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miércoles, 11 de enero de 2012

KAOS QUÁNTICO, Libro III: Horizonte Quántico, Visita Nocturna

El sexo, por ciertas corrientes religiosas es considerado como algo proveniente del maligno y tan perjudicial como las drogas y otros malos vicios. En realidad es la puerta por la que los Espíritus errantes del Multiverso entran en contacto con sus cuerpos, necesarios, para poder elevarse algún día hasta su morada Original. Por tal causa, el Sexo es Sagrado y el origen de la única y auténtica Religión Universal.

Laura Estrella Luminosa (Avatar Arquetipo del Mundo de Gestar)

Visita Nocturna

–Siempre apareces en el momento menos esperado, te hacía muerta.

–Cállate, ¡ah, ah, ahiii...!, y no dejes de moverte, amor mío.

Mi posición en decubito prono no me permitía contemplar los detalles del picadero; además, mi ajetreada labor de amante tampoco era la más adecuada para ocupar uno de los sentidos, la vista, en otros menesteres que no fueran dar placer a mi “partenaire”. 

–En nuestro último encuentro amatorio, pedazo de embustera, me dijiste que no tenías sexo, además de otras increíbles memeces, esta ración de placer que nos estás dando, ¡dime, dime! ¿qué es?

– ¿Eso dije, capricho mío? Sabes más que yo, no tengo constancia. Además, ¿Cuando te he amado, antes de ahora?

–En cierto modo, tienes razón mi Laura, la otra vez fue por mediación de una máquina de realidad virtual.

– ¡Ah, sí? .., Ajá –Su primera expresión circunstancial cambió, al poco, en la más grave severidad–, estate a lo que estás y sigue moviéndote, ¡ah, ah, ah...! Como me gusta.

–Qué, ¿Alguna vez te han follado mejor?

–Grosero, tienes la delicadeza de un caimán y la exquisita capacidad de echar a perder un momento tan romántico y de pasión como éste.

–Joder –sonreí–, todo porque me gusta llamar a las cosas por su nombre.

–Humberto –me reprochó–, existe una actitud que se denomina educación, cortesía, diplomacia, tacto...

–Hipocresía, diría yo.

Una vez que me hube desprendido de la carga orgásmica, me invadió un gran cansancio y me recosté, dorsalmente, aprisionando sus firmes y suaves senos primero, para pasar después, a lamer con avidez sus rosados pezones a modo de un bebé recién nacido.

–No te me duermas, ahora que viene lo más importante.

– ¿Más importante...?, ¿Qué pretendes?

–Ya lo verás... Soy de Gestar y quiero que...

–No me tomes el pelo, Laura ¿Qué es Gestar?, tu Nombre es Laura Estrella Luminosa, hija de José Star Brown y de Ana Light Navarro. Naciste en...

–Calla, calla, no continúes por ahí. Todo eso ya lo sé, he vivido mi vida, ¿sabes?; pero, oye... ¿Como sabes todas esas cosas acerca de mi persona?

–Te quiero con toda mi alma, no te pensarás que puedes aparecer y desaparecer, de mi lado, cada vez que a ti te plazca. De verdad, te quiero amor mío. Necesitaba saber más, mucho más de ti. Accediste a la Flota Estelar con dieciséis años de edad y te graduaste, con máxima nota, en operaciones especiales a los veintiuno. En el último año, fuiste la responsable de la seguridad personal del Presidente.

–Nada de eso tiene importancia, Humberto, son sólo cuestiones circunstanciales.

– ¡Joder, con circunstanciales!

–Nosotros tenemos otra Vida mucho más importante. No me preguntes porqué, pero lo sé, lo siento. Algo, en algún momento, se ha borrado de mi memoria. Algo se sigue eliminando de mis bancos neuronales; pero yo sé que existe y creo que tú deberías... Gestar, vine de allí a rescatarte, yo...

–Lo que sientes es mi amor, cariño mío, amor mío, siento tu amor, eso es cierto Humberto; pero no sólo éste, efímero y material de ahora, que intenta recordarnos algo... Algún camino de regreso, a casa quizá. A ese Algo, desconocido, es al que me refiero. Debemos regresar a la Luz primordial del principio. Tendremos que abrir un sendero, para los demás, que conduzca a Gestar, el Origen de Todo y también el término de nuestro común destino.

–Pero –pregunté a Laura, la que parecía estar ida después de su orgasmo–, ¿Que es Gestar, donde se encuentra?

