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lunes, 31 de octubre de 2011

KAOS QUÁNTICO, Libro II: Conspiración (Último Capítulo), El Amor de Pequeña Buscadora

Dice alguna mala Religión que Lucifer es el Príncipe de las Tinieblas; pero lo cierto es que también es el Príncipe de este Mundo y que su nombre significa Luz. Si hay alguna divinidad Griega que se le asemeje, ese es Prometeo que Robó el Fuego del Olimpo para calentar a las heladas personas de la Tierra. Lucifer es un Arcángel caído en desgracia; pero con la transformación del Hombre se completará su propia redención. Lucifer es uno de los Hombres Verdaderos.

Pasaje de la Biblia Luciferina (Libro de la Rebelión Cap: 5 Vers: 2)

(Dimensión Alpha Omega Año 0, antes de nada)

El Amor de Pequeña Buscadora


Star Light no era comandante, cabo, ni tan siquiera alguien importante dentro de la comunidad humana. Laura Estrella Luminosa había sido hasta hace muy poco tiempo nada más simple ni nada más importante que eso Laura Estrella Luminosa.

Poco sabía éste, ésta, ésto..., caramba, esperen que intente explicarme, porque da la casualidad que Laura Estrella Luminosa no poseía alguno de los sexos en particular; tampoco carecía de ellos pues Laura era andrógino, al igual que el resto de sus congéneres.

Ustedes se preguntarán ¿es una historia del futuro?, pues miren por dónde no lo es.

Volverán a preguntarse, ¿es una historia del pasado?, la contestación es la misma que la anterior.

Ya, cansados de indagar, interrogarán, ¿es una historia del presente?.. –caliente, caliente–, ¡caramba!, miren por dónde, nos vamos acercando a la solución exacta...; pero esta tampoco es la correcta. Entonces, hartísimos de no recibir una respuesta adecuada, se pondrán a leer, sin más, esta historia que aunque no puedan creerlo ha sucedido aunque nadie sabe ni dónde ni cuándo, ni en que lugar.

Hace ya, o hará, muchos eones que los seres humanos se habían, o se habrán, desentendido del cuerpo físico; en realidad, podían, aquí lo dejo, disponer del vehículo corporal que quisieran e incluso se encontraba, dentro de su capacidad, la posibilidad de replicar cuerpos carnales, diversos, durante brevísimos periodos de tiempo, unas veinticuatro horas fisiológicas. No era por nada en especial sino que los hombres, habituados a existir conscientemente en forma de purísima energía, encontraban tremendamente claustrofóbico y aburrido el mantener durante largos periodos una misma vestimenta.

A los humanos, contemporáneos de Pequeña Buscadora, jamás se les podría hablar de la Tierra su planeta de origen pues, en realidad, no tenían conocimiento de su existencia.

Hace ya tantos eones que dejaron su planeta natal como eones hace que abandonaron sus cuerpos carnales. Ciertamente, estos hechos no fueron debidos a ninguna causa mágica, extraña a ellos, ni tan siquiera, esa mutación se había producido por un aumento de la inteligencia; ¡qué va!, simplemente, un día, comprobaron que podían cambiar de cuerpo a voluntad y este hecho se convirtió en una agradable e innovadora moda.

La necesidad de procreación fue abandonada por innecesaria e inútil. Ellos eran energía y habían existido desde siempre; por lo tanto, parecía absurdo crear otros cuerpos para los hombres-energía..., todos los hombres-energía existían, sin más, y eso era todo.

Viajaban ininterrumpidamente por los diversos universos intentando, por medio de experimentos genéticos, el avance de la inteligencia en seres atrasados y que se encontraban necesitados de alguna ayuda, suplementaria, para continuar su evolución.

Nadie les mandaba hacer las cosas. No obstante, todo se hacía y nadie se preguntaba el porqué; era algo inevitable como si fuese una tendencia innata, en el mundo energético, inherente a la constitución humana. Hace ya, algún tiempo –el tiempo para los humanos energía no tiene el mismo significado que para los seres con cuerpos físicos–, una pequeña colonia de científicos estaba trabajando en sus menesteres, de manipulación, en el planeta Alpha II.

Su objeto de atención se centraba en unos evolucionados primates a los que denominaban homius. Estos eran una raza de animales muy avanzados que encontrábanse en la frontera de la civilización; no obstante, los humanos estaban convencidos que un empujoncito, en su evolución, no les vendría nada mal para poder ser depositarios de la Inteligencia de Gestar. Los homius eran unos seres muy belicosos aunque prudentes, cobardes, y gracias a eso habían logrado sobrevivir en el complicado y salvaje ecosistema de Alpha II.

Los compañeros de la amorosa Laura, mantenían enjaulados a algunos homius que habían sido, previamente, seleccionados por sus innatas características y que los hacían aptos para la experimentación genética: relativa mansedumbre, nobleza. Grandes, dentro de lo que cabía, dosis de paciencia y sobre todas estas cosas, porque eran especímenes muy maleables. 

Pequeña Buscadora Vra un Ser muy sensible y amoroso; en realidad, todo lo que sucedía a su alrededor le concernía y nada, absolutamente nada, le era ajeno. A Laura le daba una tremenda lástima ver sufrir a los homius encerrados en aquellas jaulas semi materiales. Realmente, ella los quería y lo hacía de veras. 

En muchas ocasiones, sus congéneres, la habían visto llorar del modo que lo hacen los seres-energía, palideciendo su espectro cromático y acrecentándolo rítmicamente, produciéndose cambios visuales de una melancolía extrema. Ella procuraba, en lo posible, que no se la contemplara en dicho estado para evitar que sus compañeros entraran en un estado depresivo inducido; no obstante, esto era algo que no siempre conseguía.

También reconocía que la vida de los congéneres de los homius, que se encontraban, bien protegidos, en aquel laboratorio, no era en absoluto agradable; a pesar de la aparente libertad de la que disfrutaban en el exterior. Alpha II era un planeta donde los depredadores caminaban a sus anchas y los homius parecían ser sus presas favoritas.

El proceso de mutaciones genéticas que los seres humanos estaban provocando en estos semi inteligentes simios era lento pero seguro. Laura Estrella Luminosa, a medida que pasaba mayor tiempo en compañía de los homius, iba encariñándose dramáticamente de ellos. Ella comprendía la soledad de esos compañeros de laboratorio y también entendía del porqué de su continuo mal humor, que de vez en cuando hacía mella en ellos, con especial violencia, cuando se consideraban maltratados o necesitados de una libertad que se les negaba. 

