lunes, 14 de noviembre de 2011

KAOS QUÁNTICO, Libro III: Horizonte Quántico, El triste canto de un batracio

Las Almas Gemelas son siempre Arquetipos. Una de las polaridades suele ser el Avatar, sobre quien recae la responsabilidad del Poder. La parte que no es el Avatar, aparenta ser un Personaje de Opereta. También los Clones, espejismos de Hombres, suelen ser personajes de algún tipo de Melodrama. Si se lo proponen, también pueden ser salvadas sus personalidades sin Alma Verdadera, siendo asimilados, si fuesen merecedores, por el Campo Astral de su Avatar o Arquetipo Primordial.

Roberto Beltrán Jr

(Dimensión Alpha Omega)
El triste canto de un batracio


Me dirijo, con estos insulsos vocablos, a una Delicada Ninfa o, acaso..., ¿será a una Aguerrida Amazona dispuesta a emprender victoriosas batallas con sus infinitas armas? Nadie, hasta ahora, lo sabe; pues aunque siempre has habitado en mis complicados sueños, también tomabas diferentes aspectos corporales y actitudes personales hacia éste, tu también desconocido amante.

¿Serán tus ojos de color celeste como la bóveda de una limpia mañana en la falda de una montaña? o ¿Podrán ser verdes cual pulidas y soberbias esmeraldas? ¿Quién lo sabe?  Negro azabache, los contemplo en mis sueños, reluciendo en un entorno gris y bañado de pálidos e informes matices debido a la inevitable distorsión Espacio–Temporal  ¿Cómo será el tono de tu pelo?,  ¿Acaso sean cabellos relampagueantes cubiertos de un tan brillante dorado que parecieran rasgar las tinieblas de la noche como si de refulgentes rayos de luz se tratara? o por el contrario, ¿Manto nocturno que arropara mi ser protegiéndolo de las más terribles pesadillas traídas a este mundo con la complicidad de la propia noche?

Creo que no te conozco, amiga mía; pero siempre me has acompañado en todas las tareas, incluso antes de aterrizar en este bello aunque peligroso Mundo, que tantos interrogantes guarda ante nuestras escrutadoras miradas, así como también ahora, aunque de un modo invisible, embelleciendo y consolando los, ya mencionados, amargos y dolorosos sueños.  Espíritu altruista y justiciero eres, mi Amada.

Esta intrínseca belleza del Alma se refleja en tus brillantes y profundos ojos primeramente, para adornar ése tu delicado rostro después y que paradójicamente muestra la dureza de mil y una experiencias como si de batallas emprendidas fueran que, una y otra vez, son siempre ganadas.

 Como una jónica y delicada columna del más bello mármol de Carrara, tu hermoso cuello, tan dulce y sin embargo fuerte, sustenta tan poético rostro como si de la mayor, más lujosa y Carísima de las joyas del Reino Universal se tratase.

Busto solemne, antesala de un glorioso torso, regalo de la Madre Cibeles, siempre dispuesto a ser gracioso y abundantemente generoso con aquel luchador que logre liberar a la doncella del tenebroso acoso del, siempre presente, dragón de la soledad.

 Brazos y cintura siempre macizos y ligera, quizá nerviosos y bella, mostrando ésta última el apetecible e insinuante punto, círculo o cicatriz de lo que un día fuera meta final de un vital alimento materno. Siempre, ellos, delicados para el amoroso abrazo que se les ofrece con gran cariño y esmero; siendo ella, fuerte y poderosa para poder aferrar con grandísima potencia, al innombrable objeto responsable de su deseo. Todo ello, como una etapa más en el camino de la evolución de su propia y preciada alma.

Alma que es dibujada, pintada y contornada para con posterioridad ser esculpida, aunque ya lo fuera en un remoto pasado; pero a esa incunable joya, algo pequeño y sin importancia aparente le falta. Sí, y aunque pudiera parecer mentira, de un grosero, oxidado y pútrido brazalete de acero se trata, el cual sin embargo, tú conservas tozuda y mágicamente desde tiempo inmemorial para no se sabe si, ahora o en otro momento y lugar, convertir con un divino ósculo de amor a este asqueroso y monstruoso anfibio en un rayito de luz, Príncipe del Alma, que tu corazón pudiera alumbrar.

Unas altísimas columnas Corintia y Dórica, cuyas bellezas, en este mundo no tienen parangón, se alzan majestuosas, sobre basamentos toscanos, con la intención de proteger y ocultar la tan anhelada y preciada Gruta de Platón, donde la vida penetra en su esencia mercurial, y tras un largo fermento en dicho crisol, calentado en el atanor de la digestión y alimentado con la sal y el azufre de la sangre, cual templo de iniciación, surge crecida y dispuesta a ser consumada en el fin de los tiempos; pero mientras tanto, dicho ser, estará dispuesto como viajero del tiempo, a adquirir experiencias en este hospital de ortopedia y psiquiatría que el mundo de la materia es.

Dos partes que conforman el Ser y al que, sin embargo, un tercero, en apariencia le falta para poder sentirse cargado de dicha y cercano a la perfección.

Dos mitades de un todo, dos partes, dicen las gentes de pueblo, de una naranja. Quizá almas gemelas, quizá..., tan sólo quizá. Parte y partes necesarias para que en su fuerza, al producirse la unión, rasguen el velo que libere al espíritu de ésta su nefasta prisión.

La ciencia nos demuestra, con sus leyes descubiertas, que los iguales se repelen. Tan sólo los opuestos y contrarios pueden atraerse casando como si de un grandioso “puzzle” se tratara, ya que dos depresivos conforman la tumba de la inercia, la miseria y la desesperación, y dos fuertes caracteres atraen hacia sí la guerra la ruina y la destrucción.

Si éste tuviera lo que a ti te falta, aunque sea rana, no desestimes el contenido de su alma; pero si tú fueras, igualmente, rana tan sólo podríamos darnos un ligero chapuzón, de lodo, en la charca más cercana.

El Ángel del adelanto y la tecnología pretende unir nuestras almas y algo me dice que al fin lo inevitable llegará.  Aquí está el batracio croando, en su triste y pobre charca, esperando que tú, bella princesa, puedas transformarlo en el príncipe que es y, poder así, ofrecerte la felicidad que latente mora en su corazón.

Felicidad que no es tan sólo de este mundo, ni tan siquiera de más allá de las estrellas sino de mucho, mucho más lejos y sin embargo tan cerca. En ese lugar, donde no parece que pueda existir más que tinieblas y donde, al contrario, mora la más eterna de las luces y a la que los humanos denominamos como Amor. Ese lugar, amiga mía, es nuestro propio corazón.  Con ilusión, para ti, mi Alma gemela y Princesa Desconocida. 

Roberto Beltrán’Jr

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