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lunes, 28 de noviembre de 2011

KAOS QUÁNTICO, Libro III: Horizonte Quántico, El misterio se llama Petunia

El Autor cree que ha acabado con la Vida de un Personaje cuando lo condena a Muerte; pero la persona sigue allí para rescatarla cuando sea necesario. La Muerte es un efecto dramático, como el Dolor, en el Teatro de la Vida.
asistente psicólogo Petunia (Dotación de la Buscadora V)

(Dimensión de Magonia)



El misterio se llama Petunia


El Bar…

— No es extraño, Gladis, todo el mundo sueña de un modo u otro.


– De acuerdo, asistente psicólogo; pero esto fue, te lo aseguro, demasiado real.


— Con Wagner es todo posible –intervino la consejero Esmeralda –, pudo hacer que olvidásemos todo lo sucedido.


— No tiene sentido ¿Porqué permitiría, entonces, que yo recordara todo? Tengo un uniforme extra en mi armario y no pertenece a ningún tripulante de la Buscadora. El Ordenador no tiene constancia, igualmente, de que se hayan utilizado los replicadores.


– Algunas veces Gestar suele actuar de un modo un tanto extraño –apuntó Elena Esmeralda.

Diario del Capitán:

Nos encontramos de camino hacia la extraña formación estelar conocida como Aldebarán VI, producto de la explosión de Súper Nova x–258. Su estudio es un trabajo científico que desarrollarán los oficiales e ingenieros especializados de la Buscadora–V. Me preocupa seriamente la situación emocional de mi Primer Oficial, pues cree recordar acontecimientos sucedidos, supuestamente, en el interior de la Nave; como consecuencia de la intervención de la Entidad Wagner. Ningún otro oficial o tripulante tiene noción de que haya sucedido dicho evento; pero mi oficial insiste en que no se trata de un sueño.

En los aposentos del Capitán…


– ¿Cómo se encuentra Comandante?


– Señor, mi conversación con la asistente psicólogo Esmeralda, sólo me ha reafirmado más sobre la autenticidad de mis recuerdos.


— Gladis, quizá debería tomarse unos días de descanso o por lo menos liberarse de las tensiones en la sala holográfica.


– Sabe usted, Capitán, que no soy demasiado aficionado a la Realidad virtual, aunque me hace gracia. Además, soy de los que creen que los problemas hay que afrontarlos, valientemente, en el momento más cercano en que se producen. No obstante, muchas gracias por la sugerencia, Señor.


— Insisto Gladis. No es una Orden; pero debería relajarse, dar un paseo al aire libre por los invernaderos, continuar su terapia con la asistente psicólogo Esmeralda o simplemente tomarse unas copas con Petunia. A lo mejor, hasta sería capaz de desenmarañar el espeso misterio que recubre a La Claudoriana. Tómeselo como un reto personal Comandante.


– Es una idea curiosa, Capitán, conocemos tan poco de la vida de Petunia.

Sala de Máquinas…


— Señor Rodríguez, ¿Qué tal van los estudios preliminares de Aldebarán VI?


– Todo estará debidamente preparado cuando lleguemos. El comandante Protón sigue siendo tan eficiente como siempre... Quizá más. La pre–curvatura espacio–temporal, en las cercanías del objeto que estamos estudiando mantiene unos parámetros y constantes previsibles según los cálculos Plank–Einstein–Hawking.


– Está bien Rodríguez, continúen con su trabajo y les deseo mucha suerte.


El Comandante Gladis había quedado satisfecho con las explicaciones del Jefe de reactores aunque no entendiera toda la exposición. Algunas veces los científicos utilizan un lenguaje en exceso esotérico, pensó.


— Gracias Señor – replicó Rodríguez; pero el Comandante no le escuchó ya que iba embebido en sus propios pensamientos.

*

– Eustaquio, a ti te buscaba yo.


— ¿Cómo usted en la Sala de Máquinas, Petunia?


– Lo siento Eustaquio, ¿necesito algún permiso especial?


— De sobra sabe usted que no, era sólo curiosidad; pues me extraña encontrarla por aquí, eso es todo.


– Me quita un peso de encima, Gladis. El Capitán me orientó sobre donde podía encontrarle. También me dijo que le mandó que descansara; pero también estaba convencido de que no le haría ni puñetero caso. No se preocupe Eustaquio, el Capitán sabe que le diría éstas cosas en cuanto le viera. No quiero parecer una vulgar cotilla.


— Veo que quiere que hablemos ¿No es cierto Petunia?


– ¿A ti qué te parece, Comandante?

Aposentos del Primer Oficial…


 — Vamos a ver, Gladis ¿Por qué todo el Mundo quiere desentrañar mis secretos, mi vida, mi historia?


– No se ofenda Petunia, está en su derecho de ser reservada; pero es todo un misterio para nosotros.


— Tutéame, por favor, Eustaquio. En este momento no te encuentras de servicio y yo no soy más que una Civil en una nave de la Federación de Planetas Unidos.


– La Nave Insignia de la Flota Estelar. Una Nave de exploración preparada para la guerra. Si Petunia, pero seamos sinceros.


— Bien, Comandante, ¿Cuándo aceptarás el mando de tu propia Nave?


– ¿Por qué cambia de conversación?, sólo podría ser Capitán de la Buscadora; pero como usted comprenderá no voy a matar al Capitán Lacazi para conseguirlo –rieron.


— Bien, Gladis, tu sabes que los Claudorianos solemos hablar poco. No nos gusta sacar a relucir nuestras penas. Nos limitamos a escuchar y aconsejar si se nos permite. Somos casi como los dinosaurios: Una raza prácticamente extinguida.


– ¡Uno más de los genocidios del Imperio Máquina! –afirmó Gladis.


— Los Máquina, amigo mío, sólo fueron el instrumento. La desaparición de nuestra raza es sólo una cuestión de tiempo. Muy poco, por cierto.

– De mis conversaciones con usted, Petunia, he sacado algunas conclusiones y que me gustaría que fueran corroboradas por usted, por ti – rectificó –, si no estuviera equivocado, claro. Su Raza, en algún momento fue protectora de la raza humana. Ya sabe, ha conocido a Napoleón a Einstein qué sé yo...


– Es cierto que los claudorianos somos una raza muy antigua y que nuestra vida es muy superior, en duración, incluso a la de otras especies inteligentes; pero no existe veracidad en tu afirmación. Veras, nosotros, como cualquier raza humanoide inteligente, siempre nos hemos movido por la curiosidad. Es cierto que conviví con figuras históricas de tu pasado; pero también con muchos otros que nunca se hicieron famosos. Nuestro afán consistía en un mero estudio y, siempre que era posible, intentábamos no interferir en sus asuntos.


— ¿Algo como la Directriz Principal de la Federación de no intervenir en otras culturas?


– Sí, Gladis, eso es.


– ¿Por qué Wagner no posee ningún poder sobre ustedes, Petunia? Yo he visto cómo....


– Chiss... No pronuncie ese Nombre. La Entidad podría aparecer en cualquier momento. Quizá ya nos esté escuchando. Bueno, que se joda, no importa.


– Unos gestos, eso es, la vi defenderse poniendo las manos así... ¿Cómo era?