Un día, nuestra protagonista, llevada por su gran amor hacia los homius, incumplió la premisa fundamental de los humanos-energía e interfirió, de forma personal y directa, en la evolución de estas criaturas y..., bueno, no nos precipitemos al comentar los acontecimientos.

Laura Estrella Luminosa, como de costumbre, se dirigió hacia el laboratorio de investigaciones biológicas y con un ligero impulso mental abrió la puerta y penetró en su interior. Éste estaba iluminado con unos grandes focos, inmateriales, de energía fotónica activa.

Al fondo, de la estancia, se encontraban dos de los ejemplares, más hermosos, de primates que habían sido capturados. Cuando ella les llamó se encontraban durmiendo plácidamente; su voz era de una contextura finísima y agradable al oído de los simios, asemejando una melancólica melodía musical. Los homius se incorporaron y sus voces pudieron oírse, si a esos gruñidos podía llamárseles así.

Ug..., Grunggg, Urg –estos eran los sonidos que Laura Estrella Luminosa escuchó y que, inmediatamente, interpretó; bueno, en realidad no había necesidad de esto, pues los humanos comprendían los pensamientos de forma telepática, perfectamente, por muy primitivos que fuesen estos.

Tranquilos, tranquilos, queridos –musitó la humana, emitiendo ondas electromagnéticas audibles mientras su cuerpo energético variaba su frecuencia de vibración dentro del espectro cromático–, vosotros sabéis que yo os quiero y que jamás sería capaz de dañaros.

Los homius entendieron el mensaje bivalente, telepático y acústico, haciendo que sus gráciles rostros reflejaran una especie de sonrisa cargada de tranquilidad y satisfacción.
Laura Estrella Luminosa, como solía hacer habitualmente, se acercó a sus amigos

¿irracionales? y, en pocos segundos, fue replicando un cuerpo semejante al de estos. El humano se había convertido en un homius andrógino pues no se podía decir si era macho o hembra, esto quedaría a la elección de Laura Estrella Luminosa cuando ella lo creyese oportuno.

Llevaba mucho tiempo luchando, consigo misma, pues en su interior había una gran atracción a intervenir corporalmente en las manipulaciones genéticas. Quisiera, en el fondo de su corazón, intentar un intercambio de fluidos con sus amados homius.

Ella, en sus vidas anteriores y en la actual, había mantenido relaciones, íntimas, con los más diversos seres de la galaxia, pero nunca, nunca, con especímenes susceptibles de manipulación genética. Ahora era distinto, entonces era por el mero placer físico lo que la impulsaba a encarnar un cuerpo pero, en estos momentos, era por Amor por lo que estaba dispuesta a contravenir las leyes de la evolución dictadas por los más sabios de los hombres-energía. 

Ella se sentía impulsada, por una fuerza superior a su propia energía, a romper dichas leyes..., a ser portadora genética y manipuladora directa de una nueva forma de vida. Sabía que los científicos humanos se encontraron con graves problemas al intentar cambiar el código genético de estos primates, pues eran seres en la frontera de la inteligencia, pero ella había conseguido encontrar la solución a todas las trabas que la ciencia no había podido romper. 

Laura Estrella Luminosa, sola, ella sola conseguiría lo que los más grandes energi-cerebros no habían podido lograr.

Sabía Laura Estrella Luminosa que debía darse prisa, pues la incapacidad, por indolencia, de mantener un cuerpo replicado hacía, a todas luces, imposible sus propósitos pero, al menos, lo intentaría...

Estuvo hablando, durante largo rato, con los inteligentes simios; estos discutían entre sí y parecían enfadarse con Laura Estrella Luminosa, sobre todo la hembra que estaba realmente inquieta.

-Queridos amigos –dijo la humana–, yo os daré la libertad si me permitís que os dé parte de mi vida y a cada uno por separado. Seguían los gruñidos y gritos de desaprobación.

-No quiero –continuó–, aprovecharme de vosotros y ni tan siquiera sacar algo de placer físico; sólo quiero daros algo de mí y dejaros algún recuerdo para que vuestros descendientes no vuelvan a ser esclavos ni comida para las alimañas.

Los homius preguntaron a Laura Estrella Luminosa, ya más complacidos, qué es lo que quería de ellos y tras su respuesta afirmaron encontrarse a su disposición, pues ellos también la querían y deseaban amarla.

-Saul ven aquí –llamó al macho.

Éste, obedeció inmediatamente y se acercó al homius Laura Estrella Luminosa que de andrógino había pasado a ser una apetecible hembra ante el asombro de los dos primates.

El macho se abalanzó sobre Laura Estrella Luminosa y penetró en una luz que amorosamente le envolvió sacándole moléculas y genes en una estampida, magnificente, de luces y colores tamizados y mezclados con una música que tan sólo podía nacer del centro de las estrellas. Todo duró un breve tiempo hasta que el extenuado homius fue abandonado a su soledad con un murmullo cargado de amorosa comprensión.

Saúl una vez realizado su trabajo, y ya envuelto en una melancólica tristeza podía pensar y ser consciente de haber sido amado por una diosa.

-Eso es, Saúl y Flor –se dirigió Laura Estrella Luminosa hacia los homius–, quiero que tengáis un hijo mío y que yo pueda tener un hijo vuestro. Cuando nazca la criatura, Flor, tú la amamantarás y le proporcionarás el cariño materno necesario para su correcto crecimiento; pero después deberéis entregármelo para que los humanos le adiestremos en las artes y en las ciencias. Saúl, Flor, nuestro hijo será el nexo de unión entre nuestras diferentes especies.

Dicho esto, Laura Estrella Luminosa llamó a Flor y ésta pudo comprobar cómo las cualidades femeninas de la diosa se transformaban en poderosos atributos masculinos y tanto ella como Saúl pensaban cómo deberían llamar a su amoroso cuidador si él o ella. Sus pensamientos no podían ir más allá de esto...

En los breves instantes que duró la transmutación del humano, la poderosa energía que era, produjo en el interior de su organismo replicado profundas transformaciones génicas sobre el ficticio óvulo que había sido fertilizado por Saúl. 

Flor se dirigió sumisa hacia el nuevo macho y penetró en un torrente de excitación casi mística donde la hembra no sabía si le había llegado la muerte, o la felicidad se había instalado en cada una de las partículas que conformaban su velludo cuerpo y de repente se sintió llena y llena de algo superior al placer, Flor era consciente de que su cuerpo se había transformado convirtiéndose en el receptáculo para el nacimiento de algún dios.

