Introducción a los otros Blogs de ARALBA

miércoles, 9 de noviembre de 2011

KAOS QUÁNTICO, Libro III: Horizonte Quántico, El Hermano Mayor

Magonia, presuntamente es el Mundo de la Fantasía y de las Hadas. El Lugar en donde escritores y otros creadores se inspiran para conformar sus obras. Todo lo que se cuece en la mente humana, como creatividad, proviene de esa dimensión. Por cierto, tan Real como la de Gaia, la nuestra, o cualquiera de sus dimensiones paralelas.

El Mago de Oz

(Dimensión Magonia Tiempo Actual)

El Hermano Mayor

Diario del Capitán:

Después de una dura misión de rastreo, y descontaminación alienígena de los conductos de la Nave, la Buscadora V se encuentra en órbita estándar del Planeta Omicrón VI, sede de la más importante colonia minera de titanio que posee la Federación de Planetas unidos.


Suspendiendo temporalmente, unas merecidas vacaciones, la Flota Estelar nos ha enviado para aprovisionar a los colonos así como para desarrollar reparaciones vitales en las instalaciones que producen el metal que recubre, en un 85%, la superficie exterior de las naves estelares.


La pantalla principal del puente de mando mostraba un primer plano del hermoso planeta cuyo color meloso era salpicado por el lujurioso verdor de unas pocas pero tupidas selvas y el verde azulado de sus múltiples lagos.


      Sr. Protón ¡Informe!
Protón era un Androide de apariencia humana.


      Capitán, el Planeta Omicrón VI pertenece a la categoría Vital y es el cuarto miembro rocoso de la Estrella Centinel–Epsilón, la cual lleva en actividad unos 2.500.000.000 de años, treinta y seis meses, dos semanas, veinticinco días, tres horas... Se encuentra situado en el Sector Izquierdo de la Galaxia en la horizontal de la Constelación de Ofiuco. También...


      Es suficiente, Protón –Interrumpió el recio y anciano Capitán al Comandante Científico, –Esa era la categoría que el androide portaba en aquella nave de exploración espacial–, mientras arqueaba levemente sus cejas y mostraba un habitual rictus de circunstancia.


El Teniente Comandante Rodríguez –El Jefe Científico de la Misión se presentó al Capitán, mostrando sus ojos azules a modo de cristalinos caleidoscopios.


– Señor, ya hemos preparado un grupo de reparaciones; estamos a la espera de sus órdenes para empezar a transportarnos al Planeta.


– Proceda, Señor Rodríguez.
Minutos después, El Capitán Lacazi y su tripulación quedarían atónitos al escuchar, vía comunicador de la Nave, la voz de su subordinado el Primer Oficial.


– Juan Luís, dirígete a mis aposentos inmediatamente. Es una orden.

*


Lacazi, con su característica flema Hispano sajona, no llegó a alterarse ni un ápice, a pesar de que su rostro expresaba indignación mezclada con unas buenas dosis de asombro.


– ¡Comandante! Gladis; pero ¿que demonios?... Vaya falta de respeto –Susurró, manteniendo un instante de silencio y mirando con interrogación al rostro de la bella parapsicóloga, Elena Esmeralda – Asistente – Otra de sus denominaciones –, Señor Goltrun – El recio Jefe de Seguridad – acompáñenme a la habitación del Comandante Eustaquio Theodorus Gladis. Esto es inaudito.


En realidad, la mente del capitán había entrado en un bucle de pensamientos, cuya palabra fascinante no paraba de repetir. Inmediatamente, creyó intuir la verdadera naturaleza del problema al que debería de enfrentarse.


Mientras el Capitán y sus subordinados se dirigían hacia el turbo – ascensor, aquel les interrogó acerca del Comandante Gladis y si habían notado, recientemente, algún comportamiento anómalo en éste.


Goltrun, el  extraterrestre Jefe de Seguridad, salió a la zaga.

Estoy tan atónito como usted, Capitán, el Comandante jamás actuaría de un modo tan impropio...