– Sus antepasados hindúes lo conocían como Mudras. Una simple coletilla para reafirmar la propia voluntad psicológica. La Entidad no posee poder sobre los seres conscientes.


– ¿Qué quiere decir con conscientes? Porque yo sé que estoy aquí escuchándola. No sé...


– Ese diablejo actúa sobre ustedes con el poder de la ilusión. Creo que está escuchando.


– ¿Cómo lo sabe?, yo no veo ni siento nada. Además Petunia, no puede llamar ilusión a efectos y consecuencias reales. Por culpa de Wagner ha habido muertes sin ningún tipo de sentido. Destrozos absurdos. Nada de eso considero que pueda llamarse ilusión. Todo ha sido demasiado real.


– Vosotros tenéis el Poder. La ignorancia de ustedes ha convertido en realidad los ilusorios juegos del Ente.


– Pero parece que a usted no le afecta, Petunia.


– Yo hubiese muerto con el resto de la tripulación, cuando Wagner provocó el primer encuentro de ustedes con el Imperio de las Medio máquinas.


La Claudoriana había sonreído cuando comprobó la facilidad que tenía Gladis para pasar del tú al usted de un modo absolutamente aleatorio.


– Nosotros los claudorianos sabemos lo que son. Les conocemos y ese conocimiento nos protege. Ellos se encuentran desarmados ante la sabiduría de la vejez material. El Continuo Gestar no es el lugar de morada de Wagner. Él les engaña, Gestar pertenece a otro lugar..., no sé otra dimensión. Algo diferente y lo cierto es que los habitantes de Gestar jamás actúan sobre el Universo y su Materia.


– Los claudorianos –continuó su exposición la camarera de la Buscadora –, nos encontramos en un proceso de desintegración molecular en el ámbito de la materia y reintegración en un Mundo desconocido de Energía Pura. Nosotros, en ese proceso, descubrimos el pozo sin fondo que supone La Brecha –Lugar de tránsito entre las diferentes dimensiones–. Entonces, la Entidad que conocéis como Wagner envió sobre nuestro Pueblo a ingentes hordas de Máquina.


– Es posible que Gestar tuviera miedo de Ustedes.


– No Gestar, Gladis, los auténticos habitantes de La Brecha, el Falso Continuo. Gestar no quería que diésemos un paso hacia atrás en la consecución de nuestra meta o destino. Su Capitán sabe muy bien que la Súper Cuerda de Energía no es más que una cicatriz en el espacio–tiempo que recrea ilusoriamente el Mundo Original de donde procede todo. La Brecha es un punto de encuentro entre los Mundos de la Materia y la Realidad permanente de Gestar.


– ¿Algo similar a nuestras salas holográficas?


– Podría ser bueno el símil, Eustaquio, pero confunde más que ayuda. La Brecha existe, es algo absolutamente real; pero al mismo tiempo engañoso e ilusorio. Existe y no existe. Las dos cosas a la vez.


– ¿Un reflejo de algo, quizá?


– Una deducción bien meditada, Sir Comandant.


– ¿Otra vez usted! –exclamó la claudoriana, mientras utilizaba su mudra defensivo, una vez que apareció sorpresivamente la Entidad adimensional.


– ¡Wagner!, ¿es que no podemos mantener una charla sin que nos interrumpa continuamente? –pidió explicaciones el Comandante a la Entidad que acababa de materializarse ante sus ojos.


–Wagner, para acá. Wagner, para allá. No dejan de nombrarme y luego se lamentan. Sigo sin entender porqué criaturas tan imperfectas intentan evitar mi presencia y sin embargo me tienen siempre en su boca. Wagner siempre ayuda. Sólo pretendo ayudar.


– Menuda ayuda –interrumpió Gladis –, usted nos achuchó a los Máquina. Ha destrozado civilizaciones enteras. Es usted responsable directo de la desaparición de la Raza claudoriana. ¿Necesita algo más convincente? Y luego nos ha querido juzgar por crímenes de la humanidad contra la humanidad, en diversas ocasiones. Es usted un Clown.


– Vosotros Gladis, no conocéis, no sabéis, no tenéis ni idea –Se defendió la Entidad.


–Wagner tiene razón Comandante –apuntó la claudoriana.


– ¿Entonces?, ¿no te estarás poniendo de su parte? –reprochó el Comandante la actitud de su compañera de color.


– Nuestro Pueblo, cuando entró en contacto con La Brecha, dio un paso terrible hacia atrás en la Evolución. Wagner nos arrancó de La Brecha, nos echó.


– La Brecha –continuó Wagner–, es el Origen y nadie puede volver su mirada hacia el origen salvo que quiera verse cristalizado. Hay que mirar hacia delante y caminar hasta conseguir, en un proceso gradual, la Inmortalidad perdida. Sólo entonces podréis regresar a Gestar con nosotros.


– No sea cínico –reprochó el Primer Oficial –, la destrucción y la masacre jamás podrán conducir hacia la inmortalidad.


– ¡Qué poco conocimiento tenéis los humanos, tanta tecnología y luego nada! A la Raza claudoriana sólo le faltaba un paso que dar, hacia adelante, para conseguir su reintegración en Gestar. En comparación, vosotros os encontráis a años luz. El contacto con La Brecha sólo podía retrasar inexorablemente, la culminación de su destino y que es el destino final de toda Inteligencia que navega por las oscuras aguas de la ilusión y de la materia. Su desaparición supuso ese paso, una transición, una mutación, una metamorfosis hacia su auténtico estado original. Ellos no podían volver hacia atrás. No podía consentirlo.


– Eso es cierto – confirmó Petunia las crueles palabras de la Entidad –, pero fue tan terrible. Nada puede servir de excusa para consentir tan tremenda masacre.


– Dais demasiada importancia a la vida material, cuando es la energía pura la que mueve vuestros cuerpos materiales. Esa energía es el continente que soporta el germen de la inteligencia. El contenido debe sobrevivir al continente, el cuerpo corrupto que la envuelve y la aprisiona.


– Y ¿Qué me dices de ti? –Increpó amargamente la claudoriana –, ¿Por qué no dejas ya de joder a los humanos, a los humanoides, a todos?


Gladis quedó estupefacto ante la violenta reacción de Petunia.


– ¿Petunia? –exclamó Gladis intentando que su amiga volviera en sí.


– Gladis, Wagner no lo dice todo. Todo lo dices a medias ¿verdad? –miró señalando al Ente – Lo cierto es que los de su especie están más atrasados que nosotros y que vosotros los humanos –la cara de asombro de Gladis no inmutó a Petunia que prosiguió con su denuncia –, nosotros somos sus larvas, pero ellos son las mariposas previas que deben morir para dejarnos espacio a nosotros. Algunos de los Wagnernianos que quedaron atrapados en la cicatriz del Big Bang, La Brecha no es otra cosa, se negaron a integrarse en la Materia recién constituida y permanecieron como...


– ¡Vigilantes de la Evolución! Petunia! –Interrumpió Wagner.


– De eso hace ya mucho tiempo –increpó la claudoriana –, en realidad, vosotros ya no sois necesarios. Hace muchísimo que deberíais de haberos disuelto para formar parte de la geometría espacio–temporal del Universo. Vuestra actitud sólo está impidiendo que la ilusión de la materia se desvanezca de una vez por todas. En lo relacionado con mi Pueblo, Wagner tiene razón. No me queda más remedio que aceptarlo.