La mutación se había realizado y ya no había vuelta atrás. “ Terminado el tripartito acto de procreación, Laura Estrella Luminosa besó cariñosamente a los dos homius y surgieron de sus brillantes ojos, replicados, unas luminosas lágrimas y pensó: lo hecho hecho está.

De sobra sabía que debería hacer frente a un terrible castigo cuando los jefes humanos se enterasen de lo sucedido.

La luminofilia, con motivos reproductores, estaba castigada con la expulsión del universo material.

Poco a poco, su remedado cuerpo, se fue esfumando ante los atónitos ojos de sus amados homius. Jamás podría volver a tocarlos, besarlos o amarlos físicamente; pero su conciencia se encontraba tranquila. Laura Estrella Luminosa, haciendo uso de su energía primordial, abrió la jaula de los primates y, mentalmente, les solicitó para que salieran de ella.

Sois libres, amigos, y recordar que lleváis en vuestro interior algo que nos pertenece a los tres; cuidad de él y yo estaré siempre con vosotros, hasta que la futura raza de los homius sapiens esté preparada para sobrevivir en el medio hostil de Alpha II.

Los ojos de los homius se deshicieron en un amargo llanto y, por momentos, parecía que no quisieran irse al encuentro de la libertad. No, si está implicaba la separación de Laura Estrella Luminosa.

¡Vamos, largaros! –les dijo Laura Estrella Luminosa de forma insistente–, ya os he dicho que estaré siempre, siempre, con vosotros aunque seáis incapaces de verme.

¡Adiós Pequeña Buscadora! –escuchó, mentalmente, la despedida de sus amados homius.

Adiós Flor, adiós Saúl –contestó la humana.

Hemos infringido –continuó–, las leyes de la naturaleza y castigo recaerá sobre mí. Sólo os pido una cosa, si es un bebé me gustaría que le llamaseis Adán y si fuese una bebita Eva.

Dos figuras desaparecieron en la espesa obscuridad de la noche de Alpha II.

Saúl y Flor sabían, dentro de su corazón que su planeta sería como una segunda tierra pues su retoño sería una persona y podrían, algún día, en algún momento, llegar a ser Seres humanos; pero ¿cómo les llamarían si fuesen gemelos?
*

jueves, 27 de octubre de 2011

KAOS QUÁNTICO, Libro II: Conspiración, El Legado para Roberto Beltrán Junior

Hay una Palabra Perdida. Ninguna Persona la conoce. Sólo los auténticos Seres Humanos pueden pronunciarla; pero no lo hacen, pues si así actuaran el universo se destruiría y, al parecer, aún no ha llegado ese tristre o feliz momento… Algunos rumores dicen que se encuentra oculta en un recipiente gris y protegida por los miembros de una Orden extremadamente secreta.

Un Anónimo lanzador de Rumores

(Dimensión Gaia 2057 d.c.)

