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miércoles, 4 de enero de 2012

KAOS QUÁNTICO, Libro III: Horizonte Quántico, La Buscadora

La Ficción suele copiar a la Realidad; pero mayormente es la realidad la que copia a los mundos de la Imaginación. En el fondo, no se trata de otra cosa que información compartida entre los habitantes de las múltiples dimensiones del Multiverso.

Antonio Rocasolano (Capitán de la Nave Intergaláctica Buscadora)


La Buscadora

Lo que a larga distancia parecía un punto irreconocible, se fue transformando en un disco de aleaciones metálicas enorme. Allí se encontraba majestuosa la nave de la flota estelar que nos conduciría hasta Tau–Ceti.  Con su kilómetro largo de diámetro fue terminada a mediados del siglo XXIII. Era el objeto artificial móvil más grande construido por los humanoides. Sus tres capas consecutivas de titanio con memoria molecular, plomo y acero inoxidable contaban con multitud de micro cavidades para los nanobots reparadores. Su estructura ocultaba un gigantesco anillo superconductor que era refrigerado a menos doscientos treinta grados kelvin por enormes turbinas lineales.

Este sistema había sido ideado a finales del siglo XX por los profesores Robert Zubrin y Dana Andrews. El Velamag, así lo denominaron, fue construido, en principio, como un sistema de propulsión magnética capaz de navegar y arrastrar una pequeña nave tripulada por unos pocos pasajeros; pero el Almirante Nelson De la Cierva, a mediados del siglo XXI, comprendió la inutilidad de tal sistema como propelente, ya que se habían descubierto los principios de la antimateria y de los gravitones.

Después de recabar la ayuda de la Federación de Planetas Unidos, puso a cientos de miles de operarios y a cientos de transbordadores a trabajar en la construcción de una gigantesca superestructura que cubriese la totalidad del círculo formado por el anillo del Velamag.

La misión principal del superconductor fue dejada de lado y en su lugar se instaló un poderoso motor de plasma y de antimateria capaz de convertir los átomos de hidrógeno del Universo, utilizando como catalizador minerales de litio tricristalizado (Tritium), en iones de gravitón y utilizándo el esqueleto principal como generador de una matriz energética que contuviera un campo de fuerza basada en el electromagnetismo y denominado como de Zubrin–Andrews, en honor de esos grandes investigadores del siglo XX.

Mi acompañante, Álvaro Rubio, no mostró el más mínimo interés en la gigantesca astronave, que cada vez más cerca,  nos aguardaba con su belleza tecnológica imponente y centenaria, ya que en sus misiones de investigación, había sido pasajero habitual de estas superestructuras; pero yo, un simple investigador de la Red Virtual del Sistema de Vieja tierra, tan sólo las conocía por medio de los hololibros de texto, de la Academia de Cuerpos Especiales.

A mis cuarenta y cinco años de edad, era la primera vez que me atrevía a aventurarme más allá del Sistema Solar. Sólo los cruceros estelares como “La Buscadora “ eran capaces de realizar viajes interestelares, por sus propios medios, ya que sólo sus potentes motores de plasma y escudos Zubrin–Andrews eran capaces de abrir y soportar las inclemencias de los agujeros de gusano, en casi cualquier lugar del Universo,  exceptuando en las inmediaciones de los sistemas planetarios.

Ya, a mediados del siglo XX, se comprendió que el espacio no estaba vacío y que ninguna nave de composición material podría viajar por él a velocidades cercanas o superiores a la de la luz, ya que cualquier impacto contra el casco, de algo similar a una mota de polvo o un copo de nieve, haría saltar las naves por el “aire”, por muy blindadas que se encontrasen sus estructuras. Tan sólo construyendo atajos en el hiperespacio, donde se encuentran los pliegues dimensionales del Universo se podría viajar de unas estrellas a otras o de unas galaxias a otras, a velocidades inimaginables y casi instantáneas.

–Humberto, por favor, comprueba tus cinturones de seguridad. Estamos a punto de atracar.

–Gracias Álvaro – comprobé la seguridad de los arneses electro neumáticos –, Estaba tan absorto en la enorme belleza de este súper cacharro que estaba fuera de la realidad – Gracias otra vez por el aviso.

–No me digas que nunca has estado en una ciudadela interestelar como esta.

–Te lo digo Álvaro, créetelo, Lo más lejos que me he separado de Vieja Tierra fue cuando tuve que servir en el cinturón de cometas de Kuiper, antes de la nube de Orth, cuando tenia veinte años, en el servicio militar voluntario de la Armada del Sistema Solar.

– ¿No has pasado la gran nube de cometas? ¿No conoces los planetas de Alpha Centauri y las estaciones orbitales de Próxima? Eres, amigo mío, un auténtico dinosaurio. Sí, un topo dinosaurio.