– Capitán –interrumpió la asistente –, me permití comprobar las coordenadas del ordenador. Aparentemente, ha sido Gladis quien ha pronunciado esas palabras. Sin duda alguna se trata de sus cuerdas vocales pero...


      ¿Pero qué, asistente psicólogo?


      Capitán, he notado una poderosa presencia – Elena Esmeralda era de la especie de los telépatas –. Era Gladis; pero también parecía no ser él, y sin embargo, su fuerza me resulta de una familiaridad extrema.


      Señor Goltrun, lleve la pistola de rayos en posición de aturdir. Ya sabe, por si acaso –ordenó el Capitán.


– Sí, Señor –La mirada atónita del Jefe de Seguridad mostraba desconcierto ante una situación tan absurda.


El rápido ascensor quedó, súbitamente, parado debido a un misterioso fallo que el ordenador de la Buscadora  no supo diagnosticar.


      Bon Jou, Mesie Lacazi – La imagen de Gladis se materializó, en paños menores, dentro del concurrido habitáculo utilizado para desplazarse entre cubiertas –, siempre es un inmenso placer saludar a un viejo amigo.


      Debí suponer que era Usted ¿Qué ha hecho con mi Primer Oficial?


      Me desconcierta, mesie Capitán ¿Tan mala interpretación he realizado? La mente de Gladis duerme plácidamente en una agradable grieta inter – dimensional.


Los dos interlocutores, así como sus acompañantes, parecían conocerse muy bien entre sí.


– Y mientras, usted utiliza con descaro su cuerpo. Eso no está bien Wagner.
Goltrun empezó a gruñir y a sujetar con excesiva firmeza su arma. El Capitán se dio cuenta de la intranquilidad del Jefe de Seguridad.


      Tranquilo, Señor Goltrun ¡no es nadie! Tan sólo es Wagner, la Entidad intemporal que nos persigue desde que esta Nave empezó a surcar el Universo de Magonia.


      Me ofendes Juan Luís –La sonrisa de Gladis acompañaba, adecuadamente, la expresión burlona inducida por el Ente atemporal, y que por no ser no era ni de ese Universo.


      Capitán –Intervino Esmeralda la asistente psicólogo empática –, noto una anomalía emocional de una intensidad considerable.


      ¡Oh! Que bellas emociones sacáis a relucir las criaturas humanas –comentó Wagner –Gladis con su característica ironía de Clown –, no lloréis bellísima princesa por vuestro amado príncipe –Elena y Eustaquio parecían ser algo más que compañeros –, tan sólo sueña y no me preguntéis con qué.


– Acabe con esto, de una vez, y deje en paz a mi tripulación –dijo el Capitán– Lo que tenga que decirme hágalo personalmente.


Gladis - Wagner, chasqueó los dedos y, al instante, los apretados ocupantes del ascensor se vieron transportados a los aposentos del Primer Oficial.


      Sólo es una broma Capitán –Señaló, un inmaterial y vaporoso Ente, al cuerpo tendido de Gladis – Ahí tienen, acurrucado entre sus sábanas de polímeros, a quien desestimara el regalo de la inmortalidad, la omnipotencia y no sé cuantas cosas más. – Al parecer Eustaquio Theodorus Gladis habría hecho en el pasado algún tipo de pacto diabólico con esa Entidad Atemporal.


      ¿Usted? –exclamó Gladis tras despertar acalorado, como si acabara de salir de una pesadilla –, ¿Qué sucede Capitán?, Esmeralda, Goltrun ¿qué hacen en mi cuarto...?


      Inevitablemente, Oficial, nos toca sufrir de nuevo, los caprichos de una Entidad que no sabe o no quiere respetar las intimidades humanas. Wagner vuelve a hacer de las suyas –Respondió Lacazi mientras señalaba con su mirada al ya tradicional y forzoso polizón de las Naves de la Federación Magona.