El Legado para Roberto Beltrán Júnior

El anciano Roberto Beltrán retira su mirada del espejo que había mantenido entre sus manos. Hace ya algún tiempo que viene observando a su nieto apostado en el quicio de la puerta y le hace un gesto para que se acerque.
Es un claro y maravilloso día de primavera. La puerta entreabierta del mirador deja ver un límpido cielo azul. Al fondo un calmado pantano, de aguas translúcidas y azules, contrasta con el continuo piar de golondrinas y aviones que se encuentran en plena cacería.
– ¡Cuánto ha cambiado todo, mi nieto, no lo sabes tu bien!
El jovencito da un fuerte abrazo a su abuelo con la sana intención de no perderlo. El niño al haber visto a su abuelo, llorando, ha sufrido un proceso de inducción y sus jóvenes lágrimas también resbalan por entre sus mejillas.
– ¿Porqué estabas llorando abuelo, te he hecho algo malo?
El anciano sonríe.
–No, hijo mío, que va. Hace algo más de treinta años la humanidad vagaba sin ningún tipo de rumbo, porque el poder del egoísmo estaba afincado en el corazón de la humanidad. Todo se hacía pensando en el beneficio económico, sin escrúpulos. Por simple dinero se acababa con la vida de las personas como si de simples objetos inertes se tratase. La injusticia había convertido a este posible Edén, que es la Tierra, en uno de los paisajes más dantescos que la humanidad haya conocido jamás. La hipocresía y las drogas acompañaban a la degeneración hacia un destino tan negro como un pozo de petróleo.
El jovencito no entendía todas las cultas palabras de su abuelo; pero si era cierta una cosa. Él sentía todo lo que el anciano le quería mostrar. Las palabras del abuelo inducían en su nieto diversas imágenes que suplían con creces el entendimiento del lenguaje hablado.
–Siéntate aquí a mi lado, cariño, y no dejes de poner atención, que te voy a contar una historia. La historia que cambió al mundo y que permite que puedas desarrollarte, como persona, en un mundo algo mejor. Pero un Mundo que hay que proteger y en el que todavía hay que permanecer alerta pues siempre habrá quien quiera arrebatárnoslo para beneficio propio.
Las palabras del anciano llegan con toda claridad a los oídos de su nieto; pero pronto se transforman, en la generalidad del día, en susurros y palabras entrecortadas.
Se puede contemplar el rostro de alguien con mucha experiencia que se dirige a otra persona, en ciernes, deseoso de adquirir el conocimiento de la Vida. La nariz aguileña del anciano acompaña a sus labios en la continuación de una historia aparentemente ya contada.
La lisa y brillante coronilla del viejo contrasta con el poco y luminoso cabello gris, que aún le alcanza hasta la nuca. El niño sigue agarrado a su abuelo. Su atención es evidente y de pronto, el joven tiene una duda y se lo hace saber a su abuelo.
–Hay una cosa que yo no entiendo abuelo.
– ¿Dime de que se trata?
–El Jefe de la Orden del Clavel te dio un escrito y un paquete, no me has dicho que te decía en él.
El anciano permaneció en silencio, mientras dirigía su mirada a un bello cuadro virtual que se encontraba frente a ellos en la pared.
La estación espacial Alpha, pulida y brillante, mostraba su reciente andadura en un baile con la oscuridad del firmamento. La luz salía de sus ojos de buey, cargada con la vida de sus ocupantes. Era evidente, pensaba el anciano, que el futuro del Hombre se encuentra más allá de las estrellas.
Parece como si el tiempo no quisiera continuar y se produce un lapsus que congela a éste y al propio espacio.
–Abuelo ¿Te pasa algo? ¡No me vas a contestar!
El anciano abrió uno de los cajones de su escritorio y tomó un arrugado y amarillento papel de su interior. Lo desplegó y pasó su mano por encima de él con la intención de plancharlo.
–Toma Hijo –dijo el abuelo–, siempre ha sido para ti.
El niño recibió el escrito y lo leyó.
–No es posible abuelo, aún no estaba en el vientre de mi madre, ni tu Hijo Miguel, mi Padre, tenía edad para juntarse con mujer alguna.
–Eso no tiene importancia, Roberto, lo importante es que Javier de la Mata y Vergara, Maestro mío en tiempos, comprendió que si tu no venías al mundo es porque no habría futuro para la humanidad. Porque él amaba mucho a su hija, quien muriera en las circunstancias que te he comentado,  y su amor lo reflejó poco antes de morir en tu Padre, mi Hijo.
–Léeme ese escrito, hace muchos años que no lo miro y no tengo aquí las gafas. –Instó el anciano– Mejor aún, quiero escuchar esas letras saliendo sus sonidos de tus labios.
–Querido Roberto –leyó el joven Roberto–, tu Padre Miguel como casi cualquier progenitor te pondrá el nombre de su propio Padre. No se trata de que yo sea vidente o algo parecido. Espero que tanto tu abuelo como tu Padre hayan podido dejaros de legado el Mundo que yo no pude dejar a mi hija. Los adultos cometemos muchos errores porque nos olvidamos de cuando fuimos niños. Yo lo único que te pido es que siempre hagas por recordar los momentos más bellos de tu infancia. Si esto es así, el Mundo lo podrás legar, en perfecto estado de funcionamiento, a tus hijos y a tus nietos. No sé si abandonando este Mundo, del modo en que lo hago, soy alguien valiente o solo un cobarde que no es capaz de hacer frente a sus errores pasados. Solo te ruego una cosa, que aprendas de mi experiencia y siempre seas claro con tus semejantes. La intriga y el ocultismo de información siempre llevan, indefectiblemente, al fracaso. Junto a este escrito va mi legado particular económico, todo mi Legado, para que si así lo deseas puedas integrarte en las colonias de Marte, colonización que en la época de tu abuelo y la mía estaba paralizada por intereses económicos y militares. Como no dudo del talento de mi aprendiz, Roberto Beltrán, supongo que cuando tú existas y tengas uso de razón, tiempo será de colonizar el Universo.
Así acababan las palabras de Javier, el amigo de su abuelo.
Se siguen oyendo las palabras del anciano Roberto, explicándole a su nieto las cosas de la Vida y de que pronto marchará a las colonias de Marte con su adorada sexicóloga, Teresa, la madre de su hijo, el tío del joven Roberto. El joven asiente cuando el abuelo le pregunta si irá con ellos y con su Padre Miguel, cuando acabe con su formación universitaria. El anciano también entrega al joven un recipiente de titanio gris diciéndole que es parte del legado de su antiguo maestro y que su procedencia es ignota y  de una antigüedad imposible– Deberás conservarlo hasta que en el futuro sepas que hacer con él y con lo que contiene en su interior.
La imagen de la estación espacial internacional toma Vida, cubriendo todo el plano de visión. Un trasbordador llega a su muelle. Tras un breve silencio, tan sólo interrumpido por el trajín del interior de la estación, una nave de desembarco surge de otro de sus muelles rumbo a las colonias de Marte, rumbo al destino del Hombre. El mismo destino de las propias estrellas.


*

lunes, 24 de octubre de 2011

KAOS QUÁNTICO, Libro II: Conspiración, El influjo de Leo

Los que se consideran, a sí mismos como Grandes, se disolverán en el Lago de Fuego y Azufre. Las Humildes marionetas es posible que puedan ser rescatadas por sus Avatares Arquetípicos. Sería algo así como rescatar la propia sombra o el reflejo del espejo en que se mira el Hombre de Verdad.

Sentencia Gnóstica (Anónimo)