–No lo sé, de verdad, creía que tú podrías decírmelo.

En vista de la inutilidad de esa conversación de besugos, cambié su dirección.

–Estabas encargada, por el Almirante Contreras, de protegernos al Inspector Rubio y a mí, ¿porqué permitiste que él muriese, cómo saliste indemne del disparo láser del Otro, quién es ese supuesto doble que tengo?

–Demasiadas preguntas amor. Álvaro Rubio ya estaba muerto, padecía un cáncer de laringe terminal ¿Hubieras preferido que muriese tumbado en la cama, cargado de tubos y controlado por máquinas, entre dolores y estertores, propios de un muerto viviente y que hubiesen minado su dignidad hasta un límite insoportable?

–No sabía yo...

–Era una cámara de relaciones virtuales –no dejó que acabara mi inútil excusa–, tú mismo debías conocer los protocolos de protección; pero te confiaste demasiado.

–Laura, las defensas debieron ser desactivadas por algún virus desconocido, consulta mi holograbador y verás.

–Al Otro no le daría tiempo –Continuó con su monólogo sin que, aparentemente, me escuchara–, de utilizar esa misma estratagema, contra alguien que no esperaba. Mi entrada en la sala fue súbita. En realidad, el responsable de que yo siga viva, aquí junto a ti, eres tú. Recuerda que desconectaste el equipo de hologramas antes de que detectara mi punto débil.

–No sucedería lo mismo con Miniun Acarus –apunté–, le encontrarían muerto en su apartamento.

–Efectivamente, un ataque cardiaco masivo como en el resto de los asesinatos virtuales.

–Pero, ¿Quien coño es el Otro?

–Ese dilema, Humberto, creo que nos supera. Todas las investigaciones conducentes a su resolución han sido infructuosas. Es como si, de algún modo, dicha Entidad no existiera.

–Podría ser una creación inteligente –aduje–, ubicada en algún rincón oculto de la red de datos.

–También pensamos en dicha posibilidad; pero pronto quedó descartada en cuanto terminaron su trabajo los rastreadores informáticos.

– ¿No fueron capaces, los infoperros, de localizar el más mínimo rastro?

–Así es querido, tan sólo las imágenes de los asesinatos y del propio asesino, una copia de ti; pero nada de su posible origen o destino.

–Vayamos por partes. No es un Ente físico, tampoco un sofisticado virus asesino, sólo queda... No, no, no puede ser.

– ¿Qué cariño?

– Que fuera verdad lo que me dijo el pirata, cuando me apuntaba con su arma virtual.
 
–Y ¿qué te dijo?

–Tonterías, que pertenecía a una dimensión paralela, que él era parte de mí, que yo era responsable de su creación, que...

–La faz de Laura cambió, como si de repente hubiese recuperado una parte de su memoria. Su mirada, sin parpadeo y fija, me dijo que se encontraba suspendida en algún tipo de trance hipnótico.

– ¿Que te sucede? –Pregunté.

–No, nada... nada, creo que no es nada ¿El otro Lado, el Universo Oscuro, los Viajeros del Otro Lado?.., me vienen palabras sueltas, no coherentes y sin significado alguno. No logro hacerlas encajar en una idea lógica o por lo menos inteligible... ¿sabes una cosa?, sí me encantan tus verdes ojos, tu cara barbada y pinchosa, tu vientre redondo y sobre todo, tus anchas espaldas. Me producen seguridad, yo... Prepárate para tu Iniciación Tántrica –Ordenó. 

Mi tigresa recuperó su poder de amante y me miró con malicia o picardía. Sus ojos idos. Su trance imposible y desconcertante. Tuve algo de miedo ya que en su mirada veía reflejada una ninfomanía anómala de quien pretende estrujarte entre sus brazos, en el plano físico, y dominarte en el mental. Pese al peligro, que sentía me acechaba, no hice nada. Estaba preparado para morir en y por las manos de mi amada mantis. La fiera parecía haber introducido a Laura en un punto más profundo del trance y tomó el control de sus actos y emociones.

– ¡Humberto, relájate! –dijo con autoridad–, déjate llevar y no preguntes. No digas ni hagas nada hasta que yo te lo ordene ¿Entendido?

–Como mande su señoría –Contesté, con cierto humor, sin protestar.

–Déjate de coñas, esto es algo muy serio –Su rostro se volvió más severo si cabía ese aspecto. 