Wagner empezó a llorar desconsoladamente ante los atónitos ojos de sus interlocutores.


– Vengo para regalar la Vida a una máquina, un buen amigo que estuvo a punto de desaparecer por ayudarme –Se refiere al androide Protón–, y vosotros me bombardeáis sin corazón. Queréis destruirme. ¿Os creéis ser tan importantes como para que yo os espíe? Para mí es mucho más importante Protón que ha sido creado por manos imperfectas, por mentes imperfectas; pero a partir de este instante ya no tendrá nada que envidiaros. Ese ha sido siempre su deseo.


– ¿Qué palabras sin sentido dices?, la Verdad duele ¿Verdad Wagner? –Petunia continuó ensañándose con el cada vez más débil Wagner.


Una sensación de pena invadió la mente del Primer Oficial, la cual era reflejada en su rostro por alguna lágrima sin derramar, lo que le daba un brillo especial a sus ojos.


– Entonces Wagner –preguntó Gladis –, esa superioridad sobre nosotros es tan sólo aparente ¿no es así?


– No sólo eso Gladis –contestó Petunia –, los Wagnernianos que aún se materializan en nuestro Universo se encuentran en un grado evolutivo inferior al de la ameba, inferior al del propio silicio o de cualquier material inorgánico. Todo el Camino de la Experiencia material lo tienen por recorrer. Son simples clones de otra existencia superior y anterior.


– Ajá, pero todavía deben dar el primer paso –Sentenció Gladis.


La Entidad desapareció de los aposentos del Comandante arropado de un quejido lastimero.


–A partir de ahora, Gladis, Wagner no poseerá poder sobre ti.


– ¿Por qué Petunia?


– Porque ahora estás preparado para más grandes logros. Conoces el secreto de Wagner.


– Ahora todo el Mundo sabrá quién es –afirmó Gladis –, y no tendrá poder sobre nadie.


– Eso no es posible Eustaquio. Es tu obligación mantener el secreto como así lo hice yo. No podrás intervenir en los deseos de los Wagnernianos. Ningún Ser Humano, u otro Ser, pueden llegar a conseguir el conocimiento que hoy has adquirido sin realizar un esfuerzo propio.


– ¡Comandante Gladis venga al Puente inmediatamente! –Sonó por el comunicador la Voz del Capitán.


Al salir del turbo–ascensor, el espectáculo que le esperaba al Comandante no podía ser más sorprendente. Todos los oficiales del puente de mando formaban un corro alrededor de alguien. Gladis miró con atención y vio a Protón; pero no era el Protón de siempre, el androide. Era un Protón de carne y hueso. Se acordó de un famoso cuento y de las veces que, humorísticamente, lo había llamado Pinocho.


Una luz iluminó el alma de Gladis. Wagner está ahí, pensó, porque tiene que estar, él no es ni malo ni bueno; pero si demostró ser agradecido.

*
Diario del Capitán: 

Nuestros científicos e ingenieros han recogido toda la información posible del fenómeno conocido como Aldebarán VI. El alto mando de la Flota Estelar nos ha ordenado poner rumbo hacia el cuadrante Beta, para intentar poner orden en la Estación Espacio Profundo None, debido a un grave incidente con los Teresianos; por otro lado sólo queda apuntar el milagro que se ha producido en el Señor Protón, debido a la Entidad Wagner, según las fuentes de mi Primer Oficial. También quiero hacer constar en este cuaderno de navegación que voy a proponer al Comandante Gladis para Capitán de la Nave exploradora Buscadora–V, ya que me siento cansado y considero que Eustaquio Theodorus Gladis se encuentra más que capacitado para ocupar mi Puesto.

*

miércoles, 23 de noviembre de 2011

KAOS QUÁNTICO, Libro III: Horizonte Quántico, Prolegómenos

Todas las Personas llevamos en nuestro Interior a otro y otro y otros…, yoes que evolucionan con nosotros o nosotros con ellos. Solo Uno tiene añoranza por un Lugar cercano y lejano; pero perdido. Esa pérdida no será para siempre si se trata del Hombre Original dividido; pero sí lo será para las personalidades que no hayan sido fundidas y vaporizadas en el Horno de la Humildad. Aunque igual da, pues ellas no han conocido el Mundo de Gestar y se encuentran libres de melancolía.

Roberto Beltrán Jr

(Dimensión Alpha Omega)

Prolegómenos


Roberto Beltrán’Jr,  engullía el espacio futuro con su caminar, mientras diversas disquisiciones mentales, relacionadas con el día fenecido, ocupaban su cíclico presente.

Con un soberbio espíritu, pretendidamente misántropo, iba desgranando el casi desprecio, odios y pasiones que sentía por todos sus congéneres.

Miniun Acarus Bacteri, compañero suyo de faena, era el miembro más odioso de todos. Siempre tan prepotente y con un infinito ánimo de figurar, llamando la atención, con la intención de resaltar su escasa presencia. Siempre insultando e insultante, dado a gastar bromas de diversa resonancia e igualmente dispuesto a no soportar aquellas que surgieran de algún sujeto ajeno a su clan.

La figura del Otro, tan desgarbada al caminar, era llamativa y tanto más cuando olvidaba su innata tendencia a permanecer encorvado.

La luz tardía, proveniente de la inmensa cúpula, que protegía artificialmente a la ciudad, era de un tono rojizo pastel, se cree que para mantener los cánones, temporales, de una naturaleza perdida.

De vez en cuando, elevaba su mirada hacia el complicado cielo y hacía un gesto de desaprobación al contemplar el hollín y la suciedad que impedía la observación del mundo exterior pese a la multitud de autómatas que se encargaban de aquel sucio menester.

Su faz cambió, repentinamente, de seriedad odiosa y maligna a sonrisa pícara y de placer en el devenir, cuando sus pensamientos mutaron, debido a las endorfinas que su cerebro había desprendido ante la proximidad de algún tipo de placer.

Tras recorrer cerca de un kilómetro y sortear sucias y angostas callejuelas de sonido metálico; cuyas aceras se encontraban repletas de mujeres de diversa raza y condición, algunas realmente provocativas, y varones, cuyas retorcidas y babosas facciones dejaban intuir, por cualquier observador, un considerable grado de degradación debido al vicio y al descontrol de las bajas pasiones, entró en unos soportales y se dirigió al interior de la amplia estancia penetrando en un pequeño local que pertenecía a una de las numerosas mensajerías galácticas.

–Por favor – se dirigió a una de las bellas dependientas, casi con vergüenza –, creo que ha llegado un sobre a mi atención.

– ¿Sí, por favor? respondió, ésta, preguntando mientras arqueaba las cejas en una clara expresión de interrogación mientras mostraba su blanca dentadura y lucía su contorneante torso.

–¡Ay!..., perdone usted ¡Beltrán’Jr!, me llamo Roberto Beltrán’Jr.

–No hay porqué señor... Hum... A ver... Ah sí, aquí está, tenga Usted– La expresión de la chica parecía denotar algo de conocimiento respecto al contenido del ligero receptáculo y a Roberto, pareció que fueran a salírsele los colores. 