(Dimensión Gaia 2070 d.c.)
El influjo de Leo

Mentiría descaradamente si dijese que esta historia es reciente, pero lo cierto es...que todo lo que me sucedió en un tiempo pasado ha vuelto a resurgir con la misma o más fuerza, si cabe, que entonces.
En aquel momento, todo lo sucedido me pareció un maravilloso aunque cruel sueño. Ahora sé, ciertamente, que fue y es una realidad que a algunas personas nos toca experimentar.
Nada del día anterior parecía que iba a modificar la rutina de mi propia vida, un científico, astrónomo, como yo, y aunque pudiera parecer mentira, suele llevar una vida vulgar y anodina.
A las tres de la madrugada todo cambió de repente. Una simple llamada telefónica me despertó de un maravilloso aunque inquietante sueño.
-Profesor Beltrán, debe personarse de inmediato en el observatorio astronómico-me dijo, turbado, uno de los miembros de la academia que se encontraba de guardia–, algo fuera de lo común está sucediendo y parece ser algo de extrema gravedad.
-Bien, bien, García no se excite. ¿Puede contarme algunos detalles con más calma? –pregunté a mi interlocutor, el cual, parecía ansioso y ofuscado.
-Poco puedo decirle, Profesor, pero es como si el mismísimo cielo fuera a despeñarse contra, Éste, nuestro pequeño planeta...
-¿Qué dice García?, Por el Amor de Dios –exclamé, pues algo me decía que tenía mucha relación, lo que estaba sucediendo, con los sueños que me habían atenazado durante estos últimos cuatro años desde que abandonara la robótica– voy inmediatamente.
-Contesté sin permitir que mi compañero, en la lejanía, me diera alguna explicación y que, de algún modo, yo le había exigido previamente.
El observatorio astronómico se encontraba en lo alto de una colina, a varios kilómetros de la ciudad; esto hacía posible que la contaminación luminosa y los influjos radio-eléctricos, de aquella, no turbasen las precisas mediciones y observaciones del astronómico laboratorio estelar.
Sin apenas haberme calzado, ni vestido, llegué sofocado a mi habitual puesto de trabajo.
-Celador, ¿ha visto al profesor García?.. –pregunté al anciano guarda.
No terminé de hacer la pregunta, cuando la persona a la que hacía referencia salió disparado hacia mí, mostrando una leve sonrisa en sus labios, aunque más bien denotaba preocupación que alegría.
-Don Miguel Beltrán, tiene usted que ver lo que está sucediendo, allí, en el cielo; Dios mío, parece el fin del mundo.
Nos dirigimos aceleradamente hasta el telescopio principal de ocho metros y allí pude observar, aterrado, cómo una especie de nebulosa incandescente surgía del firmamento estrepitosamente.
-Parece como si se dirigiese hacia acá –interrumpió mi observación el profesor
-García–, había una cosa que yo tenía bastante clara, aunque mi acompañante no se hubiese percatado. Lo que allí arriba sucedía era exactamente lo mismo que pasaba en los sueños que con cierta periodicidad me atormentaban. ¡Yo sabía lo que era!, claro que lo sabía... Me pasaba desde que tuve mi primer encuentro amoroso con Laura Estrella Luminosa, el alter ego de Inteligencia +3.
-Es el núcleo ígneo de una de las principales nebulosas de la constelación de Leo y que se ha separado de sus hermanas.
-¿Que dice? ¡Eeeso es imposible...! ¿No? –me increpó García, incrédulo y turbado al mismo tiempo.
-¿Cree que estoy loco verdad?, venga conmigo y se lo demostraré.
Nos dirigimos a la sala principal de radio telescopios. Con unas pocas mediciones y tras comprobar éstas, visualmente, en el planetario, mi compañero quedó convencido.
Su extrañeza se había convertido en algo inexplicable, Quizá angustia.
-¿Profesor...? –no permití que continuase hablando. De sobra sabía que el mismo corazón del universo se había desmembrado para venir en mi búsqueda, pero esto, yo no debía comentarlo pues me hubiesen tildado de majareta. Hacía cuatro años que mi amada me abandonó. De hecho, solo nos amamos una sola vez. Después …, nunca más supe de ella.
-García –Le dije tras la breve interrupción–, debemos hablar con el comité aerospacial; tenemos la obligación de salvar al Planeta Tierra de una certera colisión.
-Debemos ponernos en comunicación, directa, con el comité Internaciones, para disponer de alguna astronave militar que nos permita desviar la trayectoria de ese demonio ígneo –comentó García dirigiéndose hacia el teléfono rojo.
Parece mentira, cómo en pleno siglo XXI, cuando surge algún grave acontecimiento, la maquinaria política y científica actúa de forma veloz y coordinada; pues a los dos días, escasos, el comité había localizado una nave disponible para nuestros propósitos.
Estábamos, allí, ante ella. Quedé sorprendido al comprobar que habían
proporcionado una pequeña astronave de operaciones civiles para nuestra importante misión.
-No me dijeron –increpé indignado–, que fueran a servirnos una nave de protección civil.
-No hubo posibilidad de conseguir otra, no obstante y aunque parezca
inofensiva, la hemos equipado con un potente cañón ultrasónico y un poderoso láser de plasma. Esto aparte de los torpedos de antimateria que convierten a este pequeño trastejo en una mortífera arma.
Terminó de contestar, a mi increpación, el general encargado de emergencias en clave cero. La clave cero significa prioridad absoluta.
-No obstante –continuó–, en parte tiene usted razón. Este aparato sólo puede llevar en su vientre a un único pasajero y ese único tripulante deberá hacer uso de las armas y gobernar la nave, con ayuda del ordenador de abordo, claro está; además ese hombre, profesor Beltrán..., usted deberá ser ese tripulante.
En aquel instante mi faz cambió de expresión y noté la blancura de mi tez al contemplarme en uno de los espejos hexagonales del telescopio. Hace años fui astronauta, especialista en robótica; pero ahora me encontraba desentrenado y no sé..., la edad quizá.
-En el poco tiempo que hemos tenido –continuó el general–, no hemos podido encontrar a nadie más capacitado que usted para tripular este petardo volante. Usted, amigo mío, los ha pilotado muchas veces y además es el único que conoce los misterios astronómicos de esa, extraña, cosa que se nos viene encima. La otra persona, su hijo Roberto, está de colono en Marte.
Ya estaba todo listo para la cuenta atrás. Sabía de sobra que algún poder, superior       a todo, había premeditado este acontecimiento; mi persona, en esos momentos, era tan      solo un conejillo de indias, de una misteriosa inteligencia, que se enfrentaba a un incierto         destino y a un más que negro futuro.
Ciertamente, nada dejaba detrás de mí. No existían lazos que me mantuvieran    atado al mundo que dejaba. Yo, estaba convencido que este sería un viaje sin retorno. Era sorprendente la velocidad que aquel núcleo ígneo iba consiguiendo por momentos. De seguir así, en pocas horas, acabaría con el sistema solar y consecuentemente con el joven planeta Tierra y todos sus moradores.
En breves instantes, me encontré frente a frente con el mayor enigma de todos los tiempos. Sólo me separaba del núcleo ígneo de Leo algunos kilómetros. Calculé sus coordenadas, por medio del potentísimo ordenador, y lo dejé programado para que descargara todo su poder destructivo contra aquella masa, que por momentos, me daba la impresión de que estuviese viva.
Cuatro, tres, dos, uno, cero...
La descarga fue prácticamente instantánea. Con tal reacción se produjo la detonación que el retroceso de mi propia nave me dejó aturdido.
Cuando me recuperé, pensé que todo había concluido, pero ¡no!, la masa ígnea había absorbido todo aquel magnífico arsenal de guerra.
Permanecía intacto, como si nada hubiese ocurrido.
En unas décimas de segundo, reaccioné e ideé mi último plan: retrocedería, adquiriría impulso y me estrellaría contra aquella cosa, haciendo explotar el reactor nuclear de la nave, en el momento del impacto, al igual que los antiguos camicaces japoneses de la segunda guerra mundial.
Cuál fue mi sorpresa al comprobar cómo una fuerza no física y de carácter
desconocido impedía mi retroceso. Algo superior a la fortaleza de los reactores atómicos de la nave, me aceleraron vertiginosamente hacia el centro de Leo. Así se bautizó al Fenómeno Cósmico.