– Tu lo has dicho, compañero. Sé que existen la Esfera de Dyson de Tau–Ceti y las múltiples colonias de Magallanes y Andrómeda, por los libros y revistas mundanos que visualizo en mi holograbador; pero…

–Pero, ya hemos llegado Humberto.

Se pudo escuchar un suave silbido, debido a la descompresión, y se abrió el enorme escotillón del trasbordador. La Lanzadera había estacionado en el espacio puerto de la “Buscadora”.  Bajamos con la ayuda de un aerodeslizador que había sido acoplado, a propósito, a la base del escotillón.

Unos metros abajo nos esperaban tres tripulantes que por sus insignias parecían ser el Capitán y dos comandantes de servicio.

–Encantado Capitán Rocasolano – Saludó el Inspector Rubio a uno de ellos, estrechándole la mano –, le presento al Capitán de las fuerzas especiales de Info–Red Humberto Romero.

–Espero que tenga una buena travesía hasta Tau–Ceti – Me dirigió una sonrisa y nos saludamos –, en esta vieja lancha. 

El Capitán Antonio Rocasolano Kirchof era un sujeto musculoso pero no excesivamente corpulento y de unos treinta y cinco anos de edad. Su propia juventud y su mirada serena me dieron cierta confianza para tratar con él. El pelo rubio y lacio contrastaba con su bronceada tez. Esta última característica me hizo pensar, con razón, que el Jefe de oficiales era muy amigo de visitar los solarium virtuales de la “Buscadora”.

–Les presento – continuó el Capitán con el protocolo –, al primer comandante Javoc, Antonio Javoc y a Hércules Monzón mi Jefe de Seguridad.

Después de los prolegómenos nos condujeron a los turbo ascensores. En el camino y para abrir boca entablamos una conversación intrascendente referente a lo bien o mal que habíamos pasado el rutinario viaje en trasbordador – Ya saben los tele transportadores son muy peligrosos en Vieja tierra – Dijo.

–Amigos – continuó el Capitán Rocasolano –, todo lo vieja que es ésta Nave lo tiene de novedosa. Lleva operativa cerca de un siglo y medio; pero el mantenimiento continuo y las reparaciones de última tecnología han hecho que las modificaciones y perfecciones de su estructura sean constantes.

–Comprendo Capitán – Dije –, ya que se utilizó tantísimo tiempo en construir el Velamag y transformarlo en un gigantesco platillo de titanio, murieron muchos astronautas durante su construcción, entiendo que una obra tan magna no deba ser ideada para ser utilizada por un breve espacio de tiempo.

–Efectivamente, Capitán Romero – Confirmó mis palabras Javoc, el Primero. Su rubio cabello, cuyas mechas reflejaban la luz fluorescente de las paredes y el techo contrastaba con su morena piel, perteneciente a un chaval de unos veinticinco años de edad.

–Cada vez que se emprende la construcción de uno de estos navíos – Continuó –, es necesaria la cooperación de varios sistemas confederados de planetas. Como ustedes bien saben,  esta no es una nave de guerra; pero va suficientemente pertrechada para hacer frente a posibles ataques por parte de los piratas mutantes que se esconden en los cometas y asteroides no reconocidos por los sistemas planetarios. No podemos exponernos a perderla ni a ella ni a los más de mil pasajeros que usualmente habitan temporalmente en sus amplias habitaciones.

– ¿Me está diciendo que “La Buscadora” va armada con cañones de luz de argón rectificada en fase? – Interrumpió Álvaro Rubio.

Hubo un breve silencio que pronto fue interrumpido por el Jefe de Seguridad.

–Señores, este crucero estelar va equipado con los más sofisticados equipos de defensa y contraataque.  Efectivamente, como dice mi compañero, no es una nave de guerra; pero estamos equipados para hacer frente a condiciones más que adversas sin sufrir el mínimo daño –El turbo ascensor llegó a su destino.

–Ahora señores, mientras mis hombres llevan sus equipajes a las habitaciones, me gustaría mostrarles algunos de los entresijos más importantes de mi “Buscadora” –Con mi, el Capitán demostraba sentir un innatural afecto por la nave, lo cual transcendía aquello que pudiera sentirse por un enorme armazón de metal y polímeros.

Nos condujo a la Sala de Mandos o Puente de Control. Por el camino comprobamos que varias razas humanoides de carácter inteligente, así como mutantes, androides y Máquina formaban parte de la tripulación.  Goriloides, chimpas y pelirrojos orangos, cuyos progenitores habían sido mutados genéticamente, iban debidamente uniformados, manteniendo no obstante, una cierta inclinación característica de sus primitivas especies.

Su colaboración, de bis a bis, con el resto de la tripulación era evidente y por lo que parecía, eficaz; tanto en los trabajos de conservación y mantenimiento, como en los de dirección de diversos departamentos de la propia nave.  No me extrañó cuando un esbelto y afeitado orango, en ropas de paisano, se dirigió a una encantadora y bella señorita que llevaba en sus brazos a un simpático mestizo. Lo arrebató, con ternura, de los brazos de su madre y le propinó un sonoro beso. Después hizo lo propio con la, humana, que debía de ser su compañera sentimental.

