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viernes, 20 de enero de 2012

KAOS QUÁNTICO, Libro III: Horizonte Quántico, La Iniciación

La Iniciación


A la Gloria del Gran Arquitecto del Universo

Sistema Solar, A Bordo de la Nave Insignia de la Federación de Galaxias Unidas, La Buscadora, camino de Tau–Ceti a 25 de diciembre de 2454  “Era Vulgar” 6454 “Verdadera Luz”
1+(1+1)=1+2=3

Venerable Maestro y Queridos Hermanos:

Existía, de mi parte, una necesidad imperiosa de encontrar la Tierra Romana de los filósofos con el fin de desarrollar el Disolvente Universal que me permitiera descubrir el Secreto de la Transmutación; o lo que viene a ser lo mismo, la consecución de la Piedra Filosofal.

La entrada a la gruta era tenebrosa y protegida por los cadáveres de los intrusos que habían malogrado su intento de hurgar en sus misteriosas entrañas. La entrada había sido protegida con diversos sellos mágicos que sólo podrían ser levantados por alguna buena voluntad cargada de un fino discernimiento.

Al presente, yo solo conocía de minerales; pero era incapaz de comprender como de la grosera unión de la madre Tierra con el volátil Agua Real, podía surgir la maravilla de la Vida; la cual se desarrollaba en mi imaginación como el crecimiento de algún cereal en forma de trigo. El cual, era transformado, primero, en harina para ser manufacturado en pan como principal alimento de la Humanidad.

El Creador es único; pero su manifestación, en la naturaleza, indefectiblemente es dual. Pues en un mundo espacial, tridimensional, no puede darse a conocer si no es con el manto de una doble polaridad. Tres son los aspectos del Uno Primigenio. Uno no vemos, ni tampoco podemos comprender, pues pertenece al Mundo Celestial; pero su reflejo en el Universo material, en forma de Ying y Yang, sí que lo podemos vislumbrar.

Una vez que mi consciencia o Ángel Guardián  comprendió que me encontraba preparado  y que el miedo ya no anidaba en lo profundo de mi corazón, solo entonces, me condujo a través de un triple viaje hacia las profundidades del Alma Universal; donde terribles pruebas me acaecerían con el fin de probar mis nobles propósitos y al final del cual podría encontrar la Luz de la Verdad, la cual, es el disolvente universal que destruye todos los defectos y angustias que impiden, al durmiente caminante, continuar hacia adelante  y que, sin embargo, le carga de lastre hasta embarrarlo en la terrible degeneración de la involución.


Al no poseer referencia alguna de viajes anteriores, al centro de la Tierra, donde pudiera encontrar el vitriolo de los antiguos alquimistas, este primer viaje me fue harto penoso y tropecé repetidamente en las rugosa piedras de la ilusión del mundo de Maya y como directa consecuencia, me hacía confundir  los pasos que daba hacia direcciones incorrectas; pero gracias al Gran Arquitecto, siempre severo, me acompañaba mi Ser Interno, el cual sí puede ver la majestuosidad de la luz en toda su magnificencia y claridad espiritual.

También mi corroída personalidad se sobresentía, con cierto terror, al escuchar en derredor un gran desorden cargado de furor; donde preguntas de gran severidad se me hacían y que en el acto se debían de contestar a la Esfinge destructora. Pero todo lo anterior fue algo pasajero, que por serlo, se me permitió continuar para recibir un alentador soplo de viento cargado de una importante cantidad de oxígeno trivalente, cuya corrosión debería acelerar la desintegración del grosero material  de la careta carnal que siempre me había acompañado, para así, y a la postre, poderla transmutar.

Tras un brevísimo lapsus para la reflexión, mi Ángel Guardián me propuso continuar  y yo con más energía, si cabe, aunque sin perder la debida prudencia, me puse de nuevo a su disposición como herramienta suya que soy. Ahora, ya no sentía el terrible desorden, sino la arenisca mecida por el viento que rozaba el filo de mi  ser inferior, puliéndolo y desgastándolo para así poder eliminar cualquier posible impureza que impidiera proseguir el camino de la Iniciación.

Una vez disuelto el moho de los vicios y el óxido de los defectos, un mar de agua regia arrastró hacia el exterior de mi humanidad, hasta la más diminuta impureza que el canto de mi Alma pudiera contener en el aún cercano pasado.

Permanecí durante un tercer instante, en reflexión, comprendiendo o intentando comprender el significado de todas las peripecias  que hasta aquel momento había sufrido. Así que de nuevo, el Ser Interno preguntó a su humilde herramienta si se encontraba dispuesta para ser templada, cual acero, en el último de los viajes; donde el Espíritu transforma la realidad, definitivamente, con su ígneo plasma, convirtiendo en carbonilla hasta la última partícula de todo lo grosero y mundano que por su intrínseca naturaleza no puede penetrar en el Mundo Superior.

Durante más que un breve instante, mi ser inferior se convulsiona como si presintiese el terrible destino que le depara; pero aún así no lo dudo y continué hasta desarrollarse la última manifestación del único y tripartito viaje, escuchando en el trayecto, la música de las esferas; cuyo sonido solo se vislumbra en el más completo de los silencios para disfrutar de un camino ya libre de cualquier tipo de obstáculos y que, ahora reconozco, solo se encontraba en mi interior, cediendo ante la persistencia alimentada por la divina paciencia.

Entonces, el espiritual Fuego cayó sobre mí y un nuevo Ser me sentí comprobando, como una pesada carga se había eliminado de mi corazón. Una piedra bruta se encontraba preparada para poder ser trabajada.

Al poco, y después de limpiar de barro y oscuridad mis cansados ojos, pudieron contemplar la luz con toda su hermosura y comprendí la realidad de lo acontecido y de lo que a la gruta había bajado a buscar. El Disolvente Universal, necesario para llegar con el Mercurio, la Sal y el Azufre a la consecución de la Vida Inmortal.

Sólo me queda recordar que el camino fue amargo pero dulce al mismo tiempo. Amargo por lo difícil y penoso del trayecto, pues se pierden muchas cosas por el camino; pero dulce porque cuando podemos ver la luz en su auténtica manifestación, comprobamos que dichas cosas no eran más que puro lastre que nos impide progresar y con ello evolucionar para así ayudar al resto de la humanidad a conseguir el regreso a la perdida casa celestial.

Delante de mí se encontraban Our, Goy y otros muchos tripulantes de distantes naves y planetas como Nau y Bethz. Ahora podría ser considerado como un Aprendiz Iniciado de la Venerable y Respetable Orden del Ánfora. Unos minutos después volví a encontrarme sólo en la Sala de Hologramas y me fue dada la luz, recreándose una estancia de lujoso estilo donde se encontraba una larguísima mesa cargada de las más suculentas viandas. Lo demás, es intrascendente.


Pero sólo entonces comprendí que posiblemente lo natural fuese la inmortalidad; pero nuestra falta de memoria de nuestro misterioso origen nos hace ver la vida como algo con un principio y un final. Vemos como natural lo cotidiano; pero no nos damos cuenta que interpretamos un papel en el Drama teatral de la Vida. El Actor no tiene consciencia más que del papel que interpreta.

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