Su aceleración se hizo, por momentos, mayor y llegó hasta tal punto que me fue absolutamente imposible realizar cualquier tipo de movimiento.
Sólo pude observar, con mis verdes ojos; los cuales, se encontraban abiertos de una forma desorbitada, viendo..., o más bien, contemplando espasmódicamente aquel maravilloso espectáculo por el que no importaba morir y que de forma gratuita alimentaba, al unísono, tanto a mi corazón como a mi mente.
Me olvidé de la Tierra y de sus moradores.
Ante mí, el núcleo ígneo se convirtió en una noria de color rojo sangre y fue adquiriendo la forma de siete maravillosas rosas carmesíes, sus pétalos eran refulgentes y de un frescor inigualable.
Las flores giraban al ritmo de un vals que mis oídos del alma escuchaban.
Jamás en mi vida había sentido una música igual.
Aquella música de las esferas no debía ser humana, sino más bien celestialmente alienígena; mientras tanto, todo mi organismo se iba inundando de deseo y de pasión.
Algo más sorprendente, si cabe, surgió ante mis párpados.
De aquel torbellino de rosas rojas surgió, en su centro, algo que impulsó a mi mente a cerrar los ojos, cosa que evidentemente no pude realizar pues algo exterior y más poderoso que mi voluntad me lo impidió.
Cual maravillosa puerta celestial surgió algo similar a una preciosa y purísima rosa blanca que, algo en mi interior, me dijo ser el corazón de la Entidad Leo.
Ígneo y refulgente en el exterior, rojo de pasión y deseo en la superficie y blanca pureza en el interior de su corazón.
Una voz inaudible y de armoniosas y sugerentes melodías, me habló al corazón.
-Ya no necesitas nada de lo que llevas encima –y sin que mi persona pudiera hacer nada, justo cuando me encontraba a poca distancia de la impresionante rosa, me vi fuera de la astronave y cuando traspasé el umbral de la preciosa flor, desapareció mi traje espacial; mientras tanto, aquella voz alienígena, levemente conocida, seguía sonando, dentro de mí, igualmente melodiosa.
-Nada impuro puede penetrar mi dolido corazón.
Si la maravilla del espectáculo anterior era grande, lo que en esos instantes se encontraba ante mis ojos no tenía explicación posible con palabras de hombre.
Envuelto en una claridad majestuosa, al final de un interminable túnel lechoso y transparentemente plagado de luces multicolores, allí, allí se encontraba, en persona, el mismo Signo de Leo.
Una hermosa y luminosa mujer, bien conocida y  cubierta de una digna desnudez, sus ojos eran semejantes a grandes galaxias azules y aquellos pómulos eran sonrosados cual estrellas enanas.Allí, allí, estaba grandiosa, gloriosamente protegida por dos enormes y fieros leones del color del fuego.
En un impulso de locura intenté correr hacia ella y abrazarla sin poner reparo a los fuertes leones, alienígenas inteligentes, que la resguardaban de cualquier posible mal. Ella era mía Ella era…
Lo intenté una y otra vez; pero la mayor de las angustias me embargaba al
comprobar que no era capaz de dar un solo paso. Algo invisible me lo impedía como en las ocasiones anteriores.
De pronto, y cuando ya lo daba todo por inútil, la misma voz de antes surgió poderosa y vibrante:
Sólo una voluntad fuerte, una mente pura y un corazón sacrificado puede conquistar mi propio corazón.
Sabía sobradamente que yo era débil de carácter y, por descontado, no podía considerarme puro; pero aún así saqué fuerzas de flaqueza y en un impulso de loco amor me tiré, a lo que no sé si podía denominarse suelo, y me arrastré, me arrastré fuertemente; no sé, lo juro, de dónde sacaba las fuerzas, pero avanzaba..., iba avanzando centímetro a centímetro por aquel luminoso y eterno túnel. 
No debía de cejar, sabía que Leo era terriblemente fuerte, pero yo debía mostrarme más fuerte que ella aunque, eso no era cierto.  Empezaba a notar cómo mi voluntad flaqueaba y miré hacia atrás.
Quedé horrorizado al comprobar cómo mi sangre había producido una estela a mi espalda.
Cada paso que había logrado dar, se había conseguido con grandes desgarros de mi carne permitiendo, con ello, la salida del rojo fluido vital.
-¡Dios! –grité–, lo doy por bien, pues prefiero morir que vivir sin amar a Esta Mujer de nuevo.
Cuando las fuerzas de mi organismo se convirtieron en inútiles para poder seguir avanzando, me encontré impotente y desnudo. La ropa había quedado muy atrás y sólo era un despojo de carnicería al que apenas le quedaba sangre en las venas para poder sostener su cuerpo.
Ante esta situación, tan lamentable, lancé un agudo grito de dolor antes de caer fulminado por el desfallecimiento. Había logrado dar un paso más, pero fue el último antes de caer en los brazos de una obscura lipotimia, cuando aún me separaban cientos de metros de mi amada.
Sólo noté algo que se dirigía a mi corazón con palabras agradablemente sinceras y amorosas.
Contemplé con los ojos del espíritu cómo dos bellos seres, angélicos con pies alados, me cogían suavemente entre sus brazos y me llevaron ante la presencia de la bella dama.
Ya no había sorpresa en mi corazón, al comprobar que los seres que me
habían llevado hasta ella eran aquellos dos grandes leones que anteriormente la custodiaran.
-¿Que haces aquí?, ¡ingenuo mortal! –me replicó con reproche.
Yo quería hablar pero no podía. Lo intenté una, dos, y a la tercera sólo pude articular una única palabra. Amor...Tu lo sabes, te he amado siempre.
Entonces se dirigió a los dos rugientes leones.
-LLevadle, curarle de sus heridas y que coma hasta que sacie su apetito, luego me avisáis.
Inmediatamente, y sin mediar palabra, los leones se transformaron en dos
bellos ángeles mercurianos que me llevaron ante una estancia, la cual me recordó mucho a una de mis habitaciones, allá en la Tierra. 
Me proporcionaron bebida y comida. Pasaron algo parecido a una luz rosada por mis heridas y aquellas sanaron de inmediato.  Quise darles las gracias, pero mis cuerdas vocales fueron incapaces de articular palabra alguna.
Cuando me encontré saciado, de forma milagrosa, me encontré ante la bella Dama. Ella ya no parecía desnuda, sino que, al igual que yo, llevaba un lujoso vestido digno de la Corte de Luis XV.
-¿Quien eres tú, ¡indigno géminis!, para enturbiar mi eterno sueño?
Por momentos, tuve miedo de no poder articular palabra alguna; pero cuál
fue mi sorpresa, al comprobar que de mis labios salía mi propia voz realzada y extrañamente vigorosa.
-Los indignos mortales –contesté–, de aquel pequeño planeta azul, tienen miedo de ser destruidos...
-Ésos indignos mortales –me interrumpió–, como tú los denominas, no tienen nada qué temer pues sólo he venido a por ti. Tu eres mío, parte de mí.
-¿Qué he echo yo ¡Majestad!, para que queráis mi destrucción?
-¿Quién ha hablado de destrucción?, y además ¿por qué me llamáis majestad?
-Con tu, vuestra hermosura y belleza, sólo podéis ser una Princesa, en
cuanto a mi temor, Señora, es debido a los sufrimientos que he pasado para poder estar con vos y sentir vuestro calor de nuevo.
Me sorprendió, cuando de aquellos hermosos y carnosos labios surgió una calurosa sonrisa que se transformó en una sonora y estridente carcajada.  Sin poder controlar mi corazón, la acompañé en aquella orquesta de sonrisas y carcajadas, gestos insinuantes y feromonas.  Hubo un breve intervalo de silencio. Me miró, a los ojos, seriamente y con cariño me dijo:
-Todo ha sido una ilusión, Miguel Beltrán; nada de esto ha sucedido, sólo quería probar tu valor, constancia y fidelidad...  De pronto y mientras me hablaba cadenciosa y amorosamente caí desmayado.
Cuando desperté, me encontré en la cama de mi habitación. Todo había sido un sueño y la mayor de las angustias me invadió al pensar que nunca volvería a ver a aquella dama de dorados cabellos y comencé a llorar.  Entonces noté como unas finísimas manos me envolvían enjugándome las lágrimas.
-No llores, tonto mío –me dijo aquella voz que yo, tan recientemente,conocía–, no llores más Miguel Angel. Aquí está para consolarte tu amada Laura Estrella Luminosa.
Miguel entró a formar parte de la Composición Cósmica de Pequeña Buscadora y desapareció de los mundos conocidos de la carne. (I.N.R.I)
                      *