      No, Juan Luís –Interrumpió la Entidad ya con su voz y cuerpo de apariencia y nobleza sobre humana –, he sido comisionado por el Universo Atemporal, mi morada original, para proporcionar una noticia de vital importancia a las razas Inteligentes.


      ¿No me diga! –contestó Goltrun, mientras empuñaba su láser con decisión.


– Comandante Goltrun, gracias, retírese a sus aposentos, ni un torpedo de luz acabaría con este incordio –Ordenó Juan Luís.


– Pero ¿Señor...?
El Oficial de Seguridad dio media vuelta, al ver confirmada la orden del Capitán con un simple gesto, y salió farfullando incomprensibles gruñidos e increpaciones en su sonoro idioma natal.


– Hasta luego, mi alienígena favorito –Se dirigió Wagner al ofendido Guerrero.


Nadie, de los presentes, excepto el omnisciente Ente, pudo contemplar la terrible expresión de disgusto que embargaba al Señor Goltrun; pero ante todo era un disciplinado miembro de la Flota Estelar. Eso estaba por encima de todo lo demás, y marchó acompañado de más murmullos cargados de ira sin descargar.

– ¡Wagner! –Solicitó Lacazi a la Entidad –, creo que éste no es el lugar más indicado para una reunión de tan vital importancia, ¿No cree?


– No se burle de mi persona, Grumete, ya lo tenía todo preparado.
Un nuevo gesto trasladó incluso al desnudo Gladis, debidamente uniformado, a la sala de reuniones, desde donde se podía contemplar el firmamento y la majestuosa belleza del Planeta anfitrión, escoltado por sus pequeñas lunas.


      ¿Ya se encuentran todos, bien acomodados? –preguntó mientras invitaba, con sus manos, a tomar asiento.


– Comience cuando quiera Wagner, y por el amor de Dios, acabe con esta parodia de una vez por todas – protestó el Capitán.


      Sir Capitán, Capitán..., Juan Luís; Cómo les dije, he sido obligado, sí, obligado por el Consejo de mi Universo, al que no me dejan regresar, a invitarles a todos ustedes y al resto de... ¿los humanos?, sus iguales, a que vuelvan a su Mundo Original y así poder retomar su perdida inmortalidad.


      De sobra sabe usted, Wagner, que el Sino de la Raza Humana consiste en vivir primero para morir después. ¿Cuántas veces he tratado este tema con usted?..., la cuestión de la inmortalidad es algo que sólo les incumbe a los miembros del Pre – Universo, de donde ustedes proceden, y a otras entidades basadas en la energía pura pero...


– Eso no es del todo cierto Sir Juan Luís. Vosotros sois el resultado de un accidente que se produjo en mi universo. ¿Cuándo? ¡Ah, sí! Anteayer o ¿Fue ayer? No sé, es igual. Esa anomalía produjo, igualmente, como residuo, las cuerdas de energía atemporales que su Federación conoce como las Súper Cuerdas del tiempo.


La cara de perplejidad fue, a partir de entonces, algo generalizado, empezando por el Capitán Lacazi y terminando por el Primer Oficial Gladis.


      Capitán – Apuntó la bella Psicólogo Esmeralda – no está mintiendo.


      Explíquese con claridad, Wagner por favor, si esto no es una más de sus bromas absurdas, ni está confundiendo a mi bella asistente extraterrestre.


      ¿Dudas de mí? ¡Juan Luís! Te aseguro que no estoy haciendo uso de mis poderes para manipular a tu bella telepática. Lo cierto es que debido al mencionado accidente, del cual no me es permitido daros más detalles, se produjo una explosión primordial que originó una infinidad de universos. Muchas entidades de Gestar quedaron atrapadas en la grieta temporal; pero la grieta es algo imperfecto. ¿Cómo os lo explicaría yo? Algo ilusorio, una mentira y muchos de mis congéneres; los ahora humanos...


      Está bien que continúe con su argumentación Wagner –interrumpió Gladis, pero no insulte tan vilmente a la humanidad.