Beltrán’Jr tomó el sobre y, ya en el exterior, lo abrió con avidez esperando que no se tratara de una estafa más, ya que sus buenos dineritos había tenido que abonar por aquello tan poco abultado:

Contactos Porno–Virtuales y también Reales
Dori, Marciana Pelirroja con dos vaginas. Código nº  25620
Jani, Joven polisenos de Ganímedes. Código nº  192130...
*
–Nada de aquello que existe en los mundos conocidos ha podido impedir la infernal soledad del Otro. Roberto Beltrán’Jr lo había intentado todo. Agencias de emparejamiento formal, videófonos de contactos sexuales; pero todo ello, no había sido para su bolsillo más que una considerable estafa.  Beltrán’Jr había pagado, en varias ocasiones, por unos servicios que jamás habría recibido.

–No obstante, aquí tenemos un bonito cadáver recubierto con un traje de polímeros sensoriales, Teniente. Sus ojos desorbitados reflejan un gran "shock" y tanto los sistemas electrónicos como el casco que yace a su lado nos dicen que estaba utilizando la “Intima” de Info–Red, y lo menos que podemos suponer, con tantas evidencias, es que ha sido asesinado por medios virtuales.

– Capitán!, Eso es evidente, como usted muy bien dice – El hablante carraspea, su voz y acento, debido a la perniciosa influencia de un inmenso puro habano que hallase apagado y húmedo entre unos amplios labios que ocultan una decolorada dentadura –, yo tan sólo me refiriero a una mera cuestión de realidad virtual que puede ser comprobada. También quisiera convencerte, si me lo permites, de que este sujeto ha podido ser asesinado con un exceso de masaje cardíaco, al igual que otros muchos, por algún desconocido que está en condiciones de poder manipular a distancia, los sistemas periféricos y sensoriales de un traje virtual. Ello es únicamente posible debido a los medios que ofrece el Sistema informático de la confederación planetaria.

El teniente García, había expuesto sus conclusiones, ¿vanas?, con una cierta lógica y que adornaba con la contundencia que era de esperar en un varón adulto y adornado con tan duras facciones. Su nariz era aguileña; pero algún accidente de la infancia, le había producido la partición del tabique y posiblemente, una paliza pugilística,  habría concedido a su aspecto un aire de brutalidad aparente que no se correspondía con su personalidad real.

Su contertulio, el inspector Álvaro Rubio, ocultaba su auténtica fragilidad física con el disfraz de una inmensa gabardina "beige" que le confería una apariencia de dureza legitimada, de algún modo, por el impresionante vozarrón de mando que habitualmente surgía de sus labios y que era originado en las oscuras profundidades de su cancerosa laringe.

–Teniente, creo que esto es algo que se nos escapa de las manos y que deberíamos de notificar a la  agencia de protección contra delitos en la red –El Inspector tomó un recipiente de titanio que había sobre la mesa y lo ocultó bajo la gabardina, como si de algún modo supiese de que se trataba…

– ¡Joder Capitán!, Ya estamos... –Protestó el subordinado por lo que había dicho su superior, mientras que no dio excesiva importancia al hecho de ocultación.
*
...Todo es irreal, Dios mío. Todavía no comprendo como pude aceptar este horrible puesto de trabajo...

– ¡Humberto Romero, debe aceptar este caso! Nadie hay más capacitado que tú para poder resolverlo– El Almirante Contreras era un individuo bastante convincente, cuando se lo proponía y a continuación sus palabras se cubrieron de una aureola de auténtica humildad.

–Capitán Romero– continuó hablando –, has demostrado repetidamente, durante estos últimos veinte años, que no estás afectado por la adicción de los viajes virtuales. No sé cuál podrá ser el motivo pero...

– ¡Almirante!– interrumpí –, no me gusta mi trabajo, eso es todo. ¿Cómo sería posible que algo me drogase, cuando sólo siento repulsión por ello?

El Almirante me corroboró que esa podría ser la causa principal pero también advirtió que mi aportación, en la seguridad de la Info–Red, había sido inapreciable. Por lo tanto, mi persona era ¿imprescindible?

No aceptó la dimisión que yo tanto ansiaba y que tan repetidamente le había colocado sobre la mesa.

Durante casi catorce horas de trabajo diario, mis únicos movimientos se desarrollaban dentro de un traje de caucho polimerizado sembrado de múltiples sensores electroquímicos, auditivos y visuales, los cuales proporcionaban a mi cerebro la necesaria información para poder llevar a buen puerto las pesquisas, tendentes ellas, a resolver todos aquellos casos del “Centro Secreto de Protección Informática” que afectaban negativamente a la humanidad de nuestro actual siglo XXIV. 

Es tan similar la realidad que palpo por medios virtuales, a la verdadera realidad del mundo en que hemos nacido en carne, que es muy difícil llegar a no perder el control sobre uno mismo y no volverse loco.

Esa inmensa Red, lleva la información que circula entre las diferentes ciudades de los planetas habitados, hacia otros sistemas estelares de nuestra Galaxia; pero, desgraciadamente, también ha sido utilizada, desde sus orígenes, por los criminales para extender la delincuencia, en sus diversas versiones, a todo el Universo conocido, incluido el asesinato.

La Red nos permite penetrar, virtualmente, en las viviendas de los ciudadanos, con los correspondientes permisos, claro está. También en los archivos de organismos estatales o de bibliotecas y en los bares, lugares de ocio y en todo aquello que se nos pudiese ocurrir. Estos accesos se realizan con la misma normalidad con la que, antiguamente, los ciudadanos paseaban por las grandes ciudades construidas al aire libre; pero con la ventaja de ahorrar el valioso tiempo que se perdía en el transporte entre los distintos lugares.

Los agentes secretos de Info–Red, podemos adquirir diferentes formas de personalidad virtual y también poseemos la facultad de asumir un control casi total sobre los mecanismos que reaccionan interactivamente con nuestros sentidos.

Tan sólo gracias a eso, podemos salir indemnes de la mayoría de las misiones; pero los criminales también han logrado averiguar, en muchas circunstancias, el funcionamiento de nuestros métodos y, creado, peligrosos virus que desarman nuestras defensas. De ese modo, pueden provocar descargas electrónicas de diversa intensidad y tensión en los trajes de polímeros y caucho; causando, en no pocas ocasiones, demasiadas víctimas entre mis compañeros. Todo eso, sin contar con las muertes provocadas en civiles y que pertenecen a nuestro quehacer cotidiano, como hechos a investigar.

La “Intima” es visitada por infinidad de individuos de las más diversas razas y de diferente sexo y condición social, con la intención de realizar contactos con otras personas o máquinas que puedan calmar sus apetitos sexuales; pero en los últimos años, la “Intima” ha sido visitada por algún sádico que se ha cobrado más de veinte víctimas mortales.

...Alguien llama con insistencia al portal virtual de mi habitación electrónica; pero yo sé que se trata del mencionado Almirante José Contreras, mi Jefe directo.

–Adelante Almirante– Bienvenido sea.

–Me gustaría traerle buenas noticias, Capitán, pero mucho me temo que esas tendrán que esperar para mejores momentos.