jueves, 20 de octubre de 2011

KAOS QUÁNTICO, Libro II: Conspiración, El Juego

La Vida y la Muerte son simples Actos de una Cósmica Obra de Teatro que está sucediendo en un Universo múltiple y cambiante. Los Grandes Venenos, como los Mejores Perfumes siempre se conservan en frascos pequeños.

Sicario anónimo, de la Orden de la Rosa

El Juego


–Teresa, por favor, ¡no corras tanto que nos la vamos a pegar! –Exclamó Armando Arpegio, al vivenciar la nerviosa conducción del sedan rojo, de la que hacía gala su propietaria y conductora.
–Joder, Armando, la verdad es que no sé dónde vamos. Esto brilla cada vez más; y la cadencia es mucho más veloz; pero en el fondo no sé si tirar hacia la izquierda, a la derecha o quien coño sabe donde, ¡Joder, joder, joder!
No tardando mucho, la berlina blanca de la orden de los iluminatis se puso a su altura. Una de las ventanillas fue bajada y Amanda Ortiz hizo señas a la conductora del vehículo rojo para que hiciera lo mismo.
– ¿Qué quiere, Señora, no hay tiempo que perder?
–Por eso mismo, Teresa –gritó la elegante Ortiz–, Roberto, sabemos donde se encuentra, no más lejos de doscientos metros de aquí. Si sigue usted sola es posible que no pueda dar con él. Nos pondremos delante y usted síganos.
–De acuerdo, Amanda, de acuerdo.
Amanda confirmó al chofer la maniobra.
El Mercedes blanco, se situó delante del vehículo de Teresa Rubio y pronto estuvieron a la altura de un edificio negro, cuyo acristalamiento ahumado daba sensación, tanto de un algo siniestro como de una modernidad puntera.
De uno de los portales del gran edificio podía verse a dos personas salir corriendo. Una de ellas, por la estatura, era evidente que se trataba de un niño.
–Papá, esos hombres que nos siguen son los que asesinaron a Petunia.
–Vamos Hijo, no creo que se anden con chiquitas, sobre todo después de que hayan visto muerto a su Jefe.
Los dos hombres vestidos de gris y con gafas de espejo salieron detrás de Roberto y Miguel, mientras desenfundaban sendas pistolas a las que colocaron unos aparatosos silenciadores. Daba lo mismo que, estuviesen a la luz del día. Parecía que para ellos ya nada importaba excepto la venganza por la muerte de su Jefe.
–Ya tengo a tiro al adulto –dijo uno de los sicarios–, tu apunta al chaval. Dispárale al pecho si quieres alcanzarle.
Dos dedos índices sobre sendos gatillos. Un instante para apuntar y...
– ¿Joder! –Exclamó uno
– ¿Leche! –Gritó el otro, mientras el cuerpo de ambos era elevado del suelo tras el impacto de ambos vehículos contra sus cuerpos.
El vehículo blanco había arrollado a uno de ellos y el coche de Teresa Rubio no quiso quedarse atrás, haciendo lo propio con el segundo pistolero.
Las pistolas habían sido arrancadas, debido al impacto, de sus manos y alejadas de sus propietarios muchos metros. Sus cuerpos yacían inmóviles en el suelo y tan sólo se podía escuchar brevemente los naturales quejidos de alguien que ha sido magullado tanto en lo físico como en su orgullo.
–Teresa –sonó la electrónica voz de Calvito, el ordenador de a bordo–, Berta tiene un mensaje importante para Roberto Beltrán.
–Hazla pasar Calvito.
La imagen duplicada de Teresa apareció en el holomonitor del automóvil y empezó a contarle algo a Teresa. Algo que solo ella y Calvito pudieron escuchar, ya que Armando Arpegio se encontraba ya fuera del automóvil en compañía de los miembros de la Orden de los Iluminados de Baviera, esperando la llegada de la policía. Uno de ellos, ostentaba un teléfono móvil por el que hablaba con toda seguridad con algún agente de seguridad. Lo cierto es que la expresión de Teresa cambió de la duda a la alegría.
“Esto es una gran sorpresa para Roberto y para mí, que coño” – Se dijo.
– ¿Qué te parece Teresa? –Dijo Roberto.
–No lo sé, es tan pequeño. Además parece un Tamagochi.
–De eso se trata, querida, algo de muy bajo coste, de contenido adictivo y que permanezca permanentemente encendido en compañía de su propietario. Ya que no somos, aún, capaces de desmantelar la trama de manipulación; mientras tanto podremos evitar, con este juguetito, la mayoría de los atropellos que se han venido cometiendo.
–Esto, ¿no costará mucho, verdad?
–Es casi gratis Teresa. Cada tres meses se realizará una campaña en contra del hambre y a favor de los niños de todo el Mundo. La ONU por medio de UNICEF está implicada en ello. Cada vez que se adquiera uno de estos robotines, se estará llevando amor a las partes del mundo más necesitadas. En un principio pensé que sería buena cosa regalarlo con las magdalenas, pero luego me di cuenta que es mejor así ya que la gente necesita valorar las cosas que algo le han costado.
–Pues la verdad –dijo Teresa–, tu idea ha sido genial ¿cuántos se han distribuido ya?
Roberto Beltrán dijo una cifra, mientras Teresa Rubio contemplaba la grandeza de la factoría juguetera valenciana.
–Eso es una cantidad muy grande Roberto. Hace hoy un día espléndido, como si un nuevo amanecer hubiese tenido lugar. Un amanecer de ¿Cómo lo llamáis vosotros los Francmasones? Ah sí, Igualdad, Libertad y Fraternidad.
–Esa cantidad es ridícula –dijo Armando Arpegio, mientras se unía a la conversación de sus amigos–, acabo de hablar con el Padre de mi alumno, el propietario de estas instalaciones y me ha dicho que hay preparada una partida de un billón de robotines para ser entregada gratis a los países del tercer mundo.
–En breve estará inundado hasta el último rincón del planeta –Intervino un joven que debía de ser el gerente de la fábrica. No sé de donde se habrá sacado el dinero para financiar esto; pero nunca había pasado nada parecido en esta Empresa. Es como si los Estados Unidos de América hubiese desviado sus intereses armamentísticos hacia la fabricación de un juguete ridículo.
Todos echaron a reír, mientras el joven ejecutivo ponía cara de extrañeza, como si no entendiera de qué se reían aquellos invitados.
–Papá, papá –llegó corriendo Miguel Beltrán–, acabo de ver un Robot de verdad y no es muy caro. ¿Querrás comprármelo?
–Miguel –contestó su Padre–, no podemos llenar el apartamento con tantos trastos, pero bueno, vamos a ver qué podemos hacer.
Roberto había dirigido una mirada cómplice hacia Teresa, la cual guiñó un ojo a su hijastro.
–Tere, ¿Le vas a convencer a mi papá verdad?
–Claro Miguel –Susurró al oído del niño–, tu y yo tenemos un pacto ¿No es así?. Cuando seas mayor serás Ingeniero en Robótica.
–Claro que sí mami.
Teresa se sonrojó, cogió en vilo a su hijastro y le propinó un sonoro beso en el rostro.
–Vamos familia, nos esperan y tenemos mucho que hacer –Dijo Roberto.
–Por cierto, Petunia ¿Llegó? –Preguntó Roberto dirigiendo la cuestión al Doctor Arpegio.
–Se lo está pasando en grande contándole a tus camaradas de la Orden de los Iluminatis, como cayó sobre un bote de quetchup mientras luchaba contra los hombres de gris. Dice que le llevó un día entero limpiar el salón de tu casa.
–Sí, vaya susto, todos creíamos que estaba muerta cuando solo se encontraba inconsciente.
–No sabes la alegría que me dio ese duplicado mío –dijo Teresa refiriéndose a Berta, el Ordenador del domicilio de Roberto Beltrán–, cuando me comunicó que Petunia se encontraba en perfecto estado.
Dos seres humanos se encuentran fundidos en un tórrido abrazo de Amor. Son Teresa, la Sexicóloga y su compañero Roberto.