Mi flácido y diminuto mastil fue suavemente absorbido por sus rosados y carnosos labios. Su lengua empezó a juguetear con tan inútil objeto mediante húmedos y cálidos giros. Sus dientes apretaban, moderadamente, una y otra vez, sobre la piel del pene hasta llegar a los testículos.  No tardó demasiado en producirse la erección. Siguió acariciándolo con sus pequeñas pero férreas manos para impedir que se perdiera aquella dureza adquirida. Al mismo tiempo, me giró sobre la cama, hasta situarme en decubito prono, de espaldas, frente a ella y como diestra amazona colocó su pubis, a horcajadas, sobre mí.

Su obscura cueva con enmarcado rosa, surcada por pelirrojas enredaderas, de suave pelo, se fue acercando más y más, hasta colocarse sobre el ya duro y erecto objeto. Sus puertas externas se abrieron y empezaron a acariciar cálidamente a tan desnudo e indefenso glande. Con un movimiento circular y pendular, a modo de divina y cósmica espiral.

Después sus cortinas internas continuaron con su laborioso y cálido trabajo. El delicado y misterioso clítoris besó repetidamente los labios del estático e intrépido visitante. La cálida y húmeda cavidad fue cubriendo tímidamente al nervioso y vibrante visitante.

De repente, noté como los músculos de tan cálida gruta se cerraron sobre el lubricado apéndice reproductor, con la fuerza de un martillo pilón. Las terminaciones nerviosas del órgano llevaron la información del dolor hasta mi cerebro, acompañada de la correspondiente a un placer inenarrable.

–Relájate, esclavo, amo, Amor mío.

– ¡Ah, ah, ah, ...! –Suspirábamos entre quejidos semiorgásmicos.

– ¡No te vayas Humberto!, no se te ocurra irte o te mato. No me quedará más remedio que eliminarte – Sentenció con la fuerza del poder total y absoluto.
 
Hice un gesto de negación, con la cabeza, mientras mis ojos permanecían entornados. Así confirmaba, a mi amada, que estaba haciendo todo lo posible y más para contener la eyaculación.

Sentí que mi cuerpo era elevado con la fuerza de varios atletas. Las manos de mi Laura, tan sólo se apoyaban levemente sobre las mías.

¿De donde podía sacar semejante fuerza púbica? Era imposible. Estaba siendo agarrado, primero, con una fuerza sobrenatural que no se correspondía con la que podría desarrollar una criatura de cincuenta y seis kilos, por muy musculosos que fueran éstos y después elevados mis lumbares.  Estaba suspendido en el aire. Sólo mi cabeza, talones y codos permanecían sobre una base material, y sin embargo no sentía ningún tipo de incomodidad nerviosa o muscular.
 
Algo semejante a una serpiente enroscada empezó a desperezarse y a elevarse con una furia incontenida, con un flujo electrizante, por mi espina dorsal, haciendo vibrar cada una de las vértebras, desde el cóccix hasta las cervicales. La cabeza de la serpiente se acomodó en la base del cráneo y lanzó su lengua trífida como hebras de energía para comunicarse con las tres glándulas craneales.

A pesar de que mis ojos permanecían fuertemente cerrados, mi pineal se transformó en una especie de cámara de visión estereoscópica e ínter dimensional.

– ¿Que ves amado mío? –Escuché lejana pero muy clara la voz poderosamente delicada de Laura.

–Una casa en el campo. Acaba de llover. La tierra es negra, salpicada por el verde de las hierbas silvestres, del amarillo de los amargos y el rojo profundo de las amapolas.

– ¿Cómo es la casa?, Nave mía.

–La casa es de madera, obscurecida por la humedad y el paso del tiempo. La chimenea humea, huele a grasa y cenizas para producir jabón. El tejado cae, desde lo alto, con una doble ala que llega a rozar, casi, el suelo empedrado de mármoles, granito y otros silicatos. No existen tendidos eléctricos, tampoco paneles solares, ni estaciones eólicas. El cielo es extrañamente azul y ningún asfalto cubre algún camino. Me siento como en otro tiempo, otra época histórica, otro lugar. Vieja Tierra, ¿quizá?

– ¿Que más hay aparte de la casa?

–Una pocilga vallada, donde los puercos se embarran en la reciente tierra mojada. Gallinas, gansos y algún gallo que andan con libre albedrío, por doquier. Un pozo elevado con piedra de granito obscurecido por el moho de muchos y lluviosos años y adornada con el musgo reciente de la entrada primavera. Un cubo de hierro o de zinc pende de una gruesa maroma que circula ásperamente por una polea de madera de halla, casi podrida.