– ¿De que se trata, Señor?– Pregunté.

–Se nos ha comunicado, por parte de la policía local, que se ha encontrado otro fiambre rebosado en polímeros.

Entendí perfectamente el argot profesional. – ¿Cómo ha sucedido?– volví a interrogar.

–Siguen utilizando el método habitual de sobre estimulación bioeléctrica; no obstante, para mayor información contactará con el Teniente José García. Él le pondrá al corriente en todos los pormenores.

–Señor, ¿tenemos datos de los últimos hechos acaecidos previamente a que la víctima se convirtiera en un polo de carne?

–Joder, Romero– sonrió –, tú también con ese ácido sentido del humor..., basta ya, el Inspector García te dirá todo de lo poco que sabemos.

–Discúlpeme Almirante..., la Víctima. ¿Cómo se llamaba?

- Roberto Beltrán’Jr..., también encontramos en su Ordenador un ¿seudónimo?, el Otro ¡Extraño!, ¿Verdad?
El Almirante marchó cerrando la puerta tras de sí y  entonces entré en las páginas virtuales de la víctima, ya que con la sola visita de mi superior y padrino se me habían concedido, de forma instantánea, todos los permisos necesarios para comenzar la investigación de este suceso que tan unido estaba con aquellos otros que me habían ocupado el tiempo laboral de los últimos cuatro meses.

Intenté ponerme en contacto con el Teniente García, antes de que él lo hiciera conmigo; pero todas sus puertas y portales de acceso se encontraban herméticos a mis llamadas. Lo más seguro sería que estuviese fuera de su casa, trabajo o automóvil, comiendo posiblemente en algún tugurio barato.
*
–Muy amable por su visita caballero– Sonó una melodiosa y erótica voz femenina.

Tras la voz surgió un rostro y tras el rostro un cuerpo, posiblemente falsos, como solía suceder en estos aconteceres.

– ¿Señorita, se puede saber quien es usted y quién le ha dado per... –No me dejó terminar.

–Hace mucho tiempo que intento contactar con usted, Capitán Humberto.
Interrumpí– ¿Cómo sabe usted mi nombre?– esperé la respuesta.

–Querido amigo, perdone que no me haya presentado, mi nombre es Laura y tan sólo quiero ayudarle, ya que sin mi colaboración, posiblemente, será incapaz de resolver el caso que se trae entre manos..., además, tutéame por favor, ya que tu y yo lo vamos a pasar muy bien.

...¿No sería Laura la asesina virtual?
*
Hace ya, varios días naturales, que entré en contacto virtual con la Entidad “Laura”. Me preocupa en extremo, la abulia y el tedio que me vienen embargando la vida. Nunca había sucedido algo similar; ya que desde entonces, no he tenido la suficiente fuerza como para salir de la prisión virtual que me supone el traje de caucho y polímeros, y lo que es peor, vengo sin utilizar el holograbador que me permite desarrollar, con relativa eficacia, mi labor de investigación policial.

De una forma extraña, Laura tiene el metafísico poder de manipular las sensaciones virtuales, muy a pesar de que los sensores y periféricos bioeléctricos no deberían encontrarse, teóricamente, a su alcance. Otra vez tengo miedo de haber cedido a la trampa que supone la adicción virtual y en la que tantos compañeros míos cayeron. Quizá me haya llegado la hora de la jubilación.

La primitiva sospecha que se cernió en mi mente, acerca de Laura, se vino abajo y quedó despejada; pero tampoco estoy seguro de que sea una deducción lógica basada en hechos objetivos, pues siento que me ha enamorado de una forma cruel y sin vuelta atrás.  No obstante, fue ella quien me condujo a la vivienda de Miniun Acarus Bacteri, para que procediera a la interrogación de éste. 

Antes que nada, visité el hogar del difunto Beltrán’Jr, el Otro, y recogí toda la información que pude acerca de los momentos previos a la hora de su defunción.

Aquella luz que, falsamente supuse, penetraba por la ventana holográfica de su habitación y que venía a reflejarse en el holomonitor de su caduco sistema informático… Me resultaba conocido el punto en que dudaba de su propia persona y creía ser otro; eso suponía yo que significase ese estúpido seudónimo. Parecía que Roberto Beltrán’Jr hubiese entrado en un proceso esquizoide, bien conocido de los psiconeurólogos de Info–Red.

Al mismo tiempo, en el mismo instante; pero en otro plano dimensional. de multitarea, pude sentir una intensa sensación de orgiástico placer, ya que Laura no paraba de erotizarme y amarme con cada vez mayor poder.
Trabajaba y retozaba en el entorno de un trabajo informático compartido. Eso era muy peligroso debido al posible desdoblamiento de personalidad.

Investigué también los contactos de Roberto Beltrán’Jr con la mensajería espacial, y hasta me atreví a investigar a la policía local que descubriera el caso; pero no encontré ningún objeto ni pista que pudiera orientarme en la resolución del caso. Este hombre parecía haber surgido de la nada.

La angustia inunda mis entrañas. No es por temor a que mi persona pueda ser dañada. Es por Laura.  Todas las evidencias apuntan hacia la persona que ha secuestrado mi corazón, y mis genitales, a la que paradójicamente no conozco en persona y de la que, por lo tanto, no puedo saber su sexo, ni tan siquiera sus intenciones.  ¿Me habré enamorado de una idea?
*
–Señor inspector, hace ya algún tiempo que le estaba esperando. ¿Quiere una copa de destilado Alpha Ceti?

–No gracias, estoy de servicio, Miniun Acarus. ¿Sabe usted porqué estoy aquí en su domicilio?

–Me he enterado por las Noticias de la Red. También me lo han comunicado las autoridades locales. Mi odiado compañero ha sido asesinado– Sonrió.

–No sólo su compañero, amigo, también han matado al teniente de policía que descubrió los hechos antes de que me pasara la información que tenía en su poder...Es una noticia fresca que acabo de conocer ahora mismo.

– ¿No pensará usted que...?

–Yo, Señor Acarus ni pienso ni dejo de hacerlo, tan sólo me sujeto a los hechos y a las posibles evidencias. Adiós...
*
Miniun Acarus Bacteri se había puesto a temblar; pero durante aquel breve espacio de tiempo, tuve la certera convicción de que ese pobre cobarde no podía haber cometido el crimen. No era lo suficientemente inteligente. No se encontraba a la altura de los hechos acaecidos.

–Romerito mío, eres un auténtico toro amatorio.

–Laura, por favor, déjalo..., no, no lo dejes. Esto es imposible, me estoy volviendo loco. Loco de Amor por ti.

–Déjate llevar Humberto. Siempre es mejor el Amor que el Odio ¿No es así?

–Pero Laura, o quien quiera que coño seas, esto no puede llamarse amor tan sólo es sexo virtual. Además ¿Quien eres, de donde vienes?

–No tengo sexo, amor, ni tampoco soy de tu tiempo ni de tu espacio... 

...¡Oh no! El pánico hizo que los cabellos se me erizaran al comprobar como un rayo de luz violeta entraba por la ventana, incidiendo sobre mi sofisticado panel de Holo–Visión, haciendo que pudiese ver reflejado mi rostro; pero ese no era yo, no era yo. Eso ¡ya lo había vivido alguien!

