Nunca podremos dar nada por sentado.
Pues, ¿Acaso somos capaces de conocernos
a nosotros mismos?
¿Somos los humanos quienes vivimos la
Vida o es algún Otro el que la vive por nosotros?
Alpha Omega bien puede tratarse del Otro Universo de Gaia (Roberto Beltrán Jr)
(Dimensión Alpha-Omega Tiempo Actual)
El Otro
La luz violácea del cielo matinal penetraba en la estancia tras sortear las láminas de una sofisticada persiana graduable, la cual era el único ropaje que cubría el amplio ventanal.
Un individuo de pálida tez intentaba poner orden en sus pensamientos, mientras se mesaba el tupido y enmarañado cabello.
Unos verdes ojos miraban de soslayo, ora aquí y al otro instante allá.
El cansancio que reflejaban sus rojizas pupilas era extrañamente adornado por unas amplias y pronunciadas ojeras que le concedían, a su propietario, un aura de sublime tristeza.
El cansancio que reflejaban sus rojizas pupilas era extrañamente adornado por unas amplias y pronunciadas ojeras que le concedían, a su propietario, un aura de sublime tristeza.
La mesa camilla sobre la que apoyaba sus codos se encontraba sobrecargada de papeles y diversos útiles de escritura; algunos de los cuales, no podría adivinar la función para la que habían sido concebidos.
La breve e iluminada estancia estaba confortablemente adornada con algunas láminas enmarcadas, así como por diferentes equipos electrónicos de recreo que permanecían sustentados por sencillas estanterías prefabricadas.
El sujeto levantó las posaderas del asiento que ocupaba y se dirigió con un paso cansino hacia su dormitorio, justo al otro lado del tabique. Allí las cosas no se encontraban mucho mejor y la poca luz que penetraba en la sala dejaba entrever un licencioso desorden.
Los libros reposaban sobre los estantes sin orden ni concierto aparente y una fina capa de polvo cubría los papeles que se extendían por cualquier superficie utilizable.
Tras sortear los inevitables obstáculos, constituidos por las patas anteriores de la cama, logró llegar hasta el pupitre sobre cuya plataforma horizontal reposaba un antiguo ordenador personal.
Posiblemente, el duro trabajo de oficinista que desarrollaba fuera de éste, su santuario, había ahuyentado temporalmente a las musas de su imaginación.
Una idea escondida en una servilleta de papel, escrita en algún café barato, era la real causa de sus afanes; pero en este momento, era incapaz de acordarse del lugar donde la había abandonado, ya que su mente danzaba tenebrosas baladas disonantes al vertiginoso ritmo de un "Estrés" mal despejado.
Es incapaz, en esta contracción espacio temporal, de localizar el germen de idea oculta, en el despiste de su demasiada labor y poco descanso; pero en su lugar, observa un brillo inusual reflejado sobre el sucio cristal de un apagado monitor.
Un destello de luz violeta surgido de una vasija en forma de ánfora y del color del titanio hace que un pequeño fulgor inflame, literalmente, su opaca mente y observe lo que antes había sido incapaz de contemplar.
En aquella pantalla de quince pulgadas, cubierta interiormente de fósforo, recinto en vida de peligrosos rayos catódicos, encuentra la visión de sí mismo pero desde otra perspectiva. Se ve en una vida pasada como bárbaro y pagano.
Yo, que intentaba redescubrir los más intrincados reflejos mentales de un oscuro personaje, no sólo no los hallé sino que encontré, al amparo del amanecer, a aquel que no esperaba encontrar: Gabón, el Otro.
*