– ¿Que más, viajero estelar?... Tiene que haber algo más, lo presiento.

–Un mozo da de comer a las aves de corral. “Pitas, pitas, pitas...” –me estremecí–, su cara, su cara me es conocida, familiar, demasiado familiar..., sus verdes ojos, su tez pálida. Su famélico aspecto parece enfermizo..., aunque mucho más joven que yo.

–Tranquilo Amor mío, confía en mí. Aquí está tu Laura para amarte, cuidarte y protegerte de todo mal. ¿Que más?

–Una esbelta jovencita ¡Cuánto se parece a ti!, se acerca por un camino de arena de río, hacia la casa. Lleva de la mano a un pequeño borrico de corto pelaje plateado. Llama al mozo por su nombre, no lo oigo.

“¿Está tu madre?” –Pregunta la moza.

“No, ha ido a visitar a la abuela que ha caído enferma”.

“Os traigo la compra, que hiciste en el mercado”.

“¿Cómo no ha venido Miguelón, el mandao?”

“Le dije a mi madre que si podía venir yo, y no puso ninguna objeción”

“Pasemos las cosas a casa, antes de que la tormenta vuelva a descargar el agua”

Las nubes, en el horizonte –continué con el extraño relato–, negras como el carbón estaban cargadas con agua, pura y límpida, de épocas pasadas. Veo entrar a los adolescentes, cargados con los bultos que antes arrastrara el más que asno, pequeño pollino.

Sudorosos, jadeantes y cansados, salen de la humilde y digna vivienda, tras haber cumplido con el pesaroso trabajo y se observan, no paran de mirarse. Sus ojos fijos. Pareciera, que por una eternidad, quisieran comerse con la mirada. Penetrar cada uno en el alma del otro. Juntarse y ser los dos uno, uno para siempre y por toda la eternidad.

“Vamos a beber” –Dice ella.

“Espera, yo sacaré el agua del pozo”.

Tras un prolongado esfuerzo, el recipiente surge rebosante del negro agujero. Ella le ayuda, con delicadeza femenina, a soportar el alto peso y a colocar el recipiente gris sobre un poyete de granito pulido.

“Bebe tú primero, Estrella Luminosa, eres la que más ha trabajado”.

“No, hazlo tú primero, Bifredo, lo necesitas más que yo”- al escuchar dicho nombre me estremecí, pues estaba convencido que formaba parte de mí.

Consecuencia de la indecisión en la acción de beber, chocan sonoramente sus cabezas y sonríen primero, después se ríen, luego se miran. Se siguen mirando.

“Bifredo... yo...”

“Sí, Estrella, yo también…”

La mano del mozo se dirige, temblorosa, hacia la mejilla de ella. Unas lágrimas surgen de los lagrimales y escurren por sus párpados hasta mojar su sonrojado rostro.

“Yo, Estrella, perdona, no quería”

“Si quieres”

La muchacha toma con su mano, la propia del joven para impedir que la retire y la acerca a su pecho. Con la otra, toma su cabeza y la dirige, despacio, muy despacio, hacia su rostro, hasta que los labios de ambos llegan a tocarse y a producir el sonido característico de un beso apasionado aunque tímido. La inocencia y la complicidad inundan sus rostros en un vals alternado por dos almas gemelas en un día de primavera.

“Estrella, yo te quiero”

“Pensaba que no lo ibas a decir nunca, yo también Bifredo”

–Allí, en otro tiempo, en otro lugar, cubiertos de barro, lo hicimos por primera vez. Allí al lado del pozo, amada Laura, una parte de mí te amó por primera vez. Una infancia reciente, nueva, de un futuro aún no llegado, pasado o quizá análogo, continuo, y paralelo. Dos Almas, que siendo una, están separadas, dos ángeles heridos, perdidos en algún lugar de la Europa central, en Baviera Quizá.

Una paradoja en el Espaciotiempo. He tenido que verlo para poder recordar lo allí sucedido en algún tiempo olvidado. Una especie de reencarnación seudo científica o “que sé yo”

–Amada Laura –todavía permanecíamos en trance–, creo que siempre hemos estado juntos, desde antes del tiempo, y nos hemos amado antes del comienzo de la eternidad.  Tras el orgasmo, un fuerte sueño se apoderó de mi cuerpo y permanecí dormido, por tiempo indefinido, hasta que llegó el amanecer, programado, por el Ordenador Neural de “La Buscadora “

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