No paré de llorar mientras la Entidad “Laura” me robaba la poca fuerza vital que me quedaba y con ella mi corazón y la cordura.  Aquel no era mi rostro, aquel no era yo, Dios mío... Era el Otro.
*

viernes, 18 de noviembre de 2011

KAOS QUÁNTICO, Libro III: Horizonte Quántico, ¿Sin Corazón?

El fin Justifica los Medios decía el archiconocido Maquiavelo. Los Caminos de Dios son inescrutables dicen los sacerdotes y predicadores; cuando algún acontecimiento puede ser incomprensible y difícilmente justificable. Cuando se supone que Dios es Amor; pero preguntémonos ¿El Amor es realmente lo que creemos que es? ¿En realidad es importante que la materia perdure y que no se corrompa? ¿Tan malo es el dolor y la Muerte y tan buena es la felicidad y la Vida mortal?

Juan Luis Lacazi (Capitán de la Buscadora V)

(Dimensión Magonia)




¿Sin corazón?
— Era único en su género, Petunia. – Petunia era una hermosa mujer oriental y la segunda asistente psicólogo de la nave Buscadora V.

– ¿Eso dijo Protón, Capitán Lacazi?

— Estábamos de acuerdo en eso; pero no dejo de pensar en el resentimiento que sentía cuando destrocé las metálicas cervicales de aquella Máquina de cerebro humano –El Capitán se refiere a una situación intrascendente de su reciente pasado, en una batalla contra el Imperio Máquina.

– No debería sentir remordimientos, Capitán, se encontraba en guerra con una especie cibernética.

— No lo sé, Petunia, llegué a disparar mi arma contra miembros de mi tripulación.

 – Y eso le duele ¿verdad, Lacazi? Estaban convertidos en zombis.

– También lo estuve yo hace algún tiempo cuando la primera guerra contra los Máquina, amiga mía, y esas mismas personas fueron las que me salvaron de esas cosas; pero no había tiempo.

– ¿Está seguro, Capitán? El futuro de toda la Humanidad dependía de algunos sacrificios. ¿No es así?

— No lo sé, Petunia, ojala lo supiera... Eso es lo que me está torturando.

– Esa actitud no le va a ayudar. Lo que hizo, hecho está.

En ese instante, el comandante Rodríguez entró en el concurrido bar de la Astronave. Su expresión mostraba cierta duda, que no pasó desapercibida ni para la mujer ni para el Capitán Lacazi.

– ¿Un jugo de melocotón Galteriano, Francisco?

— No, gracias Petunia, verás, querría hablar con el Capitán.

– ¿A solas? – Preguntó la asistente psicólogo, haciendo intención de apartarse.

— Petunia es de confianza, Comandante, puede usted proseguir.

– El equipo de rastreo ha sido incapaz de localizar la cabeza del Almirante Máquina. Capitán, estoy desolado y realmente preocupado. –Cuando el Jefe de los Máquina fue aniquilado se conservó el cerebro neural para poder analizarlo.

– ¿Ha preguntado al comandante Protón? Él fue el último que lo tuvo entre sus manos después de que yo...

La expresión de Capitán mostró ante sus interlocutores un elevado grado de auto culpabilidad – Había sido él quien disparara contra el mecánico cuerpo de la inteligente Máquina de cerebro humano.

El Gobernante de la Buscadora activó su comunicador.

— ¡Señor Protón! ¿Se deshizo de los restos de la Máquina, tal y como le ordené?

– Señor, hubo que realizar reparaciones de prioridad Uno en el Horno de fusión de materia – antimateria. Ahora mismo me disponía a...

— Protón –Interrumpió Rodríguez –. ¿Lo tienes debidamente aislado?

– Francisco, lo que queda de la Almirante Máquina se encuentra en el laboratorio de la enfermería, dentro de un campo de contención. Sus circuitos bio –eléctricos no funcionan y por lo tanto no debería de producirse ningún problema.

— ¡Computadora!, aumenta al máximo la potencia del Campo – Ordenó Lacazi.

– ¡Peligro! ¡Peligro! Existe una fuga de energía subespacial en los laboratorios. – Sonó la melódica voz del Ordenador de a bordo.

— ¿Situación, Buscadora? – Reclamó respuestas más concretas el Comandante Protón al ordenador de la nave.

— El objeto colocado por usted, en un campo de contención, está absorbiendo la energía del campo.

– Por todos los demonios, Señor Protón – exclamó un preocupado Capitán.

En el puente de mando, la pantalla principal mostraba disturbios térmicos que hacían imposible la visión de las estrellas.

— Navegante – preguntó el Comandante Gladis –, ¿alguna distorsión gravitatoria?

– No, señor. El Ordenador no detecta ninguna disfunción gravito–métrica.

— Esmeralda – se dirigió a la primera asistente psicólogo –, ¿alguna interferencia de carácter emocional?

– Nada relevante, Señor.

– Primer Oficial – intervino el Capitán tras surgir del ascensor, acompañado del Ingeniero Francisco Rodríguez y del Autómata Protón–. ¡Comprueben si existe alguna distorsión cuántica!

— Señor – puntualizó el Jefe de Seguridad en funciones Señor Goltrun –, nos encontramos muy apartados de la Zona Fronteriza y del Imperio Teresiano –La propia especie a la que pertenecía el Jefe de Seguridad –, los míos no se acercarían a la Nave Insignia de la Federación sin hacérnoslo saber.

– Por lo tanto, Señores – afirmó el Capitán –, no nos enfrentamos ni a Picudos ni a nuestros aliados los Teresianos, Señor Goltrun...?

— Peligro. Peligro – sonó insistente la voz del ordenador neural de la Nave –, el Campo de Contención ha desaparecido.

– Capitán Lacazi, Señor Gladis –Uno de los vigilantes del laboratorio comunicó con el puente –, no sé cómo explicarlo, Señor, los restos de la Almirante Máquina han desaparecido.

— Señor Gladis, rápido, levanten los escudos de fuerza – ordenó el Capitán.

– Señor Goltrun – miró el Oficial Primero al Jefe de Seguridad, confirmando la Orden del Capitán con un simple gesto.

— Gladis a enfermería, prepárense para emergencia médica. Entramos en combate.

– ¿Qué sucede, Comandante Gladis? – Preguntó la doctora con síntomas de evidente preocupación –, nos encontramos en medio de una operación.

— Todavía no lo sabemos; pero la nave ha sido abordada con algún tipo de tele–transportador.

– Los instrumentos de la enfermería no dan señales de alguna nave. ¿Cómo es posible, acaso se encuentra invisible?

— Hay algo ahí fuera y sea lo que sea, como usted bien dice, no podemos verlo.

– Un rayo tractor acaba de surgir del centro de la distorsión cuántica – confirmó Goltrun.

— Maniobra de evasión, Señor Goltrun.

— Sí, Capitán.

– Señor Rodríguez vuelva a la Sala de Máquinas – Señaló Gladis al Teniente Comandante –. Sala de Armamento preparen los torpedos led y las baterías de láser.

— A la orden, Señor – respondió alguien por el intercomunicador –, todo preparado para entrar en acción.

