos deja contemplar la única y cruda realidad. Un ambiente cargado de smog amarronado y cuyo olor no debe de ser muy agradable, ya que el propio Roberto hizo un manifiesto gesto de asco, volviendo a cerrar el ventanal con violencia, regresando la virtual imagen de un paisaje marítimo.
Su rostro, desencajado muestra una terrible expresión de ira y rabia; como si quisiera descuartizar a quien ha convertido lo que podría haber sido un auténtico paraíso, en un infierno de mierda y corrupción. Cierra con violencia el voluminoso libro de las pastas rojas y lo deposita sobre una pequeña mesa de centro, cuya transparente tapa deja entrever un mandil de la Masonería del Arco Real de Jerusalén.
–Todavía no sé como vamos a dar con los sinvergüenzas que controlan nuestras vidas. Si al menos tuviésemos alguna pequeña pista –se dice–, ¿Estará el gobierno detrás de ello, o será tan ignorante como lo somos el resto de la humanidad?
–Berta, por favor, conecta la pantalla de plasma en el Canal Seis de las noticias. –El Ordenador así lo hizo, permaneció en silencio, y a continuación apareció la dulce imagen de una locutora virtual, con poca ropa, que estaba dando las noticias.
Tras acomodarse sobre el sofá, en toda su desnudez, Roberto puso atención a lo que le transmitía su pantalla de televisión.
“La oleada de malos tratos no parece ceder ante el endurecimiento de las leyes de la República de Iberia. El alto grado de consumo ha disparado la inflación hasta límites intolerables. Los suicidios se han multiplicado por veinte en los dos últimos años y los divorcios están transformando la mentalidad de nuestros niños.
Todo es muy lamentable, dice el Presidente de nuestra República; pero tenemos que aprender a convivir con ello. Marieta Fernández para el canal seis de la televisión pública de Iberia”
A continuación se produjo una oleada de anuncios que trataban de despertar el afán consumista de los televidentes y entonces Roberto se levanta y sale del Salón tras decirle a Berta que apague el Monitor.
Piensa que el Sistema no se ha conformado con la manipulación habitual de los medios publicitarios. Han tenido que ir más lejos y han convertido, a la mayor parte de la humanidad, en psicópatas con trastorno bipolar. No sabe si ese efecto se trata de algo secundario o realmente buscado por una manipulación cerebral dirigida hacia el consumismo; pero lo que no es normal es que la situación actual rompa todas las estadísticas, de anormalidad, posibles.
Una única pregunta está presente en su estado de vigilia: ¿No estaremos siendo manipulados, con diversas tecnologías, desde tiempo inmemorial?
–Berta, ¡Ponme una película porno en el dormitorio!
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