      Gladis –respondió su interlocutor –, tú deberías saber mejor que nadie que lo que estoy diciendo es cierto. Tú has sido partícipe, brevemente, de los dones de Gestar, cuando te ofrecí compartir mis poderes-, y nadie, te lo aseguro, nadie puede desarrollar o ejercer esas aptitudes si no está genéticamente programado para ello.


– Continúe, Wagner –invitó el Capitán Lacazi.


      Resulta difícil explicaros algo que para ustedes es normal. La materia, la energía, la carne, la putrefacción. Todo eso son cosas que a pesar de haber pasado por ellas, de forma efímera, cuando encarné en el pasado, no terminamos de comprender.


– ¿Qué ayuda necesita? –Preguntó el Capitán.


      La de su bella y cara Doctora Melinda y la del Ingeniero Rodríguez.


– Les mandaré llamar. ¡Computadora! Localiza a la Doctora Rivera y al Comandante Rodríguez, que se presenten en la Sala de reuniones..., en cuanto puedan.


La bella y titilante voz de la computadora respondió casi de inmediato.


– La Doctora Rivera está debidamente informada; pero el Ingeniero Rodríguez se encuentra en la superficie de Omicrón y deberá ser transportado.


De nuevo, un breve chasquido de dedos fue suficiente para que tanto la Doctora como el desconcertado y asustado Ingeniero aparecieran sentados entre el resto de los oficiales. Ambos portaban, en funcionamiento, sus respectivos instrumentos sensores. El uno médico y el otro científico...


– Pero Capitán, se suponía que –balbuceó Francisco Rodríguez –, ¿qué es esto...? –Preguntaron, casi al unísono, los abducidos, pero no hizo falta ninguna respuesta verbal ya que la evidencia les llegó al instante, en cuanto vieron la imagen habitual con la que, en anteriores ocasiones, se les había presentado la Entidad Wagner.


El Capitán Lacazi les puso al corriente y luego permitió que el hilo argumental, objeto de la reunión, siguiera su curso.


– Capitán –Intervino Rodríguez –, ahora sabemos que lo que imaginaron algunos científicos del pasado es posible. De hecho se ha convertido en tecnología habitualmente utilizada en nuestros transportadores o cuando entramos en velocidad de hiperespacio. También es imprescindible para recrear el campo subespacial que mantiene la gravedad en la Buscadora así como para comunicarnos por medio de las frecuencias subespaciales. Esos desarrollos no hubiesen sido posibles si no se hubiera descubierto la Ley Universal de unificación de fuerzas y cuyas ecuaciones interrelacionan las fuerzas de gravedad y electromagnética con las nucleares fuerte y débil. El descubrimiento, por parte de Plank, de la naturaleza cuántica y el convencimiento de que los electrones, protones y neutrones no eran los últimos eslabones indivisibles de la materia hizo posible nuestra actual tecnología del siglo XXIV.


      Amigo Rodríguez –intervino Wagner–, lo cierto es que no entiendo ni una patata de vuestra humana tecnología; pero soy consciente de que has entendido, perfectamente, lo que intento mostraros. En cierta ocasión te dije que los humanos llegaríais a sobrepasar en conocimiento a los miembros de Gestar; pero no me refería sólo al ilusorio y anodino poder sobre el Espacio–Tiempo sino a la experiencia inherente a esa espacio–temporalidad y a la conciencia de su naturaleza. Ese conocimiento interno de vuestra naturaleza, los Wagnernianos somos incapaces de vislumbrarlo. Cuando se produjo el accidente cuántico, Lacazi, los Wagnernianos afectados abandonaron La brecha espacio atemporal, su balsa, por ser inútil como medio de reinsertar su Ser en Gestar, y algunos se disolvieron integrándose en los espacio –tiempos recién constituidos. Otros permanecimos dándoles la murga a ustedes. –Rió.