— Comandante Gladis, el rayo tractor enemigo ha rebotado en los escudos, pero insiste – señaló la asistente psicólogo tras visualizar su consola.

- Sala de Máquinas, Señor Rodríguez...

– Comandante, soy el teniente Barney. El Oficial Francisco Rodríguez aún no ha llegado.

— Es indiferente, teniente, continúen con la maniobra de evasión seis punto uno y sitúen el factor de velocidad en 9.1 a cinco segundos.

– Pero Señor, eso sobrecargará los cristales de Tritium.

– Cumpla sus órdenes Teniente –intervino el Capitán, respaldando la orden del Primer Oficial – Comandante Protón, la que ha montado, queda al mando de la Nave. Señor Gladis, asistente psicólogo Esmeralda, hagan el favor de acompañarme a mis aposentos.

*

— Bien, Señores, si no se trata de humanoides con emociones o alienígenas con sentimientos ¿No es así Elena?... ¿Contra qué nos enfrentamos?

– ¿Alguna hipótesis, Señor? – devolvió la cuestión Gladis.

— Sólo existen dos opciones, Eustaquio – contestó con familiaridad el Capitán –, o los Picudos han enviado un arma automática de tecnología desconocida o..., no quisiera ni pensarlo.

– Señor – apuntó la bella empática –, la tecnología Picuda de ocultamiento se encuentra a la par que la de la Federación de Planetas de la galáxia. Ese hipotético armamento resulta inaceptable en estas circunstancias.

— ¿La otra opción? – volvió a preguntar el Comandante –, no se estará refiriendo a los Máquina.

– ¿Qué otra cosa podría ser, Comandante?

— Noto una extraña sensación en Usted, Capitán.

– Eso me temo Elena, y es una sensación lamentablemente muy familiar.

— Pero si fueran los Máquina –interrumpió Gladis –, ¿De dónde han conseguido la tecnología de camuflaje?

— Asimilación, Gladis, asimilación. Las naves Teresianas poseen el sistema de ocultación inventado por los Picudos. Muchas fueron destruidas en nuestros últimos encuentros con el Imperio Máquina; pero ¿Quién nos puede afirmar que es imposible que hayan copiado su tecnología?

— Eso sería preocupante, Capitán.

– Más que preocupante, diría yo, Eustaquio.

– Emergencia, Capitán – sonó la voz de Protón por el comunicador.



— ¿Situación, Señor Protón?

– Lo que sea, Capitán, nos está siguiendo a través del Hiperespacio. Aquí su rayo tractor es inútil; pero tampoco podemos mantener durante mucho tiempo más la velocidad de hiperespacio actual.

— ¿Posibilidades, Señores? – interrogó el viejo capitán Lacazi.

– Podríamos adentrarnos en una Nebulosa –apostilló Goltrun.

— No lo veo factible – intervino Elena –, los Máquina ya conocen esa estrategia de un encuentro anterior con la Buscadora IV.

— Pero era otra Astronave y fue destruida – Protestó el Jefe de Seguridad.

— Señor Goltrun, puede que la asistente psicólogo tenga razón. El sistema de transmisión de datos del Imperio Máquina es infinitamente más sofisticado que el que posee la Flota Estelar. Mis tristes recuerdos de cuando estuve recluido, en una de sus naves, me dicen que la comunicación de su almirante, con el conjunto de su flota, es permanente.

– Entonces, sólo nos queda hacerles frente.

— Así parece, Eustaquio, así parece.

– Comandante Gladis, estas son mis órdenes: Usted y el Señor Protón se encargarán de atacar por estribor, a lo que sea, con las baterías de rayos del Sector octogonal. Sí Señor Gladis, haremos uso del protector antimeteoritos; Así que, tengan cuidado de mantener la suficiente distancia de seguridad.

— El Señor Goltrun y yo – continuó el capitán Lacazi –, dirigiremos nuestro ataque por babor con el módulo bazoca, se entiende. Yo sé cual es su punto débil y en el momento oportuno les sorprenderemos con una andanada de torpedos cuánticos.

– Compruebe, igualmente, Gladis la variación de la frecuencia de los escudos. Pase lo que pase, los campos de fuerza deben resistir. Hay que evitar, a toda costa, cualquier incursión o abordaje de alguna de sus sondas cibernéticas.

— Señor – interrumpió Protón –, si son el Imperio Máquina, han recuperado la cabeza de su Almirante. No podemos estar seguros de que no hayan copiado ya nuestra más reciente tecnología.

– ¡Por todos los demonios! – exclamó Lacazi.

*

Tras una breve frenada, la Buscadora V, viró a estribor con la ya conocida como maniobra Lacazi y esa rapidez desconcertó a la misteriosa Nave enemiga. Ese breve período de indecisión fue utilizado por sendos pilotos para el perfecto desacople del octógono y la Nave bazoca.

Por las frecuencias subespaciales podían escucharse, debidamente encriptadas, las conversaciones de ambos comandantes.

– Capitán, como había supuesto, la distorsión cuántica se dirige hacia ustedes. Empezamos a disparar los Láser cósmicos a discreción sobre la Nada.

La distorsión cuántica fue desapareciendo hasta tomar la forma corpórea que sorprendió al ser contemplada por las pantallas principales de ambas naves.

— ¡Capitán! un...

– ¡Eustaquio, una nave de guerra Picuda!

Las baterías de rayos del platillo no paraban de bombardear el campo deflector de la Nave de guerra Picuda.

— Capitán, los impactos de rayos son inútiles. El Campo de fuerza picudo parecer absorber la energía de nuestros rayos.

– Gladis, por el amor de Dios, huyan mientras puedan. El campo tractor de los picudos nos ha atrapado. También han inutilizados el rayo deflector, es sólo cuestión de tiempo. Salve a su tripulación, Capitán Gladis y comunique a los mandos de la Flota lo que aquí ha acontecido.

— Capitán Lacazi, no les dejaremos a merced de esas ratas de cloaca – intervino el Androide Protón tras recibir el visto bueno del Primer Oficial.

— Sala de máquinas, aquí el Capitán Lacazi. Señor Rodríguez concentre la fuerza auxiliar en los escudos de estribor; parece que un rayo perforador intenta destruirnos.

— Señor, los reactores no funcionan al cien por cien, y si desviamos la potencia auxiliar no llegaremos ni al cincuenta por cien. Entonces, Señor, seremos atrapados por el rayo tractor.

— Rodríguez, por favor, no discuta mis órdenes.

— Disculpe, sólo era una sugerencia, está hecho, sólo pretendía ayud...

– Permanezcan a la espera y suelten una andanada de torpedos cuánticos en cuanto lo ordene.

— Pero Señor – Protestó el anodino Teniente Barney –, a esta distancia hasta un torpedo de fotón nos haría añicos.

– Cuento con esa evidencia, Señores. ¿Es que hoy se van a cuestionar cada una de mis órdenes?

— Señor Protón, tome el mando de la Nave.

– Sí comandante Gladis. ¿Puedo saber dónde se dirige?

– No hagas preguntas muñeco – El Capitán del Platillo octogonal sonrió mientras daba unas suaves palmadas sobre el pesado y duro hombro del androide –, Doctora Rivera, diríjase a la sala número siete de Transportador. Allí nos encontraremos y siga estas instrucciones...