Una grúa se encuentra derribando un balaustre publicitario con termómetro digital. Ha comenzado un desmantelamiento que posiblemente lleve lustros.
*

Teresa tiene el miembro de su compañero introducido en la boca. Con su cálida estancia, ella acaricia, con un movimiento de vaivén, los nervios más sensibles de su compañero. Roberto, mientras tanto, no pierde el tiempo y con la propia posición del sesenta y nueve, no deja de absorber los efluvios internos de su compañera. Su lengua se ha convertido en un orgánico juguete que disfruta masajeando la rosada campanita del clítoris de su amante.
*
Un matrimonio dominicano se encuentra en un vagón de un anónimo tren de suburbano en la ciudad de Madrid, antaño capital de un reino. Alrededor del cuello lleva un robotín con su led centelleando. Llevan a su hijo en un cochecito y la próxima parada es donde deben de bajarse. Piensa, la mujer, en todos los accidentes que se han venido produciendo durante los últimos años. Es consciente de lo peligroso que supone traspasar la puerta del vagón con el carrito desplegado y con su hijo en su interior.
Entrega el niño a su marido mientras recoge el cochecito.
–Vamos Pepe, levanta y vamos a prepararnos. Ya sabes que con estos trastos no podemos ir con prisas.
Segundos antes, el matrimonio ya está preparado esperando que las puertas sean abiertas, pues han llegado a su estación. Primero sale el Padre con el niño en los brazos y después la sigue su esposa con el carrito de la mano como si de un bastón se tratase.
Miran atrás y observan como parte el tren. En esta ocasión comprenden que se han librado; pero son conscientes de que mientras hagan las cosas, no mecánicamente, podrán librarse de los lógicos accidentes que les depara la selva de la civilización. Se sienten libres y saben que las prisas no son buenas consejeras.
En la frontera del desierto africano con la selva tropical se encuentra una enorme grúa que está derribando una torre con antenas repetidoras.
*


–Tere, para por favor, que me voy.
La pareja cambia de postura y Roberto introduce su artefacto de amar en la rosada gruta  de su Compañera. Él coge con sus manos su anhelante rostro y lo besa repetidamente mientras repite, entre quejidos –Cariño, cuanto te amo.
El rostro sensual de Teresa, muestra que está más interesada por el alma de Roberto que por la suya propia; pero en un instante de lucidez ella le dice. Mi amor, quiero que tengamos un hijo.
La pareja permaneció apretada en un férreo abrazo que si no hubiese sido en esas circunstancias, les habría producido dolor. Ella suspira, retiene el aliento. Él aguanta, aguanta y entonces en una explosión de furia sueltan todo el aire retenido en un único grito de puro placer. En un íntimo orgasmo, ella recibió, en su interior, la veloz semilla de la fecundación proveniente de su amado.
La Calurosa secuencia amatoria, con escenas de porno francés, se va difuminando hasta que solo se ven los rostros placenteros de sus protagonistas y una luz cegadora inunda la estancia. Esa luz se vuelve borrosa y reaparece el rostro de un cansado y lloroso anciano cuyo blanco pelo está alborotado por sus propias manos. Estaba llorando y llora, pero no de tristeza sino de alegría.
*