– Entonces –interrumpió la Doctora Rivera –, si sigo bien sus razonamientos Wagner, Rodríguez, la Inteligencia de los Wagnernianos organizada en partículas o subpartículas subcuánticas infectaron, a modo de virus, primero a la materia inorgánica y después manipularon las cadenas de nucleótidos que conforman la información celular del ADN orgánico que existe hoy en los diversos planetas.

      Forzando la evolución de todas las especies existentes –matizó Lacazi.

– Efectivamente, Juan Luís –continuó Wagner con su exposición –, la Inteligencia es propia y originaria de Gestar y es ajena a vuestro espacio-tiempo, el cual es producto de una anomalía. Toda Vida evolucionante hacia cualquier tipo de inteligencia, se desarrolle en cuerpos basados en el Carbono o en la Silicona, es debida a esa intervención subcuántica sobre las materias primas de su Universo, lleguen a conformar criaturas humanoides o no.

      ¿Es eso posible, Comandante Rodríguez? –Interrogó el Capitán.


–  Las nuevas vías de investigación, Señor, van encaminadas en ese sentido. El estudio de complejas partículas subcuánticas, cuyo carácter bien podría ser organizado y posiblemente, Capitán, dichas subpartículas serían divisibles hasta casi el infinito; Pero eso es algo que nuestros científicos no pueden corroborar aunque, eso es lo inquietante, tampoco descartar.

– Veo, queridos Mesies y Madames, que me han comprendido perfectamente –Comentó la Entidad – Espero que puedan hacer llegar, a sus iguales, el conocimiento de que la Inteligencia, en los universos, es un medio utilizado por los Wagnernianos en su afán de regresar, de algún modo, al hogar que perdieron por un fortuito y maldito accidente.

Gladis, gran conocedor de la Historia de la Federación de planetas unidos, quiso ver en Wagner y en Gestar, a aquellos Protectores que mencionaban las crónicas históricas del mítico Capitán Antonio Rocasolano Kirchoff.

      Desde el Puente de Mando, el Androide Comandante Protón se comunicó con el Capitán.

      Señor, los trabajos de reparación en Omicrón VI han concluido; pero el Delegado de la Federación está preocupado ya que el Comandante Rodríguez ha desaparecido misteriosamente.

– No te preocupes, Protón –sonrió el Capitán –, el Señor Rodríguez está reunido conmigo.

      Es un alivio conocer esa circunstancia, Capitán, se lo haré saber al Delegado, pero no comprendo cómo se ha podido transportar, ya que el Señor García, –el Jefe del Transportador– no tiene constancia de algún movimiento desde que bajara el grupo de especialistas y ninguna lanzadera ha pedido permiso para recalar.


– No se preocupe, Protón, ya se lo explicaré más tarde.


– Bien, Señores –se dirigió Lacazi, tanto a Wagner como al resto de la tripulación reunida en aquella sala –. ¿Qué vamos a hacer, cual será el plan de acción?
*
      ¿Sí, Capitán? –Preguntó Gladis.


– ¡Marchemos! Comandante, adelante. ¡Vayámonos de aquí!


      Pero Señor, ¿qué vamos a hacer en relación con la labor que nos ha encomendado Wagner de Gestar ?


– ¿De qué demonios está hablando, Oficial?


      Y Wagner, ¿dónde está? Hace un instante se encontraba aquí.


– Gladis, lo has soñado todo –intervino la Psicólogo Esmeralda –, te dormiste mientras tratábamos sobre las vacaciones de la tripulación; pero el Capitán no consintió que se te despertara.


– Era comprensible, Gladis, nuestra anterior misión fue muy dura, especialmente para usted. Evidenciaba una gran extenuación –apuntó Lacazi.


Cuando Gladis llegó a su camarote encontró debidamente doblado su uniforme. Abrió el armario virtual y comprobó que su ropero estaba completo y nada faltaba.


La cara del Comandante primero mostró asombro e incredulidad cuando sus pensamientos le hicieron expresarse en voz alta mientras se miraba en el espejo.


– Si todo esto no ha sido más que un maldito sueño. ¿De dónde he sacado este uniforme?
*