El Capitán nos dijo que muchos humanoides, que por diversas enfermedades no podían vivir en sus planetas de origen, eran reclutados, voluntariamente para formar parte de las tripulaciones de la Flota Estelar. Estos Máquina realizaban diversos trabajos especializados y que por las características propias de los trabajos no podían ser desarrollados por humanos normales o por androides totalmente electromecánicos.

Los Bioborg tenían implantados órganos y miembros de titanio que por accidentes o malformaciones habían perdido. Estos miembros mecánicos habrían sido carísimos en épocas arcanas; pero permitían que sus poseedores pudieran tener una vida normal y completa. Los neuroborg tienen situado en el cerebro, un sistema microelectrónico de detección electromagnética con discriminación de interferencias y decodificador neural, así como una sofisticada microcircuitería de memoria molecular de alta tecnología que les permite superar sus retrasos innatos o producidos por pérdida de masa encefálica. Los neuroborg son los ayudantes de los pilotos de la Nave.

Una enorme estructura de poli carbonato cristalino ocupaba una parte importante, a modo de ariete o mascaron de proa, en la sala de mandos. Era una gigantesca piscina de agua tratada químicamente, cuyas azuladas aguas dejaban ver claramente a tres bellos y magníficos ejemplares de delfín común o morro de botella.

–Amigos visitantes, les presento a la familia García, pilotos jefes de “La Buscadora”, Flipper García, piloto principal. Naomí García, segundo piloto y Lidia García, la pequeña del grupo y copiloto auxiliar y Alférez de Navío.  Hice una mueca de extrañeza, con mis labios, al escuchar nombres y apellidos humanos.

–El macho se llama ¿Flipper? Capitán – Pregunté asombrado.

–A los Jefes de pilotos de la Flota Estelar, les gusta que se les llame de dicho modo; no obstante, ellos tienen sus propios nombres pero son intraducibles e invocalizables  – Continuó con un débil susurro –, les molesta enormemente que se les denomine como delfines o cetáceos. Les gusta ser tratados como individuos, personas.

También sabía, por mis estudios en la Flota Estelar, que sólo los cetáceos tenían la capacidad de llevar a buen puerto a las naves híper espaciales. Tan sólo los súper inteligentes delfines u otros de sus primos podían trazar un rumbo por los agujeros de gusano y seguir las rutas serpenteantes de los entramados pliegues dimensionales a los que conducen las singularidades cuánticas. Sólo ellos eran capaces de detectar el punto de perforación tanto de entrada como de salida, donde se situaba el vórtice que a modo de torbellino, en un embudo, engullese o escupiera a la Nave Estelar, a muchos periodos kilo pársec de su lugar de origen.

Continuamos saludando, siguiendo el protocolo, al trío de pilotos acuáticos y ellos nos devolvieron los saludos, afablemente en nuestro propio idioma, gracias a la tecnología del Traductor Universal, que se encontraba íntimamente acoplado al Ordenador Bioneural del navío. Esta maravilla, el Ordenador, estaba constituido por moléculas orgánicas en perfecta convivencia con micro estructuras de nanobots y nanocircuitos fotónicos de silicio y argón.

Nuestros anfitriones también nos mostraron a otras de las más extrañas criaturas del Universo, las conocidas como medusas de plasma que, una vez, habitaron en el extinto Júpiter.

–Estas son algunas de las cien medusas inteligentes que rescatamos del planeta gaseoso Júpiter, antes de que fuera bombardeado con una singularidad y reconvertido en una estrella de baja magnitud.

Las luminosas y etéreas criaturas parecían fulgurar con una luz propia y sus cristalinos tentáculos se posaban incesantemente sobre el casco de la nave convirtiendo sus movimientos en un vals rítmico y disonante.

–Todas las medusas que se conocen –continuó el Capitán –,  trabajan para las súper naves tipo inter–galaxia, de la Flota Estelar y su principal función es ayudar en las reparaciones del casco exterior, así como al mantenimiento adecuado de las colonias de nanobots; que como ustedes deben saber son microscópicos robots auto replicantes, que se encargan de las reparaciones más precisas y peligrosas, ya que forman parte de la memoria molecular del casco de la Nave.

–Pero esos seres no pueden vivir en el espacio exterior – Afirmó el Inspector Rubio.

–Efectivamente, señores, las medusas no viven en el espacio exterior. Se mueven entre los escudos de Zubrin–Andrews y la propia piel de titanio que recubre a la “Buscadora”. Cuando es necesario bajar el campo de fuerza,  son las propias medusas quienes dirigen el trabajo, dirigiéndose primero a sus aposentos y desconectando los escudos; pero ahora, amigos, dirijámonos a las salas de hologramas, su lugar de trabajo, hasta que lleguemos a su lugar de destino: Tau–Ceti.

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