— ¿Qué pretendes Gladis? – Preguntó la Doctora Rivera.

– Nos introduciremos dentro de la nave de guerra picuda e intentaremos hacerles el máximo daño posible desde el interior.

– Pero no entiendo, Eustaquio, ¿Qué pinto yo en todo esto, qué pretendes?

— ¿Trajo los nanobots como le ordené?

– Aquí están sus diminutos robots, Capitán – dijo la Doctora, mostrando en sus manos un cilindro de titanio herméticamente cerrado.

— ¿Soportará el campo de contención de los nanobots el período de transportación? – dirigió su pregunta de un modo directo, el Comandante Gladis, al Jefe Ortega –, operador del transportador.

– Señor, no hay problema. La velocidad de transporte es a nivel cuántico. Los nanobots no pueden moverse a velocidades ni tan siquiera iguales a la de la luz.

– Bien, proceda Teniente Ortega.

*

La sorpresa fue mayúscula cuando el Comandante Gladis y la Doctora Rivera encontraron a los tripulantes de la Nave Picuda transformados en mediomáquinas. Sólo sus orejas de gnomos mostraban su procedencia humanoide ante sus miradas.

— ¡Son todos picudos! – exclamó la Doctora en voz baja.

– Todos son Máquina – se escuchó una bella y poderosa voz, nada familiar para los polizones humanos de la Nave de Picurcia.

Ambos giraron sus miradas hacia el lugar de donde había parecido surgir aquella extraña voz.

— ¡Dios mío! – exclamó Gladis.

– ¿El almirante máquina? – dijo, preguntando, la Doctora.

— Cuando mis subordinados me transportaron a esta nave asimilada, tras desactivar el campo de contención que me mantenía prisionera, proporcionaron alimento ultra–rápido a mis neuronas biológicas, las cuales habían permanecido en un sofisticado proceso de Stand–By criogénico. Una simple defensa que posee el Imperio de las medio máquinas.

– Evidentemente – Continuó la Máquina con su exposición –, no pudieron hacer nada mejor los picudos por su raza y por la de ustedes. Todos serán transformados por el bien del Universo y de la evolución de la Inteligencia.

– No conseguirás tus propósitos –amenazó la Doctora, mostrando el contenedor de nanobots –, vosotros o tú consideráis qué es lo mejor para todo el mundo; pero hay que respetar la discrepancia – Si yo pienso diferente puedo estar equivocada; pero ¿Porqué no podrías estarlo tú? ¿Quién decide que lo mejor para mi raza es convertirse en kilos de chatarra sin inteligencia individual?

— Esto que tengo en mis manos –continuó la Doctora –, funciona en vuestras partes mecánicas a modo de virus que desactivará vuestras defensas electromecánicas dejando expuestas a lo desconocido a vuestra escasa biología. Si abro el contenedor, ¡dime! ¿En qué te convertirás?, ¿Qué protegerá tus neuronas biológicas?, ¿Será posible que vuelvas a entrar en ese estado criogénico?... ¡Dímelo de una vez! ¿Quieres?

– Varios Máquina picudos se acercaron, con hostilidad evidente, hacia la pareja invasora.

La Doctora volvió a hacer ostentación del brillante recipiente pero de sus labios no volvió a salir una sola palabra.

— La amenaza va en serio –sonrió Gladis –, será mejor que soltéis el módulo de la Buscadora que intentáis dañar. Allí, Almirante, se encuentran Protón y el Capitán Lacazi. ¿Pretendéis que mueran en vuestro absurdo ataque? Tú conoces a Lacazi cuando lo capturasteis, él jamás se rendirá. Morirá antes de ser asimilado.

— La muerte es irrelevante aunque no es nuestro motivo principal. Nuestra primera directriz es la asimilación no la muerte; pero la muerte puede ser un medio. La muerte es irrelevante –respondió la Almirante –, sólo pretendemos dar una mejor vida a las razas en proceso de adquisición de inteligencia. Es por el bien del Universo, de ellos mismos, de vosotros mismos.

– Eso me suponía Almirante –contestó Gladis.

— Ahora podéis marcharos; pero no dudéis que volveremos a encontrarnos y a su debido tiempo seréis asimilados y daréis la razón al Imperio Máquina –Instó el Almirante alienígena.

– Sr Obanium, proceda al transporte, como convinimos – Ordenó a Ortega, Gladis pulsando su comunicador.

Las dos imágenes se fueron disipando del interior de la nave de guerra Picuda, ahora Máquina. Y con ella, el cilindro de titanio que contenía los nanobots; pero lo que no sabía el Almirante Máquina es que el contenido del cilindro había sido discriminado para no ser transportado. Ahora los humanoides cibernéticos estaban contaminados y expuestos a...

Al verse libre del mortal abrazo del rayo tractor, y sin conocer las intenciones del Comandante Gladis, el Capitán Lacazi, desde el Módulo de Combate Bazoka, mandó disparar la andanada de torpedos de fotón; pero la Nave de guerra picuda ya había entrado en velocidad de hiperespacio.

*

— Luego entonces, Doctora, Gladis –Se dirigió el Capitán Lacazi a sus dos subordinados –, ¿El almirante máquina no había sucumbido cuando disparé contra él?

– Así es Capitán –contestó la Doctora Rivera –, cuando creyó desarticular sus vértebras de titanio, puso en marcha un sofisticado sistema de defensa pasiva que colocó el cerebro biológico del Almirante máquina en un estado de catatonia profunda.

— Ahora siento, de veras, que no muriese.

– ¿Porqué Capitán? –Preguntó el Comandante Gladis –, ella les amaba de veras.

— ¿A quién? –preguntó Protón.

– A ambos. A tí por ser su reflejo mecánico y al Capitán por haber estado introducida en su mente, cuando estuvo prisionero del Imperio Máquina.

— Luego entonces –afirmó Lacazi –, los Máquina tienen sentimientos.

– Yo no diría tanto Capitán –matizó la Doctora Rivera –, los Máquina no tenían sentimientos; pero ahora si que los tienen. Cuando Protón, usted y yo luchamos en la Buscadora–D por su supervivencia, las pasiones y sentimientos tan profundos que surgieron en tan titánica lucha emocional contaminó al Imperio Máquina mil veces más que cualquier robot auto replicante nanotecnológicamente diseñado. El almirante máquina, Capitán, les ama de veras, tanto a usted como al Comandante Protón y eso ¿no me dirá usted?, ¡Es un Principio!

— Bien Capitán y ¿ahora qué? –preguntó Gladis.

– En marcha Comandante, salgamos de aquí. En nuestro próximo encuentro con el Imperio Máquina sabremos si la hipótesis de ustedes es correcta; pero hay una cosa que no entiendo. ¿Cómo han podido ser tan encarnizadamente malévolos usted y la doctora con los Máquina picudos? ¿Por qué soltaron esos nanobots tan destructivos?

— Mentimos a la Almirante, Capitán.

– ¿Cómo dice?

– En realidad los nanobots de la Doctora estan especializados en la reparación de tejido cerebral. No les mentimos del todo, vamos ¿creo yo?

*

Ya en el Puente.